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La economí­a del "gallito ciego" y el temor al "manotazo" de medidas que agrave los problemas

Cepo cambiario, congelamiento de precios, cierre comercial, más presión impositiva. ¿Causa o consecuencia? El Gobierno suma iniciativas para resolverlos
26/02/2013 - 10:01hs
La economí­a del "gallito ciego" y el temor al "manotazo" de medidas que agrave los problemas

"Las medidas del Gobierno me hacen recordar al viejo juego del gallito ciego que jugábamos cuando éramos chicos", confesaba días atrás, off the record, un importante empresario del rubro alimenticio.

Cabe recordar que en dicho juego se le vendan los ojos a una persona que debe ir tratando de acertar a los manotazos dónde está el resto, con el riesgo de que en ese intento rompa otras cosas que estén a su paso.

Haciendo una analogía con la situación económica actual, el ejecutivo se refería al temor que producía que "los manotazos" en busca de soluciones, lesionen el normal funcionamiento de procesos y actividades productivas y que esto, a su vez, derive en más y más complicaciones y en un mayor grado de intervencionismo.

Por cierto, no es el único que teme por los riesgos que este "juego" trae aparejado. También los analistas muestran sus reparos ante la última medida oficial de congelar los precios en supermercados por sesenta días o más como forma de resolver la inflación

Uno de ellos es Gabriel Caamaño, de la consultora Ledesma, que bajo el expresivo título "Crónica de un fracaso anunciado" advierte que el congelamiento no sólo no resolverá la inflación sino que será contraproducente.

"La aplicación recurrente de acuerdos, controles y/o congelamientos en un contexto de alta y sostenida inflación termina por lesionar el normal funcionamiento de las cadenas productivas y los canales de distribución y comercialización", afirma.

Su colega, Federico Muñoz, pone lupa sobre el riesgo que pueda implicar una posterior corrección brusca: "Los congelamientos no sólo resultan poco útiles sino que además son contraproducentes, pues se acumulan presiones alcistas que luego tienden liberarse violentamente al levantarse la veda".

Desde su punto de vista, lo que queda en evidencia con el control de precios es el horizonte cada vez más cortoplacista que muestra el kirchnerismo.

El pasado no ayuda

Si se revisa el pasado reciente, se observa una gran cantidad de ejemplos en los que el "éxito" de corto plazo derivó en un "problemón" de largo.

Las advertencias en este sentido se remontan a los primeros años del kirchnerismo, por ejemplo, cuando se prohibió la exportación de carne como forma de combatir las alzas de precios.

¿Cuál fue el resultado inmediato? Una caída en los valores de góndola. ¿Pero qué sucedió después? Sobrevino un alza de tal magnitud que hizo que el consumo cayera de manera drástica, al punto que no se ha recuperado hasta hoy en día.

Eso no es todo. En los últimos dos años cerraron en la Argentina más de 120 plantas frigoríficas, cerca de 14.000 obreros del sector perdieron sus puestos de trabajo y, al mirar qué pasa en el "vecindario", se observa que actualmente Uruguay exporta el doble que la Argentina con la mitad de cabezas de ganado (ver nota: El Gobierno y el campo pelean por "sojadólares" mientras el bife argentino se aleja del mundo). 

Otro ejemplo paradigmático que aportan los analistas sobre los "éxitos de corto" que derivaron en una "crisis de largo" es la situación de la energía y las derivaciones de las tarifas congeladas.

Por cierto, el congelamiento tarifario ya está pasando una factura muy grande al país, tras haber ayudado al boom consumista.

Ahora los cortes de luz están a la orden del día, muchas firmas se encuentran en default, o en vías de, al tiempo que compañías extranjeras de peso internacional ya emprendieron su retirada (ver nota: Sigue la retirada de empresas extranjeras: ahora Petrobrás salió de Edesur).

"El cepo cambiario es el resultado de una de las cosas más fracasadas, que es la política energética. Todos los dólares que genera la economía son para pagar esta crisis", afirma Roberto Lavagna, quien fuera ministro de Néstor Kirchner hasta 2005.

También lo es la restricción a la compra de divisas que cae sobre los particulares, una medida que fue consecuencia de haber dejado el dólar barato o atrasado frente a la inflación y a las subas salariales por largo tiempo. 

"Cuando se impone un control de precios, o un cepo, a medida que avanza el tiempo necesariamente hay que ir sumando más controles por las grietas que se van produciendo", sostiene el economista Luis Palma Cané, en referencia a la imposibilidad de que distorsiones como la brecha del dólar blue "se achique por sí sola".

Cada nueva medida, un nuevo problemaSupeditar la economía a la política (y nunca al revés) ha sido siempre uno de los principios innegociables del kirchnerismo. Es una postura que le ha dado rédito electoral, pero que todos los analistas advertían que no sería gratis en el largo plazo.

Y la acumulación de problemas parece indicar que llegó el momento en el que esa filosofía de gobierno empieza a pasar facturas.

"Hasta no hace mucho, como parte del incremento del gasto público se traducía en mayor crecimiento económico, la inflación era un ‘negocio político' aceptable. Una parte de la sociedad interpretaba el impuesto inflacionario como un mal menor", argumenta el economista Enrique Szewach, uno de los que cree que ya se está en la fase en la que la economía empezó a condicionar a la política.

"Ya se empezó a mostrar el ‘lado oscuro de la inflación elevada', el que hace que la mayoría de las sociedades la rechace como mecanismo de financiamiento del gasto", sostiene.

Quienes comparten este diagnóstico creen que lo preocupante no es solamente el nivel de distorsiones existentes hoy en la economía, sino que ahora viene lo peor, porque cada nueva medida genera un nuevo problema que, a su vez, hace que se necesite profundizar el intervencionismo, autoalimentando así el ciclo.

Es decir, el temor es que las políticas ya no dependan tanto de la voluntad de los funcionarios, sino que empiecen a ser dictadas por una dinámica propia del dirigismo.

"Cuando se llega a cierto nivel de intervención en los mercados, se empieza a hacer difícil dar marcha atrás, la propia lógica de los hechos lleva a avanzar", observaba el politólogo Sergio Berensztein, director de la consultora Poliarquía, cuando comenzaba a rumorearse que la "mano" estatal se metería más profundamente en el sistema financiero y bursátil.

Esa visión se probó acertada y hoy, con una larga nómina de cierres, prohibiciones, trabas y cepos varios, el debate nacional está centrado en cuál será la próxima iniciativa oficial.

Reacción en cadena

El ciclo es conocido, porque ocurrió muchas veces en la historia económica argentina: crecimiento del gasto público, proliferación de empleos estatales, obras de dudosa financiación y atraso cambiario.

Estos desajustes suelen financiarse con emisión monetaria, lo cual lleva a una mayor inflación.

Es allí cuando empiezan los controles de precios, los cierres a la importación y las restricciones, cuando los dólares empiezan a escasear.

Las inversiones comienzan a flaquear y los particulares buscan cubrirse comprando billetes verdes en el circuito paralelo.

Es en esta etapa cuando la "creatividad" de los funcionarios se multiplica, ya que se torna necesaria la adopción de nuevos "parches" a cada problema y allí surgen nuevas distorsiones.

Todos estos ingredientes han estado presentes en la era Kirchner y con una aceleración notoria en el último año.

Desde el cepo cambiario hasta la restricción a las importaciones, desde el congelamiento de precios hasta el aumento en la presión impositiva, desde el forzar a bancos a prestar a empresas a tasas bajas hasta el alto grado de intervencionismo en el sector energético, todo apunta a la misma dirección.

"Me atrevo a pronosticar un conjunto creciente de ‘inventos' cuya intensidad y magnitud dependerán cada vez más de las encuestas", afirma Szewach.

El "encanto" del intervencionismo

Mientras crecen las especulaciones respecto de las nuevas medidas que pudieren venir (se habla desde un desdoblamiento formal del mercado cambiario hasta impuestos para la compra de pasajes aéreos, pasando por varios tipos de regulaciones para el sistema bancario), hay otro tema que también preocupa.

Se trata de la pericia de los actuales funcionarios. Tanto que algunos notorios críticos del kirchnerismo, como el ex ministro Domingo Cavallo, comenzaron a sugerir que ya que la economía ha ingresado en una fase de regulación e intervencionismo extremo, al menos, que esa situación pase a estar en manos expertas.

Y sugirió algunos nombres, como el de Roberto Lavagna o el de Javier Gonzalez Fraga para "atenuar alguno de los fuertes desequilibrios acumulados y evitar que sigan aumentando".

Por cierto, no hay indicios de que Cristina Kirchner vaya a tomar en cuenta semejante consejo. Más bien las señales apuntan a un refuerzo en el protagonismo de Guillermo Moreno.

El "supersecretario" no sólo impuso a los supermercados el acuerdo del congelamiento sino que, además, está a cargo del seguimiento de su cumplimiento, haciendo gala de su capacidad persuasiva ante las primeras evidencias de escasez de productos.

El "apriete" también parece ser la metodología a aplicar para los productores agrícolas ante la "sequía de divisas" por la demora en la liquidación de la cosecha.

Es que la frustración que le provoca al Gobierno la creciente ineficacia de sus medidas lleva al recrudecimiento de la agresividad y de las teorías conspirativas.

En el caso de los sojeros, éstos aparecen como responsables de la escapada del dólar blue y de "secar" la plaza de divisas

Muy lejos de escuchar las críticas y advertencias, el Ejecutivo parece más dispuesto que nunca a profundizar su "relato".

Al respecto, resulta muy elocuente el artículo de Artemio López, un politólogo y encuestador cercano al kirchnerismo, quien califica al congelamiento de precios como "otra gran medida de gestión, orientada a sostener los niveles de consumo y de empleo".

Más aun. Argumenta que las experiencias de controles de precios en el país sí fueron exitosas.

El riesgo de negar lo evidente

Negar la realidad implica riesgos bien conocidos: más conflictividad social por la puja distributiva, bruscas correcciones de precios por la inflación reprimida, ahogo a la competitividad de las empresas, caída de inversiones por la baja certidumbre y nerviosismo en la plaza financiera por la mayor cantidad de particulares buscando comprar dólares blue como cobertura. 

En definitiva, nada que el país no haya vivido.

A medida que se acumulan las versiones sobre mayores regulaciones, el debate entre los expertos es qué tan lejos se está de una salida traumática.

"El último año y medio es un calco de lo que pasó a principios de los años ‘70", afirma Luciano Cohan, de la consultora Elypisis.

No es el único que ve analogías preocupantes. Para Lavagna, el solo hecho de que se haya recurrido al congelamiento de precios retrotrae al país a los tiempos del Rodrigazo: "Las magnitudes son diferentes, pero el mecanismo es el mismo", señala. 

En este contexto, sigue habiendo una gran diferencia a favor de este momento: el mundo sigue ayudando a la Argentina con los buenos precios del mercado agrícola y eso le aporta algo de oxígeno financiero.

No es poca cosa para los tiempos que corren, aunque se siga sosteniendo que a la Argentina "el mundo se le cayó encima".