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Ricardo Fort y la metáfora de una Argentina opulentamente triste

Ricardo Fort y la metáfora de una Argentina opulentamente triste
06/12/2013 - 05:24hs
Ricardo Fort y la metáfora de una Argentina opulentamente triste

"Una vez terminado el juego, el rey y el peón vuelven a la misma caja." Aunque en este caso, se lo saque y se lo ponga de la caja varias veces, hasta que termine cremado, lo primero que parece haber dejado la muerte de Ricardo Fort es una moraleja, a la manera de las fábulas de Esopo: "El dinero no hace a la felicidad".

Pobre conclusión en una sociedad que se mueve guiada por la religión del consumo, a la que rinde culto en el gran templo soleado de Miami.

Pero Ricardo Fort fue mucho más que un millonario triste que murió de dolor. Fort representó, en plena era de los Kirchner, el regreso de la fiesta menemista.

Con 45 años, dos hijos, y 200 millones de dólares en su haber (heredados), Ricardo Fort murió el 25 de noviembre en la ciudad de Buenos Aires. En una clínica privada, de una hemorragia masiva. Murió con un cuerpo estresado que había sido sometido a 27 cirugías -muchas de ellas estéticas- y que cargaba con 16 tornillos de titanio.

Estaba solo, en terapia intensiva. Afuera esperaba su custodio, el encargado de avisar a la familia cuando el cuadro se agravó antes del infarto final.

Fue una muerte poco glamorosa para quien intentó por todos los medios, con los medios, ser admirado y reconocido. "Todo menos el perfil bajo, detesto el perfil bajo", fue una de sus primeras definiciones en 2009, cuando se presentó a sí mismo en una entrevista con Chiche Gelblung -en el programa de televisión 70 20 10¬- y empezó una fugaz carrera en el mundo del espectáculo.

En ese momento, cuando la crisis de comienzos de la década empezaba a borrarse de nuestras memorias y la clase media retomaba tímidamente los viajes y consumos en cuotas, Fort había llegado para recordarnos que otra vida era posible. Con una ostentación de niveles casi pornográficos -y carácter despótico- mostraba un estilo post Versace, combinando brillos, rólex, anabólicos, mujeres voluptuosas, "modelos masculinos" y mucho, mucho dinero exhibido.

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En poco tiempo, su paso por la televisión abierta lo llevó a las grandes ligas de la mano de Marcelo Tinelli (participó en "El musical de tus sueños" y "Bailando por un sueño"). Aprovechando el envión de tanta popularidad montó 4 obras de teatro -en Córdoba, Mar del Plata y Capital.

Su vida excéntrica llamaba la atención del público y los movileros del periodismo de chimentos lo seguían como moscas. También el público, fascinado por la plata que desbordaba de sus presentaciones y su modo impune de moverse por el mundo, con crédito de millonario. Ya fuera para criticarlo o para admirarlo, pocos quedaban indiferentes.En el colmo de los excesos y el exhibicionismo, buscó novia por concurso en el prime time televisivo. Una vez seleccionada su nueva acompañante, le pagó un cirugía plástica para que se agrandara los pechos -como prerrequisito para poder presentarla a su lado- y le dio en público la extensión de su exclusiva tarjeta de crédito black.

Es que para él, el culto a la estética venía acompañado de sacrificios y dolor: lo que la naturaleza no le dio, lo compraba en un quirófano. O al menos eso intentaba, con convicción y sacrificio. Convengamos que no es lo mismo ponerse tacos para ser más alto, que agregarse silicona en los talones. Ricardo además se había operado la cara para tener más pómulos y mentón, y se dicen que lastimó su columna a fuerza de hacer pesas en el gimnasio.

"Los 10 años que yo viví en la Argentina bajo la presidencia de Carlos Menem fueron para mí los más grandes de la historia de este país", dijo en 2011, cuando su auge mediático comenzaba a declinar.

Para un millonario como él, así como para gran parte de la clase media argentina, el recuerdo de los 90 -con botellas de agua Evian en las góndolas de los supermercados, la segunda vuelta del "deme dos" en Miami y las playas del Caribe al alcance en pesos dolarizados- configuraba una gran panacea. Pero, a diferencia de otros, Fort nunca se avergonzó de reconocerlo. Al contrario, siempre hizo gala de su añoranza por los tiempos en que la Argentina había formado -efímeramente- parte del "primer mundo".

Como titular del 14,72% de las acciones de la centenaria fábrica de chocolates y golosinas Felfort, Ricardo tenía resto para hacerle frente a sus excesos. Pero nunca fue tonto. Con la fábrica, la gran teta de la que nutría sus excesos y fantasías, no jorobaba. Felfort es una de las empresas que más factura en la Argentina (cerca de 35 millones de dólares) y él sabía cuidarla. De hecho, una de sus mayores innovaciones fue la inclusión de las barras de cereales a finales de los años 90, una idea de Ricardo.

Cabe recordar que, a comienzos de este año, cuando los empleados de la fábrica hicieron una toma en reclamo por bajos sueldos, empleos precarizados y malas condiciones de higiene y seguridad, Ricardo los mandó "a laburar". La diversión, quedaba claro, era sólo para quienes podían pagarla. Para el resto: la indiferencia o, en el mejor de los casos, la ley (o sea: la menemísima "flexibilización laboral").

En sus cinco años de vida mediática, Fort hizo de la provocación una marca de fábrica. En tiempos de preocupación ambiental vivía forrado en pieles de animales exóticos, echaba en público a cualquiera de sus empleados sin temor a represalias legales (que luego arreglaba el también mediático abogado Fernando Burlando), insultaba a cualquiera que no respondiera instantáneamente a sus caprichos e incluso llegó a pegar en cámara a otro personaje de la modesta farándula local.Ahora que ha muerto, tal vez pase a ser venerado como el patrón de los viajes o los boliches que siempre se ocupó de ser. De hecho, ya tiene su placa de homenaje en el mítico Esperanto: "Tu energía vivirá todas las noches en cada fiesta", dice. Al ritmo de "Ricky no se murió", el selecto público del lugar celebró la ocurrencia casi con el mismo fanatismo que unos días antes, a la salida de la sala velatoria, en la calle y bajo la lluvia, fans mucho más modestos gritaban ante su féretro: "Fort querido, el pueblo está contigo".

Es probable que en su muerte temprana haya más de un mensaje que como sociedad nos convenga aprender. La derrota de su estilo de vida -cristalizada en una de sus última imágenes públicas: en silla de ruedas volviendo de Miami- podría ser tema de muchas reflexiones. Pero hoy ya nos ocupan otras cuestiones, y ésta simplemente pasará como otro dato más de una realidad al menos "rara" de un país que se construye sin memoria.

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