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Dí­a D: cómo siguen los salarios, impuesto a las Ganancias y el plan de ajuste de Cristina tras el paro general

Dí­a D: cómo siguen los salarios, impuesto a las Ganancias y el plan de ajuste de Cristina tras el paro general
11/04/2014 - 07:05hs
Dí­a D: cómo siguen los salarios, impuesto a las Ganancias y el plan de ajuste de Cristina tras el paro general

Estaba contento Moyano. Y se le notaba, por más que insistiera en que no había motivos para la euforia y que a ningún dirigente gremial le gusta convocar a medidas de fuerza.

Lo cierto es que ayer pudo revalidar su reputación de ser el único sindicalista capaz de "parar el país". Y disipó las especulaciones de que -tras la estrategia del Gobierno para cerrar contrarreloj gran cantidad de paritarias- la convocatoria podía quedar vacía de contenido.

El acatamiento fue altísimo, no sólo en los rubros donde se daba por descontado, sino que se notó una casi nula actividad incluso en oficinas de los ministerios, en escuelas y en varios pueblos del interior donde el transporte público no resulta tan relevante para la asistencia laboral.

Por eso sonreía Moyano cuando, en la conferencia de prensa, sus seguidores lo recibieron con un cántico clásico, con letra ajustada ad hoc: "Traigan a Cristina y a Caló/para que vean/que Moyano no cambia de idea/tiene las banderas/de Evita y Perón".

Era casi un desahogo para una jornada plagada de ironías, chicanas y acusaciones.

La batería kirchnerista había comenzado con el argumento de que, si no fuera por el "servicio" que prestaban las organizaciones de izquierda al bloquear los accesos a Capital, la jornada transcurriría sin problemas.

En este marco, se había dado a conocer una encuesta Aragón & Asociados según la cual el 60% de la población desconocía los motivos de la huelga -y el porcentaje ascendía al 68% en el segmento de menores ingresos económicos-.

Las declaraciones de los días previos incluían a Antonio Caló afirmando que "los compañeros me dicen que no entienden el paro y yo tampoco, porque no hay necesidad cuando se están discutiendo paritarias".

Y, por cierto, no faltaron las chicanas por la nueva política de alianzas de Moyano, que incluye a la izquierda que siempre lo acusó de "burócrata", al ex menemista Luis Barrionuevo y a la Federación Agraria que había enfrentado duramente al Gobierno en el conflicto de 2008, cuando todavía el líder camionero era aliado del kirchnerismo.

Esa situación permitió que el paro tuviera un componente no muy habitual en este tipo de jornadas.

Como, por ejemplo, que Luis D'Elía, en su cuenta de twitter, hablara de "aprietes" a quienes querían trabajar e instaba a denunciar esas situaciones. En curiosa coincidencia, Federico Sturzenegger, referente económico del PRO, rechazaba el "autoritarismo del piquete" y abogaba por que se respetaran "los derechos de todos, del que quiere trabajar y del que quiere parar".

Las críticas al camionero llegaban también desde la izquierda dura, como lo evidenció el mensaje de Jorge Altamira, titular del Partido Obrero, para quien el hecho de que "la burocracia moyanista" haya criticado los piquetes es una evidencia de que "llamaron al paro para descomprimir y negociar espacios con Massa y Scioli".

Claro que también sobraron las ironías para el Gobierno.

Como la del ex diputado Fernando Iglesias, que observaba: "No deja de ser divertido ver a los líderes de la revolución imaginaria Nac&Pop hablando de paros extorsivos y restaurantes llenos".

Mientras que el analista Jorge Asís criticaba que el Gobierno calificara al paro de "chantaje y extorsión" y se preguntaba: "¿Cómo Kunkel, Pérsico y el Lindo Julián (por Domínguez) suscriben un gorilismo semejante?".

Y ponía el dedo en la llaga con este diagnóstico: "Le duele a los cristinistas haberse desprendido de Moyano. Creyeron suplirlo con Unidos y Organizados y la docilidad de Caló".

Con agenda de clase media

Con el piquetero D'Elía hablando del derecho a trabajar y con el productor agropecuario Eduardo Buzzi declarando que se sentía "contento como perro con dos colas", era inevitable que la conferencia de prensa estuviera dominada por esa sensación contradictoria que deja el "nuevo Moyano".

Es por eso que el líder sindical se sintió obligado a enfatizar que no había cambiado de posición y que el paro reflejaba un rechazo popular a la política económica del Gobierno.

Lo cierto es que si algo llamó la atención de esta medida de fuerza fue la "agenda de clase media" en las reivindicaciones, lo cual ha dado pie a las acusaciones de que el paro fue "funcional al establishment".

A fin de cuentas, como destacó Artemio López, uno de los politólogos más cercanos al Gobierno, la cantidad de asalariados afectados por el impuesto a las Ganancias son un porcentaje mínimo del total -1,7% según López-. Sin embargo, Moyano centró su crítica en el "injusto impuesto al trabajo".

En cambio, ocupó un lugar mucho menos destacado la pobreza, el incremento del desempleo entre la juventud del conurbano o la persistencia de un tercio de los trabajadores en situación informal.

Por el contrario, Moyano, que hasta hace poco tiempo minimizaba la inflación -afirmando que era preferible antes que la deflación de los años '90 que generaba desempleo-, ahora la califica como uno de los mayores problemas del país.

Criticó, además, el efecto de la devaluación y de los recortes de subsidios a los servicios públicos, dos situaciones que castigan mucho más a la clase media -consumidora de artículos importados y de viajes- que al sector trabajador de bajos ingresos.

Y, para completar la agenda sindical que el Gobierno califica como "funcional a la derecha", se incorporó el pedido de medidas contra la ola delictiva.

Es este nuevo perfil el que deja planteada la duda sobre si el éxito del paro puede realmente considerarse una victoria política que le dé réditos a Moyano en el futuro.

Implicará un difícil equilibrio entre las posturas radicalizadas de sus nuevos aliados de la izquierda y los reclamos de la clase media.

Consciente de las críticas que implica esta situación, el líder sindical se defendió por la vía de señalar las propias contradicciones del Gobierno.

Así, recordó que el ministro de Economía, Axel Kicillof -"que venía con chapa de tener formación izquierdista"- estaba viajando, el mismo día del paro, a Washington para participar en la asamblea anual del Fondo Monetario Internacional para pedir que se restablezcan las líneas de crédito internacional hacia el país.

El día después

Más allá de las anécdotas de la jornada, la gran expectativa pasa por las consecuencias concretas que pueda tener el paro sobre la política económica del Gobierno.

Y allí es donde el éxito del paro de Moyano queda relativizado. Ocurre que el Ejecutivo, en el afán de vaciar de contenido la convocatoria, ya había acelerado contrarreloj los cierres de las negociaciones paritarias clave. 

Docentes, metalúrgicos, bancarios, empleados de comercio y obreros de la construcción habían firmado sus acuerdos con el "modelo Caló", lo cual deja poco margen para que haya planteos que se aparten mucho de esa línea.

Lo cierto es que, si se observan los porcentajes de aumentos de sueldos que pactaron estos gremios y los que están reclamando los que todavía no firmaron, resulta difícil decir que lo que justificó el paro haya sido la cuestión salarial.

Es allí donde reside el principal interrogante del "día después": ¿habrá que considerar a la huelga como el primer capítulo de una escalada conflictiva o, por el contrario, fue un punto máximo a partir del cual la tensión se irá relajando y el Gobierno podrá mantener el control político?

A juzgar por la cuestión salarial, la sensación es que el Ejecutivo logró un objetivo que parecía difícil: encuadrar los aumentos en línea con la proyección de inflación para este año, evitar los acuerdos de corta duración y la profusión de cláusulas de ajuste, al estilo de los '80.

Un plan que sigue su curso

En cuanto a otras medidas polémicas de la política económica, tampoco parece que puedan ser revertidas por una movilización masiva.

En lo que respecta a los recortes a los subsidios, no se han notado resistencias fuertes, más allá de las críticas en las redes sociales. Pero muy lejos del "efecto Dilma Rousseff" que temía Cristina Kirchner ante la ola de protestas callejeras en Brasil cuando la mandataria incrementó las tarifas del transporte. 

De hecho, nadie podría llegar a la conclusión de que, después del paro de ayer, la Presidenta revisará su decisión de recortarlos.

A decir verdad, Cristina siempre ha demostrado más temor por la reacción de la clase media -como los "cacerolazos" de los autoconvocados por las redes sociales- que por las protestas del sindicalismo tradicional.

Pero ni los ajustes de tarifas ni la situación del dólar parecen ser hoy motivo de un descontento social tal que puedan llevar a un desborde.

La relativa tranquilidad cambiaria después de la devaluación de enero, junto con la parcial apertura del "cepo" y a la caída del blue, han devuelto algo de oxígeno al Gobierno.

Acaso el tema en el cual el Ejecutivo sí dará una concesión será en el del impuesto a las Ganancias, donde accederá a ajustar por inflación el "piso" a partir del cual comienza a tributarse.

Pero, en líneas generales, la posibilidad de cambios en el plan económico parece improbable.

"Espero que la inteligencia les dé como para empezar a dar respuesta a los reclamos. Quiero pedirle encarecidamente y humildemente al Gobierno: preste atención a lo que expresa la gente, dejen de lado la soberbia, la actitud de maltrato", expresó Moyano.

Pero inmediatamente aclaró que no ponía muchas expectativas en que ello pudiera ocurrir y que, por lo tanto, el plan de movilizaciones continuaría en curso.

Es una visión que comparten los analistas. Como Rosendo Fraga, para quien "es más probable imaginar nuevos paros nacionales que a Cristina y Moyano dialogando".

¿Hasta dónde estará dispuesto a llegar?"Las tensiones van a ser inevitables incluso dentro del propio Gobierno, como ya estamos viendo, pero la realidad es que hoy todo el ambiente político, incluyendo a Moyano, está alineado con la consigna del Papa Francisco de cuidar la normalidad institucional y no alterar la llegada de Cristina a 2015. Así que no creo que el líder sindical quiera llevar la gente a la calle y arriesgarse a que eso se le salga de control", analiza el politólogo Jorge Giacobbe.

En definitiva, lo que determinará la conflictividad será el éxito relativo que pueda tener el plan de estabilización que intenta Kicillof.

Como intuyó Moyano, la respuesta sobre cómo será el panorama social dependerá, en buena medida, de la suerte que el Gobierno tenga en sus gestiones internacionales para recuperar el crédito que permita un desahogo para las arcas del Estado.

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