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Griesa dejó la pelota en campo argentino: Kicillof, ante dilema de definir a lo Messi o terminar como Suárez

El juez le dio le dio al ministro hasta fin de julio para que proponga un plan de pago a holdouts. ¿Hará un gol a "lo Lio" o lo traicionarán los nervios?
30/06/2014 - 10:00hs
Griesa dejó la pelota en campo argentino: Kicillof, ante dilema de definir a lo Messi o terminar como Suárez

Como en los partidos del Mundial con final dramático, en los que el asistente del juez muestra el cartelito de tiempo adicional y se sabe que todo puede ocurrir en cinco minutos... Así se vivirán los próximos 30 días en la economía argentina.

El juez Thomas Griesa, con su decisión del viernes de impedir el pago a los "acreedores buenos" pero no embargar, dejó en claro que la Argentina no será empujada inmediatamente a la situación de default, pero que ya no tiene más margen para dilatar la situación.

Antes del 30 de julio, deberá presentar un cronograma para cumplir con el fallo perdido frente a los "fondos buitre". Es decir, deberá especificar cómo piensa pagar.

Lo cual puede ser algo bueno o malo, según quién lo interprete.

"Es un empate, veníamos cinco a cero abajo y se logró tiempo suplementario", afirma el abogado Marcelo Etchebarne, siguiendo con la metáfora futbolera imperante en estos días.

El letrado, experto en reestructuraciones de deuda, no vacila en considerar positivo el hecho de que Griesa haya hecho un movimiento que, en los hechos, impidió el default.

Esta fue, en general, la visión compartida por los expertos.

La decisión del magistrado es la mejor que podría haber tomado para la Argentina. Si hubiera embargado los fondos, habría empezado a diluir las herramientas que tiene el país para negociar", sostuvo el economista Aldo Abram, director de la fundación Libertad y Progreso.

También Aldo Pignanelli, el influyente ex titular del Banco Central, prefirió ver esta situación con alivio: "Nos están dando una nueva chance para que sigamos discutiendo los detalles de algo que para mí ya está completamente asegurado. Los fondos están acreditados por el Gobierno, que muestra voluntad y capacidad de pago".

Pero, más allá de las expresiones de deseo sobre un pronto arreglo, lo cierto es que no está tan claro qué ocurrirá en este "alargue".

Sobre todo, porque nadie se atreve a interpretar las intenciones de un gobierno que, en las últimas semanas, ha cambiado de opinión al punto de defender posturas radicalmente opuestas.

De manera que el interrogante para esta nueva etapa es qué priorizará el Ejecutivo:

• El aferrarse a un "relato" de victimización y a la persistencia en no hacer una oferta a los "buitres".

• O, en cambio, asumir el costo político de pagarle a los holdouts y negociar un cronograma para normalizar su situación.

Estrategia de alto riesgo

Lo que habrá que reconocer, en todo caso, es que Griesa tiene más astucia política de lo que parecía.

A fin de cuentas, con su medida, devolvió la pelota a la cancha argentina y desarmó buena parte de la argumentación que han defendido los funcionarios kirchneristas.

El anuncio adelantado el pago a los bonistas que habían entrado al canje de 2010 supuso, por parte del Gobierno:

•El desconocimiento a las órdenes del juez Griesa, quien había designado un mediador para determinar cómo se harían los pagos.

•Y, sobre todo, una evidente jugada política, destinada a enviarle a la opinión pública internacional una señal fuerte: la Argentina quiere pagar pero no la dejan.

Esto se reflejó en la conferencia de prensa de Axel Kicillof, en el documento difundido tras esa conferencia, en el tuit de Cristina Kirchner que afirmaba "Argentina paga" y luego en las solicitadas publicadas en los diarios.

Así, la administración K buscaba deslindar responsabilidades por cualquier evento en el cual pudiera incurrir involuntariamente en default y, además, insinuaba con bastante claridad que el juez no era imparcial en su labor, sino que podía estar movido por la intención de favorecer a los litigantes.

De este modo, se daba una imagen de integridad para la base de apoyo político kirchnerista, al tiempo que se evitaba cualquier posibilidad de acusación de un default voluntario.

Y se "desafiaba" a Griesa a empujar al país a la cesación de pagos, en contra del consejo de toda la opinión pública internacional.

El economista Tomás Bulat resumió la sensación existente por estas horas: "La reacción que está esperando Argentina es una movilización mundial para pedir la cabeza de Griesa; el Gobierno expresa un convencimiento de que hay una connivencia del juez con los buitres".

Y no oculta su preocupación por esta actitud: "Es una estrategia muy arriesgada, en la cual el Ejecutivo está jugando con una lógica de política interna. Está toreando a la justicia norteamericana, y el riesgo es el de caer en default por desacato".

Griesa contraataca

Sin embargo, el magistrado no adoptó ninguna de las posturas extremas.

Es decir, ni embargó los fondos de los bonistas -lo cual habría puesto a la Argentina en default- ni permitió que se realizara el pago -lo cual habría significado permitir un incumplimiento de su fallo, para furia de los "buitres".

En cambio, la devolución del dinero a la Argentina, sin reponer la medida cautelar que protegía al país es, para continuar la línea futbolera, el equivalente a tirar la pelota a la cancha del rival.

Con los 30 días por delante para sentarse a negociar, ya no cabe el argumento expuesto por Kicillof ante el G77, de que el juez pretende que la Argentina resuelva una cuestión financiera compleja en tan solo tres días.

Tampoco se obliga a la nación a la cesación de pagos ni se dispone un embargo sobre un dinero sobre el cual está en debate si es propiedad del país o de los bonistas. En cambio, se abre la oportunidad de negociar para determinar una forma de cancelación que es, ni más ni menos, lo que se venía reclamando públicamente.

"El Gobierno quiso dar una señal de voluntad de pago. Y al juez le molestó porque iba en contra de una orden de él. Lo que ahora Griesa está diciendo es que no hay nada más que negociar en cuanto al fallo. Hay que pagar, el tema es el cronograma, cómo y cuándo", afirma Fausto Spotorno, economista jefe del Estudio Ferreres.

Lo cierto es que la reacción del magistrado incomodó al Gobierno, algo que quedó en evidencia en el comunicado que difundió el ministerio de Economía el viernes pasado.

Califica como "insólita e inédita" la resolución del juez. Y lo acusa de excederse en su jurisdicción, al disponer sobre el pago de bonos del canje de 2010, cuando su materia de juicio son los títulos defaulteados del 2001.

"Se trata de fondos que ya no son de la Argentina, sino que pertenecen a terceros", expresa el comunicado, en el cual se acusa al juez de "impedir que un deudor cumpla con sus obligaciones y que los acreedores puedan cobrar".

Kicillof, entre Messi y Luis Suárez

A juzgar por esta primera reacción, la estrategia política del Gobierno no cambiará.

Griesa sigue siendo un "villano", mientras la Argentina intenta normalizar su relación con la comunidad financiera a pesar de los obstáculos.

El comunicado oficial cierra con el ya clásico compromiso de "honrar sus deudas con el 100% de los acreedores de manera justa, equitativa y legal".

Pero, conforme pasan los días, los márgenes de acción del Ejecutivo empiezan a estrecharse y la posibilidad de defender su discurso político se diluye.

¿Cómo interpretar los párrafos del comunicado oficial que, sin dudas, fueron consultados a la Presidenta antes de su publicación? No es fácil, porque mantiene la ambigüedad de los últimos días.

Por un lado, ratifica el compromiso de pagar, pero parece sostener la postura de desconocer el fallo, al insistir con el argumento de que no puede darle a los "buitres" un tratamiento diferencial respecto del resto de los bonistas.

"La sensación de este momento es que quien define la estrategia es Kicillof, que elige una postura de confrontación y que tuvo un error de cálculo. Porque partía de la base de que una sentencia en contra de la Argentina tendría consecuencias sobre el sistema financiero internacional", observa el politólogo Rosendo Fraga.

Pero ya se conoce cómo funciona la lógica kirchnerista: la radicalización del discurso puede ser perfectamente compatible con la negociación para cancelar deudas, incluso en condiciones que algunos han calificado como de demasiado amigables con los acreedores.

Fue, en definitiva, lo que ocurrió con los casos Repsol y Club de París, que ha valido varias "chicanas" en los últimos días.

Como la de Alfonso Prat Gay, quien recordó que, mientras el período de gracia que habitualmente otorga el Club de París en sus renegociaciones es de cinco años, "Kicillof consiguió cinco semanas". "Ahora tenemos que pagar una cuota de 650 millones. Esperemos que no hagan lo mismo con los fondos buitres", disparó.

Otro ex titular del Central, Martín Redrado, también pegó donde le duele al kirchnerismo, al afirmar que la violencia de las formas contrasta con una actitud concesiva a la hora de los hechos.

"Siempre hay alguien que puede pestañear en la negociación, pero espero que no sea la Argentina, que mantenga la firmeza en el fondo. Me interesa más que la forma, ser firmes en el fondo, que no seamos blanditos, como pasó con el Club de París", apuntó.

Las versiones de una negociación "bajo cuerda" fueron alimentadas por presencias imprevistas en la Casa Rosada, como la de Guillermo Nielsen, el principal negociador de la deuda durante el canje que en 2005 llevó adelante el equipo de Roberto Lavagna.

Lo cierto es que, con su decisión del viernes, Griesa también desactivó la posibilidad que muchos señalaban como la que, inconfesadamente buscaba el Gobierno: que el juez tomara el monto depositado en el Bank of New York y decidiera cuánto de ese monto sería destinado a los bonistas del canje y cuánto a los holdouts.

En otras palabras, que había una secreta esperanza de poder pagarles a los litigantes pero sin quedar, ante la opinión pública argentina, como un gobierno que le dio dinero a los buitres sino que sufrió la imposición del controvertido juez.

Esa posibilidad ya no existe, por lo que, en estos 30 días, el costo político para el Ejecutivo se hará más difícil de eludir.

El gran enemigo, en definitiva, es el tiempo.

A fin de cuentas, si algo falló en los planes fue la imposibilidad de que los tiempos judiciales se estirasen hasta 2015, cuando ya la posibilidad de sufrir reclamos por parte de los bonistas que entraron al canje de 2010 queda desactivada.

Como dice Eduardo Levy Yeyati, director de la consultora Elypsis, "hubo y hay una estrategia argentina en la saga de holdouts: llegar a fin del 2014. El mal timing de la Suprema Corte nos dejó seis meses cortos".

En este marco de tiempos que se aceleran, negociar y pagar se torna inevitable. Para algunos, es lo mejor que podría ocurrir, porque nadie quiere el default y, finalmente, la Argentina terminará normalizando su situación.

Pero antes hay que jugar el alargue, en un clima de tensión extrema. Y los jugadores argentinos están nerviosos.

En circunstancias así, se sabe, todo puede ocurrir: desde que la estrategia de los funcionarios K salga "a lo Messi" y lleguen los aplausos para Kicillof hasta que los nervios le jueguen una mala pasada al ministro y le termine yendo como al jugador uruguayo Luis Suárez que se quedó sin poder jugar.

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