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Fábrega, el funcionario de confianza de los bancos que perdió con Kicillof

Sucesor de Marcó del Pont, llegó al Banco Central como un hombre de confianza de la Presidenta. Pero Economía y finalmente Cristina le bajaron el pulgar
02/10/2014 - 10:04hs
Fábrega, el funcionario de confianza de los bancos que perdió con Kicillof

Los conflictos entre los ministros de Economía y los presidentes del Banco Central son un clásico de la historia política argentina, pero en la abundancia de antecedentes no puede encontrarse un solo caso con final feliz.

Seguramente, la disputa que enfrentó a Axel Kicillof con Juan Carlos Fábrega no será una excepción para un gobierno que no necesitaba de esta pelea para mostrar malas noticias en varios frentes. Y entre ellos, la inflación y el tipo de cambio se anotan en los primeros lugares.

Después de presidir cuatro años el Banco Nación, al que ingreso como empleado raso en 1969, Fábrega asumió en el Banco Central el 18 de noviembre de 2013, junto a Jorge Capitanich en la Jefatura de Gabinete y Kicillof en Economía, en medio del recambio posterior a la derrota electoral de octubre.

Siendo un hombre de prosapia santacruceña y de confianza del matrimonio Kirchner y un correcto administrador del banco oficial más grande del país (Banco Nación), en el final del ciclo kirchnerista, Fábrega pareció desde un principio como un caso extraño, más cercano a una supuesta ortodoxia que a la profundización del modelo que domina al resto de los puestos principales de la Administración Nacional.

Sucesor en la Presidencia del BCRA de Mercedes Marcó del Pont, quien aún asegura que la emisión monetaria no genera inflación, Fábrega intentó, dentro de las limitaciones que le marcaban su aislamiento, recorrer el camino inverso: en enero, dos meses después de haber asumido el cargo, se despachó con la devaluación más profunda desde principios de 2002.

La idea de devaluar para "ganar tiempo" requería de un trabajo conjunto con el ministerio de Economía, consistente en medidas para reducir el déficit y atenuar la creciente inflación. Pero ese tándem nunca se puso en práctica.

En consecuencia, Fábrega recurrió a "secar" la plaza por medio de mayores emisiones de letras y suba de tasas, una estrategia que no puede prolongarse por demasiado tiempo sin efectos perniciosos en la economía y en el mismo patrimonio del banco que conducía.

Pero no le quedaban otras herramientas ante un Gobierno que multiplicaba el déficit y utilizaba, entre otras fuentes, al BCRA para financiarlo.

Una parcial reversión del derrape de las reservas, que en el segundo trimestre crecieron 2.271 millones de dólares, hizo creer que la situación se encaminaba. Pero la combinación de inflación, déficit y caída del precio de la soja marcó el retorno a la "normalidad" de los últimos años, agudizada por una brecha entre el dólar oficial y el "blue" cada vez mayor.

Las desavenencias con Economía y la falta de un apoyo explícito de la presidenta Cristina Fernández ante conflictos que se hacían cada vez más recurrentes, fueron el caldo de cultivo de los rumores sobre su alejamiento.

Quizás el momento en que se hicieron más rotundos fue el 30 de julio, en ocasión de la conferencia de Kicillof en el Consulado argentino en Nueva York, que terminó por derrumbar la negociación de Fábrega con banqueros y empresarios, para arrimar una solución que evitara el default.

Pero el golpe de gracia llegó exactamente dos meses después, no ya por boca del ministro sino de la propia jefa del Estado en un acto en Casa de Gobierno. Denunció la connivencia de los organismos de control (entre ellos el BCRA) con las entidades del sistema financiero en operaciones del mercado.

Para que quedaran claras las preferencias de la primera mandataria, instruyó a Kicillof para realizar la investigación. Y si quedaba alguna duda sobre el organismo de control que tenía en la mira, este miércoles designó como sucesor de Fábrega a Alejandro Vanoli, titular de la Comisión Nacional de Valores.

De la pelea entre Lorenzo Sigaut y Julio Gómez, perdieron todos menos lo que apostaron al dólar. De la que protagonizaron Domingo Cavallo y Pedro Pou, hubo que esperar unos meses para la hecatombe.

La pelea entre Kicillof y Fábrega se saldó en favor del primero, pero sus consecuencias tienen un final abierto. Por lo pronto, si son negativas, el cristinismo de paladar negro ya encontró otro "buitre" más a quien echarle la culpa.

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