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¿Algo falló?: Gobierno habla de inflación en baja, gremios piden reabrir paritarias y más subas salariales

La presión sindical, los recursos para financiar gasto público y mayores dificultades para mantener al dólar hacen prever un contexto más complicado
16/07/2014 - 14:21hs
¿Algo falló?: Gobierno habla de inflación en baja, gremios piden reabrir paritarias y más subas salariales

Pensar que había un tiempo en el que el Gobierno se jactaba de no tener metas de inflación sino de crecimiento.

La propia Cristina Kirchner, el día de su reasunción, planteó el tema delante de presidentes de países amigos que sí aplican metas inflacionarias y que no consideran que ello sea contradictorio con el incentivo a la actividad económica.

Tal vez en estos días se entienda mejor por qué la mandataria había hecho esa declaración: en la óptica del modelo K, el costo que hay que pagar para estabilizar los precios es sacrificar los salarios, el consumo y la actividad empresarial.

Es, al menos, lo que surge del optimismo que transmiten los funcionarios al anunciar una inflación decreciente en un entorno de estancamiento.

Ayer la saga tuvo un nuevo capítulo, cuando el Indec dio a conocer el dato de su nuevo -y ya abiertamente cuestionado- índice nacional, que tuvo su quinta caída consecutiva.

Y, sin dudas, el 1,3% de aumentos de precios del mes pasado se alejó significativamente del 3,7% que se había registrado en el caliente enero de la devaluación.

Pero, sobre todo, el festejo por el 1,3% contrasta con datos de la economía real, como la caída de 8,8% de las ventas en los comercios minoristas -según la encuesta de junio de CAME- o con el desplome en la industria del 5,3% que registró la UIA.

Lo cierto es que, a esta altura, resulta difícil seguir argumentando que la relativa estabilidad inflacionaria pueda ser atribuida íntegramente al programa "Precios Cuidados".

"Es poco menos que irrelevante en la dinámica del nivel general de precios. En rigor, sólo ayuda a bajar el IPC del INDEC que sobre-pondera los artículos de dicho plan", afirma el economista Federico Muñoz.

Su observación es más diplomática que la que tiempo atrás había realizado Javier González Fraga, para quien Precios Cuidados "es para la gilada, porque la única política anti-inflacionaria que está funcionando es el enfriamiento de la economía".

Esa frase había irritado al ministro Axel Kicillof, quien la calificó de "lamentable".

Sin embargo, sintetiza con bastante exactitud la percepción que el gremio de los economistas tiene respecto de cuáles son los factores que han posibilitado que la inflación tuviera un camino decreciente a lo largo del primer semestre del año.

Y en esa visión hay tres elementos fundamentales:

• La recesión económica, con su consecuencia de caída salarial y retracción en el consumo.

 La "aspiradora" para retirar pesos del sector privado que pasó el titular del Banco Central, Juan Carlos Fábrega.

 El regreso del dólar como "ancla" de estos últimos meses. Al disminuir su ritmo de suba, su deslizamiento vuelve a ser menor que el promedio de aumentos de los precios.

Los salarios como variable de ajusteEn otras palabras, lo que los economistas perciben es que el deterioro en la economía de las familias no es un resultado accidental e indeseado de la política económica.

Más bien, al contrario, creen que fue buscado y que resultó funcional para un Gobierno que estaba asustado por el descontrol macroeconómico de comienzos de año.

Y el nuevo índice del Indec, que al comienzo había generado esperanzas en cuanto a un sinceramiento estadístico, buscaba influir en bajar las expectativas inflacionarias de los sindicatos, por entonces preocupados por las negociaciones paritarias.

El resultado, puesto en números, es elocuente. Según un informa de la Fundación Mediterránea, la masa salarial en el primer trimestre del año aumentó un 28,5% en términos nominales.

Esto implica una caída anual de 5,2% en términos reales -es decir, descontada la inflación-.

Pero claro, este dato no alcanza a registrar por completo el deterioro salarial, porque para ello debe considerarse, además, la suba de la presión impositiva. En particular, por la falta de actualización del Impuesto a las Ganancias.

Según estimaron los economistas de la Mediterránea, el impacto de este tributo fue determinante. Al punto que gremios, como el de transporte, que firmaron acuerdos con aumentos de 31% terminaron teniendo, en realidad, subas de 17 por ciento.

Si además de Ganancias se consideran los efectos de la inflación, se concluye que, en términos reales, estos gremios lejos de tener una mejora, sufrieron una caída salarial que, en casos como el de los metalúrgicos, llega al 17 por ciento.

No sorprende, en consecuencia, que haya un incremento de las protestas sindicales ni que el ala opositora liderada por Hugo Moyano haya adelantado que habrá nuevas convocatorias al paro general para agosto.

Pero, sobre todo, lo que no causa sorpresa es que venga una oleada de reapertura de paritarias.

Por lo pronto, los gremios que habían cerrado sobre comienzos de año -como los docentes- presionaron y obtuvieron una suba adicional de 5%, tras constatar que la inflación había erosionado fuertemente la mejora de 25% obtenida en el acuerdo.

Cambios para el segundo semestre

Si se toman los números oficiales, el primer semestre acumuló una inflación del 15%, mientras que si se consideran las estimaciones privadas, como el índice del Congreso, entonces la variación en lo que va del año es de un 20%.

La proyección que hacen casi todos los economistas es que, bien medida, terminará el año más cerca del 35% o 40% que del 30%.

Y, con ese clima, ya son varios los sindicatos que están considerando una reapertura de las negociaciones.

Lo que, en definitiva, está quedando en evidencia, es que muchos de los factores que ayudaron a que el Gobierno pudiera festejar la caída de la inflación se están revirtiendo.

Primero, porque nadie cree que el tope salarial se pueda sostener por mucho tiempo. Y menos con los números de caída en el consumo, que desmienten esa tibia ilusión formada hace unos meses en el sentido de que, para esta época del año, podría producirse un repunte.

Hay que tener en cuenta que junio, con su tradicional "efecto aguinaldo", suele ser un mes en el cual los comerciantes cuentan con un poco de oxígeno en cuanto a ventas. Este año, además, tenía el ingrediente extra del Mundial, que suele ofrecer un efecto reactivante en rubros como alimentos, bebidas, indumentaria deportiva y electrodomésticos.

De manera que si en el mejor mes del invierno hubo una caída de 8,8%, el futuro inmediato no luce precisamente auspicioso.

En consecuencia, es de esperar que los gremios con mayor capacidad negociadora presionen por nuevos aumentos.

Y, aunque no fuera así, ni siquiera queda el consuelo de pensar que un mayor deterioro salarial pueda hacer caer la inflación, porque los economistas están prendiendo las luces amarillas sobre otros aspectos inquietantes de la política económica.

Herramientas con señales de desgaste

El tema que por estos días está preocupando a los analistas es una reversión en la política que más ha ayudado a evitar un desborde inflacionario.

El "cierre de la canilla" dispuesto por el Banco Central era un tema que había impresionado al mercado.

Por ejemplo, Federico Muñoz califica como "brutal contracción de la oferta de dinero" el hecho de que en junio la base monetaria haya crecido 17% frente a una inflación anualizada en torno de 40%.

Y se sorprende de que, aun con semejante medida correctiva, el índice se haya mantenido por encima del 2% mensual. Al punto que plantea que hay componentes de aumentos "inerciales" más fuertes que los que se suponía.

De todas formas, en el mercado ya se empieza a ver una reversión en esa política.

"El Central había avanzado dos casilleros en la absorción de pesos en el primer cuatrimestre, para retroceder uno en el último bimestre de mayo-junio. De esta manera, el dinero excedente volvió a crecer desde 1,1% de abril a 2% y 3,4% respectivamente en mayo y junio", señala un informe de la consultora Economía & Regiones.

Y atribuye esta situación a las crecientes necesidades de emisión para financiar al sector público, así como a la decisión política de no seguir convalidando subas en las tasas de interés

Su pronóstico no es muy alentador para lo que resta del semestre, habida cuenta del mayor sobrante de pesos que se prevé, sumado al deterioro de la actividad y a las crecientes presiones cambiarias.

En la misma línea, Carlos Melconian advierte que las necesidades de financiamiento del déficit público no dan señales de disminuir, lo cual empeora todavía más las expectativas inflacionarias.

"Es difícil que en el segundo semestre la inflación mensual se ubique por debajo del 2%. El gasto público crece a un 42% anual, y en algunos rubros, como el de subsidios, lo hace a un 66%", destaca el economista.

Melconian cree que esta situación puede llegar a poner en riesgo los otros factores que hoy el Gobierno utiliza para moderar el alza de precios: la contención monetaria y el retraso cambiario.

"Si no modifican el ritmo devaluatorio, para fin de año la paridad cambiaria real va a volver a ser como en enero pasado, cuando el Gobierno devaluó, no porque quisiera, sino porque la realidad lo obligó", afirma.

También Marina Dal Poggetto, analista del Estudio Bein, cree que hoy la política inflacionaria depende de "volver a utilizar como semi-ancla el tipo de cambio y postergar la suba pendiente de la tarifa eléctrica".

Pero advierte que, mientras no se consiga dinero desde el exterior, esa política necesita el contrapeso de seguir retirando pesos del mercado.

El propio ministro Kicillof parece confirmar los temores de los analistas al criticar a quienes reclaman recortes del gasto público y suba de tarifas.

La cuestión es que, en este contexto económico, ya hay serias dudas respecto de que en julio la inflación pueda seguir mostrando una tendencia descendente.

O, peor aun, surge la pregunta de cuál será el costo a pagar en términos de crecimiento si el Gobierno está determinado a mostrar, como logro político, una inflación descendente.

Como siempre, hay un factor que puede cambiar -para bien o para mal- todo el análisis a futuro. Y tiene que ver con lo que en estas semanas está ocurriendo en Nueva York entre los funcionarios argentinos y los "fondos buitres".

Un buen acuerdo, estiman los optimistas, podrá descomprimir la situación de forma que, al menos, ya no sea necesario pagar con recesión una política de control de precios.

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