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Peligro: avanza el sí­ndrome de Charlotte

Peligro: avanza el sí­ndrome de Charlotte
06/11/2013 - 14:21hs
Peligro: avanza el sí­ndrome de Charlotte

"Quedé divina, toda una Barbie", twitteó Charlotte Caniggia apenas empezaron a circular las fotos de su flamante figura. Con sólo 20 años, la hija del ex futbolista se entregó hace unas semanas a un cirujano plástico para quitar grasa de su cuerpo, insertar unas ingentes siliconas en sus pechos y, de paso, retocarse la nariz. Salió muy satisfecha: "Soy una chica Barbie, en un mundo de Barbie. La vida de plástico es fantástica", insistió en las redes sociales.

Su caso y sus declaraciones podrían alcanzar, por sí solos, para dar tema de debate a un congreso de cirujanos y psicólogos preocupados por el "síndrome Barbie".

Durante años se debatió respecto de si los modelos de las célebres muñecas podrían ser nocivos en cuanto a la imagen de mujer ideal que se forjaba en la mente de las niñas de todo el mundo. Barbie, creada en los ´50 por Ruth Handler, esposa del cofundador de Mattel, tiene medidas que, extrapoladas a una mujer, poco tienen que ver con la realidad: a una escala de 1/6 mediría 1,75 m de altura y sus medidas serían 91-46-84. Según una investigación realizada por el Hospital Universitario Central de Helsinki, Finlandia, carecería del porcentaje de grasa corporal del 17% al 22% necesario para que una mujer menstrúe.

Y, por cierto, al ver las ampliamente difundidas fotos de Charlotte Caniggia, puede decirse que no exageró al compararse con la famosa muñeca. Lo cual empezó a encender luces de alarma

"Lo raro en el caso de Charlotte Caniggia no es exactamente su edad sino lo grosero de lo que se hizo. Es peligroso semejante tamaño de mamas que no condice con una mujer que mide alrededor de 1,60 m y pesa unos 50 kilos. Según lo que se publicó, se puso 600 cc. Con un tamaño tan grande de mamas la piel se estira mucho y la presión no deja que la sangre llegue a la punta del pezón y puede, incluso, producirse necrosis. Por lo menos, va a tener problemas de sensibilidad y de espalda", observa el cirujano plástico Guillermo Galgano, miembro de la Sociedad de Cirugía Plástica de Buenos Aires.

A los problemas físicos, se suma un duro diagnóstico desde la psicología.

"Los profesionales de la salud mental estamos convencidos que debajo de una cirugía es probable que haya un conflicto de autoestima", sostiene Adriana Guraieb, miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional.

Mientras los pechos, colas y labios pueden aumentarse con cirugías, no pasa lo mismo con la autoestima, remarca. Para ello, "es preciso que esa persona haya sido valorada por sus padres y no sólo en sus condiciones físicas, sino por su inteligencia, sensibilidad, amor a las mascotas, ternura, simpatía. Si en algún momento los padres consideran que, por ejemplo, el tamaño de los senos preocupa de manera desmedida a la hija, es momento de consultar a un psicólogo antes que al cirujano, pues en muchos casos se trata de una gran insatisfacción interior que busca ávidamente una compensación visible que enmascare esa falta", añade Guraieb.ARGENTINA, UN PAÍS DE CHARLOTTES

Si el de Charlotte fuera un caso aislado, sería preocupante pero, en definitiva, no pasaría de una situación individual a la que los expertos le atribuirían algún problema psicológico. Pero cuando es apenas el emergente mediático de una tendencia social -y hasta se erige en un modelo a imitar- la cosa cambia y los expertos empiezan a estudiarlo con mayor atención.

Según los datos que aporta un grupo de profesionales sobre unas 5.000 operaciones, la edad para operarse los senos viene bajando ostensiblemente en la Argentina. Antes propio de la etapa adulta -especialmente entre mujeres que dejaron de amamantar- este tipo de cirugía ya bajó al período adolescente, con un pico entre los 18 y 20 años.

Lejos quedaron los días en que las operaciones estéticas eran asociadas a las "veteranas" que luchaban contra el paso del tiempo. Según Galgano, las operaciones típicas de rejuvenecimiento, como el lifting y el retoque de párpados, quedaron lejos en el ranking, después de la lipoaspiración, el agrandamiento de mamas y de glúteos.

Según un estudio de TNS, un contundente 30 por ciento de las mujeres argentinas se muestran estaban interesados en realizarse una cirugía estética si el dinero no fuera un problema. Al discriminar por edades, el aumento de mamas es la cirugía que lleva la delantera a menor edad (18 a 34), la liposucción de panza es la prioridad entre los 35 y 49 años, mientras que el lifting facial es la operación más deseada a partir de los 50.

Los cirujanos argentinos afirman que el país está al tope mundial entre los que registran mayor número de operaciones estéticas en relación a la población.

"En orden está Argentina, Brasil, Francia, Inglaterra, detrás, Estados Unidos. La mujer argentina es muy exigente, busca un nivel de perfección tal que hace que busque operarse a menudo", apunta Galgano.

Además incide el factor económico. En la Argentina estas operaciones se han abaratado en términos internacionales, lo cual atrae a gente de otros países. Por caso, aquí con $23.000 se puede costear las prótesis mamarias más el sanatorio, mientras que en Chile la misma operación puede costar 8.000 dólares.DEL OCULTAMIENTO A LA EXHIBICIÓN

Pero hay un fenómeno que no puede verse reflejado en ninguna estadística: es el cambio de actitud de quienes se someten a estas cirugías. Hasta no hace mucho tiempo, quienes se operaban mantenían cierto pudor que las llevaba a no confesar que habían pasado por la mesa de operaciones: querían que las vieran más lindas, pero sin proclamar qué habían tenido que hacer para ello.

Hoy, la clásica pregunta "¿qué se hizo Fulanita?" parece estar en vías de extinción, porque la propia interesada es quien se encarga de aniquilar el halo de misterio.

Como lo demuestra con elocuencia el caso de Charlotte Caniggia, operarse es algo que se exhibe sin vergüenza y hasta con honor. Es bien sintomático el hecho de que las cirugías hayan pasado desde los avisos clasificados de las últimas páginas hasta la mismísima tapa de las revistas.

"Mi primer consultorio, hace 20 años, era en un subsuelo. La gente entraba con anteojos. Hoy, sobre todo cuando se trata de jóvenes, es un orgullo operarse. Se metió en todas las clases sociales", cuenta Galgano.

Por cierto que, además, contribuye a este fenómeno el abaratamiento relativo de las cirugías y la simplificación de las técnicas. Antes, después de una lipo se indicaba un descanso de un mes; hoy de un día. Además no se utiliza más anestesia total.

Lo cierto es que, hoy, contar que se ha pasado por una operación estética equivale, para algunas chicas, a contar que se ha adquirido un objeto de consumo aspiracional, como un chiche tecnológico de última generación.

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Es algo que no sorprende en absoluto a los expertos de marketing y sociólogos que analizan el nuevo consumismo -donde el hecho de comprar ha perdido su anterior sentido de satisfacer una necesidad y ha pasado a definir la propia identidad-

"El sujeto se convierte en un producto en sí mismo, casi tan ‘tuneable', intercambiable y descartable como los productos que puede comprar y consumir", observa Mariela Mociulsky, socia la consultora Trendsity.

Y por cierto que esa libertad de escoger en una góndola las distintas partes del cuerpo es algo que no está exento de riesgo. Como apunta el publicista Omar Bello: "Lla mirada de la mujer está dividida. Se da una especie de descuartizamiento en lo que significa atractivo y todo lo que es estético se está cosificando: hay un modelo de cola y de lolas. La gente se ve en partes. Intenta juntar cosas que no se pueden juntar, y el resultado es raro".

Sostiene, además, que si bien esta tendencia ocurre a escala mundial, "en la Argentina se produce una expresión muy grosera del fenómeno".¿DE QUIÉN ES LA CULPA?

Mientras observan con preocupación cómo casos como el de Charlotte pasan a ser naturalizados por una sociedad que ya considera al implante de mamas como un regalo de quince, los expertos de diversas áreas se hacen la gran pregunta: ¿cómo, por culpa de quién hemos llegado a este punto?

Y el blanco inmediato, casi instintivo de las acusaciones lo constituyen los medios de comunicación. Sería raro que no fuera así, dada la existencia de lo que la psicóloga Guraieb describe como "la estimulación permanente, casi diría un bombardeo, de imágenes bellas, flacas y jóvenes" que llega desde las pantallas.

Sin embargo, se apura a advertir contra los análisis superficiales: "Sería un reduccionismo culpar a los medios, la propaganda y la publicidad de las clínicas por el aumento de las cirugías. Se trata de una problemática más compleja, profunda y preocupante que surge como efecto de una crisis social de los valores, la tendencia a la disolución de los vínculos, poco tiempo para la creatividad, el desarrollo de las capacidades intelectuales".

Para esta experta, el ámbito fundamental es el familiar. Para que una adolescente pueda responder bien plantada ante el estereotipo de perfección femenina que llega desde los medios, "es preciso que esa persona haya sido valorada por sus padres y no sólo en sus condiciones físicas, sino por su inteligencia, sensibilidad, amor a las mascotas, ternura, simpatía".

Pero, contra la opinión de psicólogos, los padres muchas veces no sólo no ponen reparos a las cirugías estéticas de adolescentes sino que hasta devienen en promotores.

"Muchas veces me encuentro con madres que esperan que con estas operaciones sus hijas triunfen en la tele, por ejemplo. Es lo mismo que le pasa a muchos padres con sus hijos varones y el fútbol", grafica el cirujano Galgano.

El diagnóstico desde la sociología está bien atento a esta situación. En definitiva, allí donde los valores desaparecen, los huecos empiezan a ser llenados por el mercado.

Así lo describe Mociulsky, de Trendsity: "Las instituciones sociales, como la familia, la escuela, el Estado, encargadas de proveer valores, inculcar conductas ‘adecuadas', ofrecer insumos para construir identidad y decidir si algo es bueno o malo, lindo o feo, útil o desechable, se encuentran demasiados fragmentadas y devaluadas. Y entonces, ávidos de encontrar nuevas coordenadas, son los discursos del mercado los que pueden capturar esta lógica en la transmisión de sentido".

Hay, además, otro fenómeno preocupante: en algunos ámbitos, se llega a la "vejez" cada vez más rápido.

"En el mundo publicitario, una mujer de 25 años es vieja, por lo que la etapa de desarrollo en ese universo se da entre los 12 y 22 años. Entonces, se corrió el tema de las cirugías, que antes se hacían más entre adultos, y la mujer toma decisión sobre el cuerpo a los 17 años porque sabe que las carreras duran dos años", argumenta el publicista Bello.

Para los expertos, es difícil que esta situación quede limitada al ámbito del "showbiz", sino que más bien al contrario, dejará su impronta sobre toda la sociedad que siente el imperativo de la "perfección".

Un tipo de perfección, claro, bastante cuestionable y polémico. Una perfección de muñecas y Charlottes.

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