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En pleno acuerdo de precios, los productos argentinos son más caros aquí­ que en el exterior

Hoy es posible encontrar una extensa lista de artículos producidos en el país que, curiosamente, cuestan más en comercios locales que a miles de kilómetros
23/12/2013 - 07:02hs
En pleno acuerdo de precios, los productos argentinos son más caros aquí­ que en el exterior

Pasan los nombres, quedan los métodos. Luego de los infructuosos intentos del ex secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, de domar la inflación vía control de precios, el ministro de Economía, Axel Kicillof, decidió reflotar este mecanismo, pese a haber quedado demostrada la ineficacia a la hora de contener el índice.

La novedad es que el Gobierno ya no habla más de "congelamiento" sino que ahora prefiere referirse a esta estrategia como "política integral de administración de precios".

La misma estará dividida en dos etapas: la primera, se extenderá hasta marzo próximo y constará de una canasta de 187 productos básicos con precios "freezados". A partir de allí, según trascendió, cada empresa deberá negociar y pactar cualquier ajuste al alza en las góndolas. 

Paralelamente, Kicillof anunció que vigilará de cerca, durante todo 2014, la política de precios de 30 grandes empresas productoras de alimentos, tales como La Serenísima, SanCor, Molinos, Arcor, Pepsico y Quickfood, entre otras. 

Frente a esta "artillería pesada" que está desplegando Kicillof, los expertos muestran un evidente pesimismo, considerando que a comienzos del 2013 Moreno ya había hecho lo propio con un congelamiento a gran escala, que incluyó no sólo un "freezer" a 500 productos, sino también cuadrillas con integrantes de La Cámpora que salieron a recorrer los supermercados para monitorear las góndolas.

El resultado de toda esta ingeniería fueron tres establecimientos cerrados por unas horas y una inflación que, lejos de contenerse, este año finalizaría con una tasa del 27%, según estimaciones de la consultora Econométrica.

Pero lo que el Gobierno no puede lograr con controles y acuerdos, en el exterior se da sin mayores problemas.

Sucede que en la actualidad es posible encontrar productos con sello "Industria Argentina" en supermercados de países vecinos a precios -en dólares- más bajos que dentro del propio mercado interno.

En efecto: hoy por hoy es posible adquirir un amplio abanico de artículos de consumo masivo -que van desde galletitas, mermeladas y conservas, pasando por productos de tocador y pañales- que, a pesar de estar elaborados en la Argentina, terminan costando más en un supermercado de la Ciudad de Buenos Aires que -una vez exportados- en uno de Punta del Este, Montevideo o de Santiago de Chile, siempre en términos de divisa estadounidense.

Así las cosas, el deseo de "congelar" precios que persiguió Moreno y que ahora desvela a Kicillof, fuera del país es cumplido a rajatabla por empresas nacionales por un simple motivo: si ajustan valores al alza quedan fuera de las góndolas por la competencia natural que hay en economías sin grandes problemas de inflación, como la uruguaya o la chilena. 

Precios que "indignarían" a Kicillof

Al trazar un relevamiento en distintos supermercados de la región, se pueden observar valores que, sin dudas, "indignarían" al titular del Palacio de Hacienda. 

Una lata de ensalada de frutas marca La Campagnola, elaborada en el país, por ejemplo, puede llegar a un consumidor porteño a un valor de $33,60, lo que equivale a unos u$s5,30. 

Como contrapartida, ese mismo producto, colocado en una góndola de Disco o de Tienda Inglesa de Montevideo se puede encontrar a 96 pesos uruguayos, lo que representa menos de u$s4,50, un 17% más económico que en la Argentina.  

En otros alimentos elaborados, como las pizzas congeladas, también se observan grandes diferencias: una caja con dos unidades grandes de una reconocida marca "cotiza" en Buenos Aires a casi u$s14, en tanto que en tierras montevideanas no supera los u$s10.

Estas diferencias se observan no sólo en alimentos. En el caso del papel higiénico, un pack de 4 rollos de marca Premium nacional cuesta el equivalente a u$s5,6.

En Uruguay, en tanto, el mismo producto fabricado en la Argentina, se comercializa a un valor sustancialmente más bajo: u$s3,4 (ver infografía).

Algo similar sucede en el caso de Chile: los valores exhibidos en las góndolas de cadenas conocidas como Líder o Santa Isabel arrojan diferencias llamativas.

Tal es el caso de las galletitas: marcas muy difundidas entre los argentinos, como Toddy, en algunos súper de Buenos Aires cuestan $18,10 el paquete de 210 gramos, equivalente a cerca de u$s2,8 (ver imagen).

En tanto, en el país trasandino, las mismas galletitas, promocionadas como "Industria Argentina", se ofrecen a 825 pesos chilenos, que representan cerca de u$s1,55. 

Es decir que el mismo producto puede costar 80% más en divisas y al tipo de cambio oficial en la Argentina, que en una góndola del país trasandino.

Las diferencias también se visualizan en productos de rubros como higiene y cuidado personal y hasta en alimentos para mascotas (ver cuadro). 

En el caso de desodorantes "Industria Argentina", como el Dove Pure, se pueden llegar a vender en el mercado interno al equivalente de u$s4,7.

Como contrapartida, el mismo producto en un súper de Santiago no supera los u$s3,50, lo que arroja una brecha de casi 35%.

Razones detrás del desfasaje

A la hora de explicar por qué un producto de manufactura nacional puede terminar costando más en el propio mercado interno que en un destino internacional -a pesar de la logística y los servicios asociados a una exportación-, los analistas hablan de un cóctel de razones.

En primer lugar, Fernando Baer, director de la consultora Bconomics, apuntó a que estas diferencias de precios, que a primera vista parecerían ser insólitas para el consumidor argentino, no hacen más que poner en evidencia el nivel de atraso cambiario que afecta a la economía, pese a la acelerada del dólar de los últimos meses. 

Esto se debe a que luego de un largo período -que se extendió hasta 2012- con costos corriendo muy por encima de la evolución del billete verde oficial, los productos con sello nacional, año a año, se fueron volviendo cada vez más caros en términos de divisas estadounidenses.

Y es, según Baer, la propia dinámica inflacionaria la que termina generando distorsiones entre los valores locales y los que se manejan en cualquier mercado en el exterior que no esté alcanzado por una inflación de dos dígitos y en el que la baja de precios es por competencia y no por imposiciones oficiales.

Al respecto, Marcelo Elizondo, ex director ejecutivo de Fundación Exportar y responsable de promocionar alimentos nacionales en el mundo, destacó que "una inflación como la actual genera que los fabricantes locales deban continuamente actualizar sus precios. En cambio, en un país como Uruguay, con un índice que es de apenas 6%, estas mismas subas no se pueden replicar, porque hay un riesgo muy elevado de quedar fuera del mercado".

El consultor fue más allá y aseguró que "hay empresas locales que con tal de mantener su posición en un destino en el exterior, que les requirió esfuerzo y dinero conseguir, están decididas a no ganar o incluso perder plata con tal de no resignar terreno en una plaza que después les puede llevar años recuperar".

Así las cosas, para el experto, son muchas las compañías que están tratando de "aguantar el temporal" y mantener su producto visible fronteras afuera asumiendo mayores costos hasta que aclare el panorama.

Claro que, según Elizondo, "esto sólo lo pueden hacer firmas con grandes espaldas. Para una pequeña y mediana empresa, en cambio, una estrategia de esta naturaleza no es fácil de mantener". 

De este modo, para el experto, todo esto está generando un sesgo "anti exportador" que juega en contra de la estrategia oficial de hacer del superávit comercial la principal fuente de dólares.

"Las empresas argentinas, en general, hoy ganan más adentro que afuera. Porque acá el mercado convalida las subas, en un contexto en el que hay financiamiento para bienes de consumo y el Gobierno sigue fomentando el gasto", acotó Elizondo.

Los "orgullos nacionales" también lo padecen

Los problemas de competitividad para el sector de alimentos son de tal magnitud que ni los grandes "símbolos" nacionales lograron escapar del vendaval. Esto fue lo que sucedió, por ejemplo, con el sector frigorífico.

Según explicó Miguel Schiariti, presidente de Ciccra, "la carne argentina pasó a ser cara para el mundo".

Esto llevó a que se diera una situación llamativa: durante el arranque de 2013, tras el descalabro que sufrió el sector, el ex secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, flexibilizó las trabas a las exportaciones, algo por lo que venían luchando durante años los frigoríficos. Sin embargo, las ventas al exterior casi no subieron. Es decir, no salieron "en manada" a colocar su producción.  

Y esto, según el directivo, se debió a que "los cortes nacionales estaban muy caros. Era antieconómico para las empresas vender fuera del país. Tenían que regalar la carne para poder exportar".

Así las cosas, el "bife argentino" perdió terreno en todos los mercados de exportación, debido a un cóctel peligroso que conjugó inflación y atraso cambiario, que llevó al país a caer del top 10 entre los principales proveedores del mundo.

"Recién ahora, con la aceleración de la devaluación de los últimos dos meses se está viendo algún repunte, pero el daño que se le hizo al sector fue muy grande", disparó el titular de Ciccra.

Otro de los "símbolos" de la "argentinidad" es el vino, que tampoco logró escapar del flagelo de la pérdida de competitividad.

Así las cosas, la tasa de "mortandad" de bodegas creció, generando que no se sumen nuevas empresas exportadoras desde 2011. Paralelamente, se amesetó la creación de marcas para los mercados externos, lo que brinda una pauta de la estrategia de repliegue que hoy domina a esta industria.

Frente a este panorama, Javier Merino, director de la consultora Area del Vino aseguró que "es muy complejo que las bodegas puedan mantener sus niveles de rentabilidad cuando salen a negociar aumentos de precios con los importadores", lo que lleva a que muchas empresas terminen exportando a pérdida y subsidiando su negocio en el exterior con el mercado interno, que sí convalida ajustes.

Esto lleva a que hoy, según Guillermo Banfi, director de bodega Sur de Los Andes, puedan verse vinos de Mendoza en comercios de Miami o Nueva York, hasta un 20% más económicos que en un local porteño.

En estos casos, según explicó Elizondo, también "influye la logística y los costos de comercialización internos, que son mucho más elevados que en el exterior. Tener stock y distribuir una carga dentro de la Argentina se traduce en altas erogaciones y esta es otra variable más que contribuye a generar los desfasajes de precios".

Al respecto, un informe de la Asociación de Cooperativas Vitivinícolas (Acovi) destaca que "el costo del tramo de transporte terrestre Mendoza-Buenos Aires es mayor que el del flete marítimo que une a Buenos Aires con Europa, Estados Unidos o Sudáfrica".

Puesto en números, mover un contenedor chico desde la zona de Cuyo a Buenos Aires tiene un valor cercano a u$s3.200, prácticamente el doble que enviar esa misma carga hasta el puerto de Hamburgo.

El hecho de que más empresas deban resignar rentabilidad en la exportación para poder seguir en carrera y que haya firmas que se vean tentadas a concentrarse en un mercado interno que todavía "banca" los ajustes de precios es, bajo la óptica de Elizondo, una suerte de hipoteca a futuro.

Y parte de esos efectos, ya son notorios: de los principales 50 productos de exportación de la Argentina, casi 30 de ellos muestran tasas de variación negativas. En tanto que, cinco años atrás, esa cifra no llegaba a 10.

Consecuencias de un cóctel que conjuga atraso cambiario y altos costos en dólares, que llevan a que un paquete de galletitas fabricado en el partido de San Martín valga más en Buenos Aires que en un supermercado de Punta del Este. 

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