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Por la inseguridad, en Venezuela ya venden ropa anti balas

Empresarios y políticos en Caracas, así como visitantes extranjeros, adoptaron esta indumentaria blindada cuyo precio arranca en 2.000 dólares
31/10/2014 - 13:36hs
Por la inseguridad, en Venezuela ya venden ropa anti balas

Por la violencia en las calles que se volvió tema de todos los días en las ciudades de Venezuela, ya se vende en ese país indumentaria de seguridad como chalecos, camperas y camisas anti balas. 

Vehículos blindados y guardaespaldas para toda la familia, son el "kit" que ya adoptaron algunos empresarios venezolanos para protegerse, a un alto costo, de la delincuencia en el segundo país más violento de América Latina.

Con casi cuatro secuestros semanales durante 2014 y 65 asesinatos diarios -según cifras oficiales y de las ONG- los ciudadanos buscan maneras poco comunes de protegerse de los delitos.

Miguel Caballero, un colombiano reconocido por sus diseños de ropa blindada, explicó a la agencia AFP que en los últimos siete meses, entre 20% y 30% de sus clientes compran sus prendas para protegerse durante su estadía en Venezuela.

Son empresarios y políticos venezolanos, pero también extranjeros que "por prevención, para desplazarse en Venezuela, llevan nuestra ropa", detalló.

Al ver que la demanda de sus productos en Venezuela se equiparaba a la de Colombia y México, en abril pasado el colombiano dispuso un distribuidor en este país. Sus camisas blindadas pesan apenas 910 gramos; 1,7 kilos si el cliente se decide por una chaqueta de las llamadas "Classic", que soporta incluso el disparo de una subametralladora. Pero al tacto sí se siente el blindaje hecho con fibra de aramida bajo la gamuza.

En Caracas, Rodolfo Asensi, el distribuidor de Miguel Caballero, contó a la AFP que él mismo entró en el negocio porque su familia fue víctima de un secuestro y entonces necesitó "una chaqueta, un chaleco, algo para protegernos".

Hasta el momento, atiende a comerciantes, empresarios que compran para ellos y sus escoltas, extranjeros y hasta esposas que quieren proteger a sus maridos e hijos, todos dispuestos a pagar desde 2.000 dólares según el tipo de prenda.

"Aquí se trabaja con el miedo de la persona. Dependiendo de cuánto miedo sientes en tu día a día, decidirás si compras o no la chaqueta", afirmó Asensi.

Pero algunos venezolanos también consideran cada vez más otras opciones, como la del blindaje de los autos. Desde 2007, las empresas dedicadas a este negocio pasaron de ser 18 a más de 40.

Un empresario pagó 40.000 dólares por blindar su auto y el de su esposa. "Es un dineral, pero lo hago por la seguridad de mi familia", explicó a la agencia en off the record. Además, tiene un escolta fijo por el que paga unos 2.500 dólares mensuales al cambio oficial.

Otros clientes prefieren que un especialista realice, a la familia completa o a la empresa, un análisis de riesgo y debilidades que puedan tener frente a la delincuencia, contó a la AFP Franklin Chaparro, asesor de seguridad y ex secretario general de la dirección de inteligencia venezolana.

"La gente común invierte en seguridad cuando les pasa algo", explicó. A partir de allí, en viviendas y empresas se instalan cámaras de vigilancia, alarmas y, en autos, botones de pánico y servicios de geolocalización para saber dónde están los hijos.

Rafael Cadalzo, presidente de la blindadora V-Safe, afirmó que además de vehículos, en su empresa han blindado hasta ventanas de casas.

Iván Rouvier, director de la empresa asesora de seguridad Black Hawk, agregó que se han hecho comunes las contrataciones de autos blindados con escoltas para trasladar a jóvenes y adultos a fiestas o eventos sociales nocturnos de fin de semana. "Está muy de moda y cuesta 6.000 bolívares (952 dólares a cambio oficial) por entre seis y ocho horas", aseguró.

Sin embargo, como no todos los venezolanos tienen para pagar estos servicios, muchos prefieren planificar actividades que inicien y terminen temprano: si son fiestas, tratan de quedarse en la casa del anfitrión hasta el amanecer. Otros, sencillamente, han optado por encerrarse en sus casas cuando cae la noche.

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