iProfesionaliProfesional

¿Por qué las elecciones en Brasil impactan en la economí­a argentina?

El Gobierno se enfrenta al "desacato", el "default" y una recesión, por eso no pierde de vista el futuro de su principal socio comercial 
04/10/2014 - 09:00hs
¿Por qué las elecciones en Brasil impactan en la economí­a argentina?

Es probable que no haya país en el mundo que siga con tanta atención las elecciones presidenciales brasileñas como la Argentina.

Es que, al ser el principal socio estratégico del país y representando casi un tercio de nuestro comercio exterior y al aportar un millón de los cinco millones de turistas, no hay forma de que permanecer indiferente a lo que ocurra en el vecino.

En este momento, desde los industriales del sector automotor hasta los empresarios del sector frigorífico, no hay actor de la economía argentina cuya actividad no se vea influenciada por la economía brasileña.

Y este último año, más que mejorar, las relaciones empeoraron. Es que lo que Brasil decida hacer en su economía, de una forma u otra repercute directamente en la balanza comercial y los últimos casos no fueron los más auspiciosos, sobre todo por la fuerte crisis que vive la industria automotriz en nuestro país, un lazo clave entre ambas economías.

Para Dante Sicca, director de la consultora Abeceb, "hay dos canales principales de trasmisión por los cuales la Argentina podría verse afectada: la política interna y la estrategia de relacionamiento externo".

Lo que los empresarios tienen claro es que, de todas formas, las elecciones no incidirán en lo que está detrás de los vaivenes de la coyuntura.

Y es que la Argentina hace varios años que viene perdiendo relevancia económica, comercial y hasta política para Brasil, lo que tras el ruido de las disputas electorales en ambos países puede comenzar a manifestarse en una forma más independiente de tomar las decisiones en la región.

En un repaso por las elecciones brasileñas desde la recuperación de la democracia en adelante, siempre hubo consecuencias que afectaron a la Argentina:

1985, José Sarney

No fue una elección en el sentido estricto, ya que hubo una transición negociada del régimen militar a la democracia.

De manera que la elección fue indirecta. Tancredo Neves, el candidato de consenso, se enfermó el día antes del cambio de mando y murió a las pocas semanas. Su vicepresidente, José Sarney, completó el mandato de cinco años.

Ese período brasileño tuvo muchos puntos en común con la Argentina. En 1986, poco tiempo después que en la Argentina se lanzara el Plan Austral, Sarney decretó una moratoria de la deuda externa y lanzó el Plan Cruzado.

Con nueva moneda y un paquete de medidas destinadas a estabilizar la macroeconomía, el plan naufragó en su intento de controlar la inflación. A un año del lanzamiento del Cruzado, la inflación ya estaba por encima del 200% anual.

En enero de 1989, en algo que podría asimilarse al Plan Primavera, hubo un relanzamiento del plan, con la creación de otra nueva moneda, el Cruzado Novo. Pero a menos de un año de las elecciones, el gobierno no tenía credibilidad política.

Ese año hubo un pico hiperinflacionario, aunque no tan grave como el de Argentina. 1989, Fernando Collor de MelloTras ganarle a Lula en una reñida segunda vuelta, el nuevo presidente llegó con un discurso a tono con la época: predicando la modernización, la apertura y una guerra a la inflación.

Pero las cosas no salieron según lo esperado. A un año de su elección, Collor tenía una inflación encima de 400%, en un entorno de economía enfriada y con reformas que, en comparación con el resto de América latina, todavía eran tímidas.

Pero no fue lo peor, porque un caso de corrupción sobre tráfico de influencias terminó en juicio político a Collor en 1992.

En ese momento, la relación con Argentina se consolidaba con la creación del Mercosur, formalmente iniciado en 1991.

1992, Itamar Franco

El vicepresidente de Collor asumió en medio de la crisis política y al poco tiempo convocó como ministro de Economía a Fernando Henrique Cardoso, quien implementó un nuevo plan que, otra vez, incluía un cambio de moneda.

Era el plan real, que guardaba similitudes con el plan de Convertibilidad, aunque sin atar la moneda al dólar.

En aquel momento, Domingo Cavallo aconsejó a Cardoso cuál debía ser la mejor fecha para el lanzamiento del plan, de manera de que su momento de mayor impacto en la reactivación de la economía coincidiera con la campaña electoral.

1994, Fernando Henrique Cardoso

Sacando el máximo provecho del plan que había bajado drásticamente la inflación, Cardoso vence a Lula en las elecciones.

Su presidencia se caracteriza por un fuerte crecimiento de la economía, en un entorno en el que la región recibía un fuerte flujo de crédito internacional.

Al mismo tiempo, la caída de aranceles en el Mercosur (que en teoría se convertía en una unión aduanera en 1995) propició un fuerte impulso al comercio intra-regional. 1998, reelección de Fernando Henrique Cardoso

A finales de 1997 empezaron las señales de una crisis financiera global, que empezó en Indonesia y Corea, luego siguió en Rusia y, finalmente llegó a América latina.

Presionado por un enfriamiento de la economía y una reversión en el flujo de capitales, Brasil duplicó su endeudamiento desde el nivel de u$s120.000 millones que tenía al inicio del plan real. La moneda brasileña sufrió un ataque especulativo, pero Cardoso logró mantener al real en su paridad hasta las elecciones.

Una vez re-electo, en enero de 1999, se abandonó el deslizamiento que preveía el plan real y se dejó que el mercado determinara el tipo de cambio, que pasó en un mes de 1,3 a 2 reales por dólar.

En el mediano plazo, Brasil logró evitar una recesión prolongada, alivió su déficit externo y recobró el impulso exportador.

Para la Argentina, la devaluación del real supuso una presión adicional sobre su régimen de convertibilidad. La relación cambiaria entre los dos países, que venía siguiendo un camino coincidente, en forma abrupta dejó a la Argentina con costos en dólares muy por encima de su socio.

Al adoptar la política opuesta a la brasileña, la Argentina se hizo más dependiente de los flujos externos de crédito e ingresó en un ciclo de cuatro años de recesión. 2002, Luiz Inácio Da Silva ("Lula")

En su cuarto intento, finalmente el candidato del Partido de los Trabajadores se impuso en la elección presidencial al vencer al candidato oficialista. Recibía de Cardoso una economía con reformas estructurales y un tipo de cambio que le permitía exportar.

Alejó los temores respecto de retrocesos en el proceso de reformas, aunque enfocó una política de redistribución del ingreso.

El nuevo contexto global hizo que el flujo de capitales volviera a la región. Sobre 2004, ya con Kirchner en la presidencia argentina, surge otra divergencia en las políticas cambiarias: mientras Lula deja apreciar el real y se suma a las metas de inflación, la Argentina elige mantener un tipo de cambio nominal alto y acepta una vuelta de la inflación.

Aunque la Argentina logra mantenerse con costos menores a los de Brasil, la brecha comienza a cerrarse como consecuencia de la inflación.

Una medida de Lula que luego seguiría Kirchner fue la cancelación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional.

2006, reelección de Lula

Ya con el nombre de Brasil instalado entre las estrellas de las economías emergentes, junto a China, India y Rusia (el llamado grupo "Bric"), la economía inicia un proceso de fuerte crecimiento y de ingreso de capital externo.

Además del viento de cola internacional y de la buena gestión macroeconómica, tiene un golpe de suerte al encontrar un gigantesco yacimiento petrolífero en la plataforma submarina. Este descubrimiento llevó a la venta récord de acciones de Petrobras, que le garantiza un ingreso adicional por u$s67.000 millones.

Tras haber logrado un fuerte descenso en los índices de pobreza, Lula finaliza su mandato con un alto grado de aprobación popular, lo que le facilitó el camino a Dilma Roussef para llegar como candidata favorita.

En este período, la economía argentina mostró una creciente dependencia de su vecino, con una fuerte correlación entre los momentos de alta demanda brasileña y los repuntes industriales argentinos.

2011, Dilma Rousseff

Cuando el 1 de enero de 2011 recibió la banda presidencial de su padrino político, el ya popular e indiscutido Lula da Silva, los brasileños apenas la conocían.

El desafío era claro, continuar con un legado que consistía en un PBI del 7,5% pero, sobre todo la creación de la nueva clase media que permitió que más de 29 millones de personas ascendieran en la escala social.

Un hecho histórico que hizo que Lula sea, hoy por hoy el mandatario más querido y respetado por los brasileños

Sin embargo, las cosas cambiaron y, según afirmarn economistas, la economía brasileña prácticamente no crecerá este año.

"La media de crecimiento del período 2011-2014 está en torno de 1,5% al año, un nivel muy por debajo del 4% de los ocho años anteriores", señala el investigador del Instituto de Economía (IBRE) de la Fundación Getulio Vargas, Vinicius Botelho.

"Rousseff será la primera presidenta del período democrático (iniciado en 1985) que dejará el país peor de lo que lo recibió", le criticó el candidato socialista a la Presidencia Eduardo Campos, poco antes de fallecer en un accidente de avión en agosto.

Impacto en la Argentina Pero en el país todos le reconocen algo que para muchos parece imposible concretarse en nuestra tierra: la continuidad de las políticas a largo plazo implementadas por su antecesor y la capacidad de organizar un evento como el mundial de fútbol que, aunque estuvo antecedido por fuertes protestas sociales , realizadas por los mismos jóvenes beneficiados por los planes sociales y la movilidad social pero que ya educados, comenzaron a tomar posición respecto de las políticas tarifarias del transporte público.

A pesar de estos incidentes y la demora en la construcción de obras de infraestructura el mundo vio con buenos ojos el esfuerzo de este país en desarrollo.

Mientras Dilma intentaba mantener el legado de Lula, en la Argentina sucedía algo parecido. Cristina Kirchner también fue reelegida, pero llevó adelante un mandato en el que la economía comenzó salirse de las manos y se caracterizó por una inflación en continuo ascenso - que terminará según los cálculos de los privados en más del 40% anual - la imposición del cepo cambiario, la caída de reservas del Banco Central, el enfriamiento de la economía por la baja del salario real y despidos y suspensiones en distintas fábricas del país.

En este contexto y con un frente externo nulo a la hora de pedir créditos por el conflicto con los fondos buitre, continuar en buenos términos la relación con Brasil resulta clave.

Según Sicca, "hay un alto consenso en que cualquier ganador que no sea Dilma Rousseff, podría adelantar los tiempos del ajuste macroeconómico que necesita Brasil para recuperar la confianza de los inversores y quebrar la inercia del bajo crecimiento".

Esto perjudicaría de lleno a la Argentina, que podría enfrentar una demanda frágil de Brasil en 2015, previo a las elecciones, dado que habría una menor tracción por parte del mercado brasileño de productos industriales, en particular del sector automotriz.

Por lo pronto, resta esperar al domingo para continuar la línea de tiempo y determinar cómo será la relación bilateral entre ambas economías.

Temas relacionados