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Los emprendedores, en la hora del recambio generacional

Los emprendedores, en la hora del recambio generacional
25/09/2013 - 06:00hs
Los emprendedores, en la hora del recambio generacional

Su aspecto sigue siendo juvenil, más allá de que tengan algo menos de pelo o algunos kilos de más. Pero ellos se sienten verdaderos "veteranos". Son los integrantes de la primera camada de tecno-emprendedores argentinos, aquella que nació al calor de la "fiebre punto com" de finales de los '90.

O, para ser más precisos, son los escasos sobrevivientes de aquella generación, dado que se trata de apenas un puñado de empresarios que, 15 años después de aquel boom, puede contar historias exitosas y transmitirlas a una nueva generación.

Es que Pablo Larguía, fundador de Bumeran, Roby Souviron, el creador de Despegar, Marcos Galperín, fundador de Mercado Libre, o Andy Freire y Santiago Bilinkis, que dieron inicio a Office Net, son los pocos nombres que pudieron abrirse paso y crear valor real, de un grupo inicial de cientos de aspirantes a jugar en las grandes ligas de Internet. En ese duro camino, mucho dinero de "inversores ángeles" quedó en la nada, y cayeron grandes nombres, como El Sitio.com, Patagon.com, entre otros que hicieron ruido primero al levantarse y luego al derrumbarse.

Será por eso que hoy, rondando los 40 años (y algunos de ellos ya en su tercer o cuarto emprendimiento) sienten que tienen el mandato histórico de transmitir su experiencia a una nueva generación de entrepreneurs que está por los 20 y vuelve a sentir el entusiasmo de las oportunidades que se abren gracias a la fiebre mundial de los dispositivos móviles y las redes sociales.

De manera que aquellos "veteranos" están hoy del otro lado del mostrador, ya no pidiendo plata sino ofreciendo dinero, mentoreo, capacitación y contactos.

Larguía se puso al frente de esa movida, con la creación de la red Innova, que busca generar un entorno para la divulgación de nuevos proyectos y para el encuentro entre emprendedores e inversores. Tras residir en Estados Unidos y España, está completamente impregnado del mandato de hacer negocios globales, tanto que la conferencia Innova, que se inició en 2007, recién ahora llegó a Buenos Aires, luego de haber recalado en Madrid, San Pablo y Nueva York.

En la inauguración del encuentro, realizado en el auditorio del Buenos Aires Design, en el barrio porteño de Recoleta, Larguía explicó que la falta de gente dispuesta a iniciar un negocio no es el problema: la región latinoamericana, y la Argentina en particular, muestran una de las más altas estadísticas mundiales de "emprendedorismo". Pero la mala noticia es que, cuando se evalúa el porcentaje de supervivencia de esos proyectos a los pocos años de iniciado, la región se encuentra al fondo de la tabla. Lo que sobra en ganas, falta en capacidad ejecutiva.

Por eso, el creador de Innova reconoció que no había que esperar mucha originalidad en la convocatoria de representantes de aquella camada original de entrepreneurs: no había muchos nombres a los que echar mano que hoy siguieran en actividad.

Pero eso, lejos de disminuir el interés del público, lo llevaba a un punto alto. A fin de cuentas, los consejos de Galperín o Souviron sobre qué recaudos hay que tomar para evitar errores dolorosos es una lección que difícilmente se aprenda en las facultades.

Así, todos tomaron cuidadosa nota cuando Galperín comentó cómo había sido un error gastar grandes sumas de dinero en publicidad televisiva en el estadío inicial, cuando Mercado Libre no buscaba un público masivo sino más enfocado a los "early users" de un nuevo formato de comercio electrónico.

O aprendieron con Souviron cómo todo un plan de negocios debió dar un brusco viraje, porque en el año 2000 la gente no estaba preparada culturalmente para cliquear sobre el "botón" de compra online y digitar su número de tarjeta de crédito, pero en cambio llamaba por teléfono para solicitar información. Esto llevó a que el negocio originalmente concebido como plataforma de Internet debiera incorporar con urgencia un gran call center, que durante años fue la base del negocio.

O escucharon de parte de Bilinkis cómo no siempre los sectores "sexy" y de moda resultan las mejores oportunidades, sino que hay una gran veta para explotar en los negocios "aburridos" como el llamado B2B, focalizado en los servicios corporativos y la logística, donde hay un amplio margen para la innovación. Un nuevo perfil de emprendedor

En la platea de Innova, conformada en su gran mayoría por veinteañeros "techies", se veían pocas corbatas pero muchos smartphones. Las charlas de los "veteranos" generaban interés, pero mucho más entusiasmo provocaba la posibilidad de cruzarse con los inversores, que estaban a tiro en los sectores donde se realizaban las "demo" de los emprendimientos que ya se encuentran en una fase de desarrollo del producto.

Fueron presentadas en sociedad 37 nuevas empresas actualmente en estado de "incubación" o en fase finalista de concursos. El listado incluyó a un proyecto uruguayo: Kidbox.

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Más de la mitad de los nuevos proyectos estaban vinculados con aplicaciones para dispositivos móviles. Y muchos de ellos pretenden dar servicios en campos de aplicación cotidiana muy concreta, como la localización de restaurantes, la búsqueda de regalos, las transacciones inmobiliarias o la contratación de logística.

Y, si bien se palpaba en el ambiente cierto orgullo de pertenencia a un sector de vanguardia, por cierto que el clima de esta nueva generación tiene grandes diferencias con el de la camada noventista.

"A pesar de que estamos viendo muchos proyectos enfocados a la ola del ‘mobile' y sus aplicaciones, creo que esta vez no se va a repetir una burbuja de proyectos sin sustento como fue la de las ‘punto com'. Esta vez, se nota una conexión mucho mayor con el mundo real y una conciencia del trabajo necesario para construir una empresa", afirma Silvia Torres Carbonell, quien desde la Universidad Austral y el board de la fundación Endeavor ha sido una de las referentes en el sector de selección y mentoreo de proyectos.

Percibe una mejora de todo el "ecosistema", lo cual incluye a universidades, inversores, mentores y proveedores de servicios. Y, deslizando de costado una referencia crítica a la situación política argentina, destaca que esa mejora se produjo "a pesar de".

"El contexto institucional empeoró, y sin embargo hay mucho empuje emprendedor, lo cual me lleva a pensar cuál sería el potencial si la situación mejorase", señala. Del otro lado del mostrador

Pero no solamente cambiaron los emprendedores. Uno de los fenómenos que se están revelando en los últimos proyectos es que también hay un nuevo tipo de inversor.

Para empezar, tiene una selectividad mucho mayor y ya no se deja impresionar por una presentación de power point, un título MBA y un speech bien armado que explique cómo el nuevo proyecto va a cambiar el mundo.

Además, hay un reconocimiento generalizado a la necesidad de que el inversor no puede limitar su accionar a aportar dinero a cambio de una porción de acciones. Más bien, la idea imperante es que tanto o más importante que el dinero es el mentoring y la facilitación de una red de contactos.

En ese contexto, muchos de los "veteranos" aparecen ahora del otro lado del mostrador, ya sea como miembros de los comités de selección en iniciativas corporativas como Wayra -un proyecto del grupo Telefónica- o directamente formando incubadoras de negocios, como NxtpLabs, de Ariel Arrieta, o Quasar Ventures, de Bilinkis y Freire.

"Se terminó el clima de ‘pum para arriba', que hacía que cualquiera presentara un proyecto sin sustento y tuviera gente dispuesta a financiarlo. En definitiva, la depuración fue sana", observa Freire, que acaba de lanzar Quasar Ventures, una incubadora -se niega a calificarla como "fondo" aunque consigue recursos de financistas estadounidenses- que busca detectar emprendedores en su etapa bien temprana.

Para el ex fundador de Office Net, el rol del nuevo "angel investor" tiene que ser como el de un baqueano que le muestra el camino a un explorador. En realidad, prefiere usar la metáfora del "sherpa", como se conoce a los guías que acompañan a los alpinistas que suben al Everest.

"Yo quiero encontrar al emprendedor que todavía no sabe que quiere emprender. Me fijo más en el potencial de la persona que en el proyecto que me puede mostrar. Lo acompaño en ese proceso, dejándole la mayoría accionaria, y si surge una divergencia entre nosotros, dejo que sea él quien tenga la última palabra", describe Freire, quien durante los dos días del evento fue uno de los más asediados por jóvenes que le dejaban su tarjeta.

La obsesión de Freire por focalizarse más en el emprendedor que en el proyecto es, de por sí, todo un diagnóstico sobre cuál es la principal falla en el "ecosistema": a pesar de que la cantidad de gente que manifiesta su interés por emprender es creciente, todavía se nota ciertos obstáculos de tipo cultural.

"Es cierto que las estadísticas marcan que aquí hay mucha gente con ganas de emprender, pero la realidad es que lo que está faltando es que se arrime la gente más brillante. Hoy, los jóvenes de primer nivel prefieren ir a las grandes empresas, y el desafío es estimularlos para que quieran tener su propio negocio", explica.

Admite que no se trata de una tarea fácil. A fin de cuentas, todavía sigue ocurriendo que, cuando un joven les cuenta a sus padres que piensa dedicarse a iniciar una empresa propia en el campo de la tecnología y revolucionar el mundo, genera la misma reacción a la de si estuviera declarando que piensa armar una banda de rock.

Desde la autoridad que le da su "veteranía" de 41 años, Freire asume que ese es el reto pendiente: "Hay que trabajar mucho para que sea tomado en serio un joven que dice que quiere ser emprendedor".

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