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Palpitando el default: prevén más presión sobre el dólar, un duro cerrojo importador y dificultades para empresas

De darse este escenario, habrá complicaciones para vender al mundo, también para importar productos. La brecha cambiaria, con pronóstico alcista
25/07/2014 - 10:05hs
Palpitando el default: prevén más presión sobre el dólar, un duro cerrojo importador y dificultades para empresas

Crecimiento del nivel de actividad, fuerte achicamiento de la brecha entre el dólar blue y el oficial, ingreso de "plata fresca" vía colocaciones de deuda e inversiones, aflojamiento del "cerrojo" importador...

¿Una Argentina ideal? Nada de eso. Simplemente, se trata del diagnóstico que, a grandes rasgos, trazaban hace apenas unos días consultoras y analistas sobre el escenario que se avecinaba para el país, en momentos en que se fortalecía el consenso en torno de un acuerdo con los holdouts que permitiera eludir el default y acercarse a los mercados internacionales de crédito. 

Sin embargo, luego de que el juez Thomas Griesa desistiera de reponer el stay, comenzó a barajarse el escenario más temido y el que, hasta ese entonces, supuestamente era el de ocurrencia menos probable.

Un escenario que pasó a cobrar más relevancia cuando la Presidenta, en un durísimo discurso en contra de los fondos buitres, llevó la discusión al terreno de la semántica: "Quiero decirles que la Argentina no va a caer en default. Porque en default entran los que no pagan. Y Argentina pagó. Así que van a tener que inventar un nombre nuevo".

Y el mercado lo hizo. Según el consultor Salvador Di Stefano, a partir del anuncio del Gobierno, "comenzaron a utilizarse distintas terminologías para reflejarlo, desde ´default táctico´, hasta ´estratégico´", para luego advertir que, más allá de los nombres, "no deja de ser un default, que va a traer aparejadas implicancias negativas para la economía real".

Faltando pocos días para el 30 de julio, fecha límite para pagar a los bonistas reestructurados, la negociación con los holdouts sumó una dosis extra de dramatismo este jueves, cuando Daniel Pollack, el mediador que designó Griesa, informó que los representantes del Gobierno no accedieron a reunirse cara a cara con los litigantes.

Incluso, el Fondo NML, que dirige Paul Singer, advirtió en un comunicado que "la Argentina eligió ir la semana que viene al default", dado que los representantes volvieron a "negarse a negociar cualquier aspecto del litigio".

De este modo, así como hace unos días las proyecciones presagiaban un contexto más benigno para la economía doméstica, los diagnósticos ahora son cada vez más sombríos.

Si bien todos evitan hablar de una crisis de grandes proporciones -al tiempo que no se trazan paralelismos con el último gran default, que tuvo lugar hace más de una década-, el temor está puesto en las consecuencias que un escenario de esta naturaleza podría generar sobre el consumo, las empresas y el nivel de actividad. 

En un duro editorial, el diario Financial Times advirtió que "no hay duda de que el impacto del default en la economía será fuerte, agravando la recesión, la inflación y la escasez de dólares. Y tal vez, incluso, desencadenando una segunda devaluación en el año".

Sin embargo, no todos coinciden con este pronóstico. Como Aldo Ferrer, economista cercano al entorno K, quien remarcó que "hay que abandonar esta idea de que si no hay arreglo se viene el mundo abajo. Y también la fantasía de que si Argentina cede, nos van a llenar de dólares y de inversiones".

En este grupo también se encolumna Agustín D'Atellis, referente de la agrupación "La Gran Makro", quien señaló que "es necesario quitar el fantasma que se intenta instalar de que pasado el mes de julio, si se da una situación de default técnico, va a venir un gran cimbronazo económico, porque no es cierto y no va a ocurrir".

"Yo no veo una catástrofe, como tampoco veo que si se arregla, la economía se recuperará. Bajarán un poco las reservas y habrá presiones cambiarias, pero no veo que sea como en 2001 cuando oficialmente declararon el default", argumentó, por su parte, el ex ministro de Economía Jorge Remes Lenicov. 

Pero lo cierto es que los empresarios se muestran inquietos y preocupadosmás allá de estos vaticinios que buscan traer algo de calma. 

"Operativo cerrojo", nueva fasePreocupados por el posible impacto, de no arribarse a un consenso, desde el sector empresario comenzaron a elevar voces de alerta, especialmente de aquellos que tienen vínculos comerciales con el mundo, dado que un país que entre en default, por más que sea "técnico" o "transitorio", termina arrastrando a aquellas compañías que dependen del crédito externo o mueven su inventario en función de la cotización del dólar.

Al respecto, el gerente de la Cámara de Importadores de la Argentina, Miguel Ponce, advirtió que "un escenario de este tipo implica un agravamiento de la situación que vivimos hoy y mayores problemas para las firmas locales que hacen negocios con el mundo". 

El primer inconveniente que observa el analista Eric Ritondale, de Econviews, es que, "hasta que se logre salir de la cesación de pagos, no van a llegar todos esos dólares que se esperaban conseguir por la vía financiera o a través de inversiones". 

Según el experto, "de confirmarse el default, todavía resta ver durante cuánto tiempo se extenderá. Todo hace pensar que no irá más allá del primer trimestre de 2015. Pero lo que sí es seguro que, al menos durante lo que reste de 2014, el Gobierno deberá lidiar con la escasez de divisas".

Bajo su visión, "esto generará que se intente, por todos los medios, cuidar al máximo los dólares que hay en la economía. Y esto seguramente implicará crecientes restricciones a la entrega de divisas para hacer frente a importaciones".

Desde el Estudio Bein, el economista Martín Vauthier, coincidió en el inconveniente que enfrentará el Gobierno en los próximos meses frente a la restricción de billetes verdes para financiar las compras al mundo.

Para ello trazó una cuenta muy sencilla pero contundente: "El Banco Central seguramente cerrará el año con reservas por debajo de los u$s28.000 millones y arranque 2015 con compromisos de deuda por u$s10.000 millones. Por eso, si se pretende cubrir las importaciones, más que nunca se necesitará contar con algún grado de apertura financiera, que sólo será posible a partir de un acuerdo con los holdouts".

"Cuanto mayor sea la apertura al crédito internacional, ya sea vía inversiones o colocaciones tradicionales de bonos, entonces mayor será el crecimiento de la economía al que se pueda aspirar. Por eso, el financiamiento externo será vital. En cambio, en un escenario de default, el BCRA se encamina a iniciar el 2015 sin dólares suficientes para hacer frente a las importaciones", acotó.

El experto recordó que por cada punto de alza del PBI que pretenda lograr el Gobierno, se requieren de unos u$s2.500 millones extra para costear las compras al exterior.

En este sentido, Ponce, de CIRA, acotó que "será fundamental para la economía en general, y para el sector importador en particular, un pronto retorno a los mercados internacionales de crédito. Sólo así mejorará la actual situación que afecta a miles de empresas, que al día de hoy no pueden acceder, en tiempo y forma, a insumos, materias primas y componentes clave para los procesos de fabricación".

Frente a este escenario, el flamante acuerdo con el gobierno de China, que permitiría sumar u$s12.000 millones a las reservas del BCRA, no despierta gran entusiasmo entre analistas. 

Sucede que el mecanismo elegido, un swap, no implica técnicamente un desembolso, sino que es un canje de yuanes por pesos cuya utilización se limitaría al intercambio comercial.

"Ayudará a resolver algunas cuestiones de liquidez en lo que hace a la relación bilateral con China. Pero estamos hablando de menos del 10% del total del comercio de la Argentina con el mundo. Es un número que no va a impactar en las cuentas", sostuvo Ritondale.

Menos crédito externo y más caro 

Remes Lenicov, advirtió que, en una instancia como la que enfrenta la Argentina, "las calificadoras de riesgo nos bajarán la nota".

Y una desmejora de la reputación del país es una mala noticia para todas las empresas vinculadas con el comercio internacional.

Ponce advirtió que "hoy ninguna empresa relacionada con el comercio exterior puede trabajar sin financiamiento. Es imposible. Usualmente el crédito lo da el proveedor de afuera. Y las condiciones en que se dan estos créditos están vinculadas con el nivel de confianza en el que se apoya un país. Con default, se endurecen estas condiciones y esto va a perjudicar a las empresas argentinas".

Además brindó un caso concreto para graficar el impacto de una medida de esta naturaleza: "Una autopartista de Rosario, por ejemplo, que importa componentes desde China o Brasil, si antes tenía 120 días para pagar, pasaría a tener que abonar todo el embarque cash o, lo que es peor, por adelantado. Es decir, que su proveedor no iniciará la fabricación hasta que esta firma argentina le envíe todo el dinero vía transacción bancaria".

El encarecimiento del crédito también repercutiría entre las firmas exportadoras. En este sentido, Marcelo Elizondo, ex director ejecutivo de Fundación ExportAr, sostuvo: "Muchas compañías suelen financiar sus procesos productivos con destino a la exportación. Para ello, intervienen bancos de afuera que anticipan fondos y cobran un interés".

Y agregó: "El problema es que una empresa ubicada en un país que entre en default, por más que pertenezca a un grupo multinacional, se verá muy complicada para tener una tasa competitiva o, directamente, para que le habiliten una línea de crédito".

Así las cosas, las grandes firmas que gozan de buen historial, difícilmente puedan acceder a financiamiento externo a una tasa de interés del 8%, como sucede en otros países.

Sobre este punto, Diana Mondino, economista de UCEMA, consideró que "no pagar implica asumir las consecuencias, como la de perder toda posibilidad de acceso a los mercados de financiamiento internacionales, no sólo para el Gobierno, sino también para el sector privado". 

El fantasma de la brecha cambiariaParalelamente, el hecho de que la Argentina entre en cesación de pagos, empeoraría las perspectivas cambiarias, una variable sensible para las firmas importadoras. 

Una semana atrás, cuando el mercado daba por hecho que el juez Griesa repondría el stay y cobraba fuerza un escenario en el cual el Gobierno terminaría arreglando con los holdouts, las proyecciones sobre el dólar eran más alentadoras que ahora. 

Bajo este supuesto, desde Econviews barajaban la posibilidad de que, hacia el último trimestre del año, la brecha cambiaria podría experimentar una importante baja y pasar del 55% actual al 20%, "debido a una mejora importante de las expectativas".

Sin embargo, la posibilidad de que se ingrese en el temido camino del default, echó por tierra todas las proyecciones.

"Con este nuevo escenario, el mercado ahora prevé un dólar oficial cercano a los $10 y un gap respecto del paralelo bastante mayor al 50%, al menos hasta que se salga de esta situación", apuntó Ritondale.

Para Ponce, "una brecha cambiaria en ascenso es la peor noticia para el sector empresario en general y para el importador en particular".

"Cualquier nivel por encima del 50% hace absolutamente difícil planificar la producción y anticipar los costos de reposición de insumos. Esto es grave considerando que un altísimo porcentaje de las importaciones tienen como destino diferentes procesos productivos", acotó el directivo.

Desde el sector agropecuario también mostraron sus temores ante un eventual default y un crecimiento de la brecha cambiaria.

En este sentido, Ernesto Ambrosetti, economista jefe de Sociedad Rural, advirtió en diálogo con iProfesional que "de darse este escenario, prevemos un fuerte incremento de los costos de los productores, porque un alza del dólar blue alimenta las expectativas de devaluación y los proveedores de semillas, agroquímicos y maquinaria, no van a cobrar los insumos al tipo de cambio oficial, van a intentar cubrirse".

Ante estos múltiples frentes de conflicto que se abren para la economía de cara a los próximos meses, todas las expectativas están puestas ahora a 8.500 kilómetros de distancia, en Nueva York, donde Pollack al menos dejó una hendija abierta a un posible entendimiento. Para ello, habrá que esperar qué sucede en las próximas reuniones.