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Guido Tawil, elegido como el abogado con mayor proyección

Setenta socios de los principales estudios lo eligieron como el abogado con mayor trascendencia para los próximos años. Tiene 43 años y ejerce la profesión desde los 21
29/07/2005 - 11:45hs
Guido Tawil, elegido como el abogado con mayor proyección

"Ni administrativista, ni jurista, ni litigator  o ese tipo de rótulos: abogado, a secas", se confiesa Guido Santiago Tawil.

Por eso reconoce que le costó aceptar esta entrevista con INFOBAEprofesional

Sin embargo, admite, lo sorprendió haber sido elegido en la encuesta (ver ranking completo) realizada por este medio, y que eso habrí­a inclinado la balanza por una respuesta afirmativa.

Sin callarse nada, Tawil analiza la realidad del mercado jurí­dico local, habla de las presiones, de los lobbies, y de sus miedos personales y profesionales por la marcha del paí­s.—¿Qué opinión tiene del nivel de los abogados argentinos?—La calidad de los abogados argentinos en general es buena, limitada quizás en la cantidad de gente.

Me parece que hay como dos mercados, el del abogado individual, donde hay profesionales muy buenos pero con poca visibilidad, y el de los grandes estudios jurí­dicos, donde hay gente muy buena, pero donde a veces falta profundidad.

Son esfuerzos individuales y por ahora no se ve que sea algo generalizado.

A pesar de eso, tanto profesional como académicamente, la Argentina es lí­der en América latina en el campo de los abogados.

Esto tiene que ver con lo que nos queda todaví­a de la gran formación cultural que tuvo este paí­s.—¿Es un mercado polarizado o concentrado en un grupo de estudios que se reparten la gran torta?—Creo que existe un divorcio muy fuerte entre estudios grandes y chicos.

Sin embargo, es un mercado que está "democratizado", es decir, adonde pueden llegar todos los que sigan sus reglas; no está reservado para algunos pocos, como podí­a ser antes, las familias legales o los apellidos ilustres.—Usted tiene un perfil académico muy marcado. Sin embargo, ese rasgo no es tan habitual en la generalidad de los abogados corporativos. ¿Es así­?—Es así­ porque se parte del prejuicio de que aquel que desarrolla una actividad académica no necesariamente va a poner el mismo esfuerzo en el trabajo profesional. -Sin embargo, está comprobado que eso no es así­ y que una cosa no excluye la otra, como hicimos en Bomchil, donde ahora tenemos una nómina extensa de profesores universitarios con un excelente background profesional.—Es muy común esto de encasillar a un abogado como académico o corporativo... —Sí­, es habitual que esto suceda, como el hecho de que alguien del Poder Judicial no pueda ejercer la profesión. Eso es un mito. La gente inteligente se desarrolla en cualquier área.—¿Lo mismo pasa con las especializaciones?—Creo que sí­. Sin embargo, un buen abogado tiene que saber hacer de todo: hoy, administrativo; mañana, laboral o penal.—¿ No es paradójico que mientras en la facultad a la mayorí­a de los estudiantes les gusta el derecho penal y el laboral, en la práctica de los estudios se busquen abogados con perfil de derecho empresario?—Es cierto. En realidad creo que los abogados tenemos que formarnos en la práctica general. Es decir, que sea cual fuere la especialidad que se elija debemos tener una muy buena formación general. Justamente, uno de los defectos de los estudios grandes es la superespecialización. Ningún buen abogado se puede formar sin saber de derecho civil y comercial básico.

Por ejemplo, un abogado que haga solamente inversiones extranjeras, una vez que se le acaba ese trabajo se queda sin nada.

Un buen abogado tiene que saber de todo y después pensar en la especialización. Aunque, obviamente, cuanto más especializado se esté, mejor.—¿Cómo se reconoce a un buen abogado?—Un buen abogado se nota a los 23 o 24 años por su personalidad y su capacidad de liderazgo. Por eso son muy importantes los primeros años de profesión. —¿Tuvo maestros en la profesión?—En realidad nunca fui un discí­pulo tradicional a quien alguien haya guiado a lo largo de su carrera.

Sin embargo, en momentos difí­ciles recibí­ mucha ayuda de Claudio Kiper, de Julio Comadira, de Máximo Bomchil. También aprendí­ mucho de Juan Carlos Cassagne.—¿A quiénes admira?—En mi especialidad, a Héctor Mairal y Juan Carlos Cassagne. En otras áreas a Héctor Alegrí­a, Alfredo Rovira.

En general, son abogados más grandes que yo, de otra generación. Lo que pasa es que mi camada tiene menos gente en mi especialidad y me siento más identificado con una camada de una generación más grande que la de mi propia edad. —¿Cómo es ejercer hoy la profesión de abogado en este contexto del paí­s?—Hoy es un paí­s con un riesgo alto, con procesos de desinversión y mucha conflictividad.

La gran preocupación que tienen los inversores extranjeros es la inseguridad jurí­dica, el rompimiento de las reglas contractuales.

Es decir que quien vaya a invertir dinero en el paí­s piensa mucho antes y por eso sólo hay inversiones de oportunidad.

Ese escenario nos cambia las reglas de juego a los abogados. Por la creciente conflictividad pasamos de ser asesores a arreglapleitos.

Uno espera que la inversión vuelva, pero si se quieren fomentar las inversiones hay que asegurar primero que va a haber seguridad jurí­dica.

Lo que ocurrió en el 2001 es que se rompió un contrato y que el derecho no dio soluciones, salvo casos aislados.

La lesión al sistema legal fue tan fuerte que el sistema jurí­dico se resintió y, por ende, nuestra profesión.—¿Le gusta litigar?—Litigo bastante, pero no me gusta el conflicto ni el pleito.

Cuando litigo me gusta enfrentarme con buenos abogados donde se debatan temas técnicamente importantes.

Por ejemplo, me gustan mucho los abogados ingleses, que litigan con humor, con ironí­a e inteligencia.—¿Alguna vez pensó en irse del paí­s? —Tengo mucho en el paí­s como para mudarme al exterior. Nunca lo pensé seriamente.

—¿Cómo le gusta definirse, como administrativista, como profesor, como abogado?—Ni administrativista ni jurista, abogado a secas.Yo hice un poco de todo en la profesión, hice derecho civil y comercial, laboral, aeronáutico, así­ que tampoco me gusta encasillarme.

—¿Fantasea con abrir su propio estudio jurí­dico? — í‰sta es mi firma. Me interesa el reconocimiento personal, pero puede ser en otras cosas, en lo académico, no en un rótulo.

—¿Por su participación en el CIADI recibió muchas presiones?—Siempre cultivé un perfil bajo, quizá me expuse por este tema pero siempre evito confrontar, el litigo, las polémicas, reservo mis argumentos para el caso.

—¿Cómo se maneja el tema de los lobbies?—El derecho administrativo está tan vinculado al Estado que es inevitable que se nos vincule con los lobbies. Sin embargo creo que ése no es el rol del abogado sino del empresario, del ejecutivo.

—¿No cree que el rol del abogado está excesivamente exarcebado en esos últimos tiempos?—Sí­, creo que tiene que ver con la época donde se exacerba la idea del conflicto, de la pelea y las luchas internas. Pero el mensaje viene de arriba abajo. Por eso también todo está tan judicializado.—¿Cuáles son sus desafí­os personales?—Estoy un poco confundido porque me preocupa mucho el futuro del paí­s, el de mis hijos, el del estudio. No me resulta tan claro prever qué es lo que viene y eso es agotador.

Desde el punto de vista profesional me interesa poder desarrollar una cátedra en la universidad, armar un buen equipo que lidere la renovación del estudio cuando ya no estemos, desarrollarme como árbitro. Pero todo está atado a la marcha del paí­s, sin dudas.

Consulte El ranking completo de los abogados más votados

Leer entrevistas a Roberto Silva (segundo más votado) y Guillermo Ucha (tercero).Maria Bourdin[email protected]

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