Nacido en Nápoles en 1886, por sus investigaciones y productos, el laboratorio Menarini asegura haber estado siempre en la cresta de la ola. Salvo, en la Argentina.

La última semana decidió batirse en retirada del país al que llegaron en el dramático 2001. La zozobra de los últimos tiempos, con trabas a la importación de insumos, costos al ritmo de la inflación y la imposibilidad de girar dividendos al exterior, los empujó a cerrar la operación.

No fue una decisión sencilla para un grupo que es el número 16 entre los laboratorios europeos y el 38 en el mundo, con una facturación de 3.300 millones de euros, de los cuales 73% lo obtiene de su presencia en el exterior.

Según la publicación especializada Pharmabiz, "la restricción de trasladar los mayores costos a precios", influyó en la decisión. Menarini con sede en el barrio porteño de Coghlan, factura unos 1,6 millones de dólares anuales y emplea 100 personas.

La casa matriz de Menarini ya había dado un indicio a fines de 2012 de estar evaluando su salida del país. Aquel diciembre optaron por no reemplazar al CEO, Fernando Fogarin.

Sus principales medicamentos son el analgésico Enantyum, el antihipertensivo Nebilet y el antiespástico Spasmoctyl.

Pharmabiz sostiene que habría otros laboratorios de capital extranjero de tamaño medio que evalúan imitarlo.

Por cierto, los laboratorios nacionales pequeños, que no se dedican a especialidades como las oncológicas que dejan amplio margen, también se ven en figurillas: hay varios en convocatoria de acreedores.

Y el año pasado, líderes como Bagó y Elea, perdieron plata, pese a que los medicamentos siguen siendo caros si se miden en función del poder adquisitivo de los argentinos.