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De corbata y sin inversores: fracaso del plan Kicillof reinstala acuerdo con buitres y temor por el dólar

Con apenas 10% del nivel de adhesión esperado, el ministro de Economía recibe un duro golpe y queda en evidencia el límite en el financiamiento interno
15/12/2014 - 10:03hs
De corbata y sin inversores: fracaso del plan Kicillof reinstala acuerdo con buitres y temor por el dólar

Esta vez no hubo "relato" que alcanzara para tapar el mal resultado.

Como saben quienes se especializan en estudiar el lenguaje corporal, a veces las caras y los gestos sirven más que las palabras para analizar lo que una persona está pensando o sintiendo.

El rostro serio y contrariado del ministro Axel Kicillof, al anunciar en la tarde del viernes pasado el resultado de su operativo de canje de bonos, era de una expresividad mucho mayor que sus gambetas retóricas para presentar como una señal de confianza lo que, en definitiva, fue un fracaso.

La larga introducción que hizo sobre lo extremadamente negativo del contexto global - haciendo énfasis en la huída de capitales atemorizados por la baja del petróleo-, hacían prever que finalmente iba a decir que no le había ido bien con su plan.

Y los fríos números dejaron la situación en claro: ofreció u$s3.000 millones en bonos a 10 años, a una tasa del 8,75% -imposible de conseguir en cualquier país de la región- pero el mercado apenas tomó u$s377 millones.

No hay discurso capaz de maquillar semejante golpe.

En los días previos, había trascendido que el Gobierno se iba a conformar con una respuesta de u$s1.500 millones. Y hasta se especuló intensamente respecto de la posibilidad de que ya había arreglado en secreto con algún "peso pesado" de la banca de inversión. No faltaron tampoco quienes insinuaron que los funcionarios estaban "apretando" a banqueros locales para que hicieran una inversión "semi-voluntaria" que garantizara un piso mínimo de adhesión al canje.

Es más, hasta muchos analistas consideraban que esa táctica dejaría, al menos, cierto profesionalismo en el manejo financiero. Por eso, el decepcionante resultado fue tan sorpresivo.

"En definitiva, se comprobó que se tiraron a la pileta sin verificar si había agua. El Gobierno nunca deja de sorprender", manifestó Federico Sturzenegger, uno de los referentes económicos de Mauricio Macri.

El resultado dio lugar a un aluvión de juicios lapidarios y comentarios irónicos por parte de los analistas críticos del Gobierno.

"Lo verdaderamente relevante era la colocación de deuda. No consiguieron ni el 10% de lo buscado, aun con tasas de casi 10%. Fracaso total.", escribió el consultor Gabriel Rubinstein.

En tanto, Ricardo Delgado, uno de los asesores de Sergio Massa, se preguntaba: "¿Cómo sería el diminutivo de ‘canje'?".

Otro economista, Roberto Cachanosky, castigaba sin piedad con este tuit: "Encuesta: ¿cuál qué fue más papelón, el fracaso del Cedin o este canje?"

Casi tan ácido como este texto fue el del inversor Christian Buteler: "Pocas veces vi fracasos tan grandes, el teléfono de Susana junta mas guita que este Gobierno".De héroe a villano en tiempo récord¿Es Kicillof merecedor de semejante grado de crítica? Si el criterio para juzgar son los números, no cabe otra respuesta que decir que sí.

Al fin y al cabo, así son las cosas en la economía y en el fútbol: el que un día recibe los aplausos y los elogios por su inteligencia, picardía y buen desempeño, al día siguiente puede transformarse en el "capitán de la derrota".

Apenas 24 horas antes de conocerse el resultado del canje, el Gobierno celebraba una victoria sobre "los especuladores", al anunciar que las reservas del Banco Central habían superado la marca psicológica de u$s30.000 millones, tras haber mirado de cerca el nivel crítico de u$s26.000 millones.

El logro había sido posible gracias al swap de monedas con China -gestionado meses atrás por Kicillof-, así como también por el ingreso de divisas por las liquidaciones de las exportaciones agrícolas y por la entrada de "telco-dólares" de la licitación por las redes de telefonía 4G.Se esperaba que el canje de bonos coronara una seguidilla de buenas noticias como para encarar el 2015 con oxígeno en las arcas estatales. 

De hecho, la decisión de ofrecer títulos de manera de aliviar las obligaciones financieras del próximo año, era vista como lógica y positiva por gran parte del mercado.

Tanto,  que los analistas le "perdonaban" a Kicillof su contradicción entre proclamar el desendeudamiento mientras que, al mismo tiempo, llevaba la emisión de deuda de este año a u$s20.000 millones."Argentina hoy tiene tan poca deuda y tanta inflación, que suena lógico canjear un poquito de una por otra. Es decir, cuando uno empieza a financiarse un poco más con deuda y menos con la maquinita del Banco Central, puede tener una inflación más baja", argumentaba Nicolás Dujovne, ex economista jefe del Banco Galicia.

Lucas Llach, de la Universidad Di Tella, celebraba que "lo que ya asomaba con la deuda del Banco Central, y luego con los bonos dólar-linked, se vuelve, felizmente, política de Estado: si tenemos déficit, si tenemos que repagar compromisos, más vale endeudarse que emitir".Adiós a la ilusión del ahorro

La cruda realidad mostró que, contrariamente al plan que se había trazado, Kicillof tendrá que pagar casi todo el monto (u$s6.500 millones) por los títulos Bonar que vencen el próximo año.

Le queda el mínimo consuelo de que no hubo una estampida de bonistas que se presentaran inmediatamente para pedir por adelantado la cancelación en efectivo. El ministro apeló a este hecho para argumentar que el mercado, en realidad, había demostrado que mantenía su confianza en la capacidad de pago de la Argentina.

De esta manera, aunque su cara no desmentía la frustración que sentía, pudo alegar que había obtenido un éxito al desbaratar los planes para generar desestabilización financiera.

Pero lo cierto es que la bajísima adhesión a la propuesta de rescatar por adelantado el Bonar era algo que ya casi todo el mundo daba por descontado.

El canje implicaba aceptar un precio inferior al que ofrece el mercado. Es decir, suponía una considerable pérdida respecto del cobro que se obtendrá en apenas unos meses."Pocos canjearán el Boden 2015 por efectivo. Nadie en su sano juicio aceptaría u$s97, cuando dentro de 10 meses puede cobrar u$s107", arriesgaba el consultor Salvador Di Stefano dos días antes del cierre del llamado oficial.

El economista Dujovne sostenía que la oferta estaba hecha para ser rechazada: "No quiere poner los dólares ahora para pagar el Boden 2015 sino sólo mandar la señal de que los va a pagar".Esta fue la parte que salió bien. Pero, lamentablemente para el Gobierno, no era la más importante.

Ocurre que el canje de los Boden 2015 por Bonar 2024 era, para la estrategia oficial, mucho más que un alivio en los vencimientos de deuda del año próximo: significaba ni más ni menos que una garantía de estabilidad social y política.

Con un ingreso de u$s3.000 millones a las arcas del Banco Central, el mensaje de solidez financiera que se podía dar al mercado habría sido suficiente como para alejar todos los fantasmas de una devaluación.

Además, la relación entre los pesos (base monetaria) y los dólares (reservas) daría un número más bajo que el actual, con lo cual también se esfumaría el peligro de una nueva escapada del blue, que suele seguir a esta referencia.

Pero, sobre todo, el gran objetivo era lograr que, en un año electoral, los escasos billetes verdes disponibles pudieran ser utilizados para reactivar la economía por la vía de mayores importaciones, al no tener que destinar tanto dinero al pago de deudas.

vencimientos de en dólares, pública y privada, ascenderán a unos u$s15.000 millones, de los cuales, la mayor parte corresponde a compromisos del sector público: 

Tal como puede apreciarse, los compromisos acumulan un total que equivale a un 50% de las reservas actuales en poder del BCRA.

¿Se viene la negociación con los buitres?

Finalmente, había una gran motivación política para desear que el mercado trajera los u$s3.000 millones por los Bonar 2024.

Si la operación tenía éxito, entonces el Gobierno ya no tendría tanta presión para sentarse a negociar de inmediato con los "fondos buitre".

Era algo ya asumido por todo el mercado: ante la constatación de que a Cristina Kirchner la favorece mantener su postura intransigente desde el punto de vista político, solamente una situación de gran necesidad financiera la podría convencer de cambiarla.

"En la medida en que la oferta sea exitosa, dejará al Gobierno en una mejor posición, lo que llevará a disminuir la presión sobre un rápido acuerdo con los acreedores no reestructurados", decía la semana pasada Patrick Esteruelas, gerente de cartera del fondo Emso, que opera activamente en los mercados emergentes.

El ejecutivo, con sede en Nueva York, admitía que la propuesta de Kicillof "les cayó como un balde de agua fría a los que esperaban un pacto con los holdouts durante esta administración".

El propio ministro se encargaba, en cada una de sus apariciones públicas, de criticar los comentarios periodísticos que marcaban como inexorable que en enero, una vez vencida la cláusula RUFO, iba a haber una negociación.

Ahora, sin embargo, las cosas ya no resultan tan claras como antes. Y ante la constatación de que Kicillof parece haber alcanzado su límite en la capacidad de financiarse en el mercado doméstico, las chances de retomar las conversaciones con los "buitres" vuelven a tomar cuerpo.

Los próximos días serán pródigos en rumores sobre nuevos intentos del Gobierno para conseguir dólares frescos.

Y en el diseño de esos planes, sin dudas, será crucial el diagnóstico sobre el fracaso del viernes pasado.

Es probable que, como el propio Kicillof explicó en su conferencia de prensa, parte de la "culpa" haya sido de la depresión generalizada que la crisis petrolera provocó en los mercados financieros.

Sin embargo, los analistas señalan que además hubo problemas de diseño, oportunidad y precio.

Para Di Stefano, el ministro falló al no alinear sus intereses con el de los bancos: "El Gobierno no pagó comisión por la transacción, lo que no potenció la efectividad del canje. Los bancos miraron para otro lado, sin comisión no hay negocio".

Pero, además, hay quienes creen que, aunque una tasa de 8,75% pueda parecer abultada a primera vista, acaso no sea lo suficientemente atractiva para prestarle a un país que, técnicamente, sigue figurando en la lista negra de los "defaulteadores".

"Un inversor institucional no tiene mucho incentivo a entrar al canje por el Bonar 2014, ya que no se le paga ningún ‘premio' por hacerlo", observaba la consultora Economía & Regiones.

Y hay más: algunos creen que, simplemente, se agotó la capacidad para financiarse en dólares en el mercado interno, luego de que el Gobierno forzara a los bancos a desprenderse de sus divisas con una serie de medidas tomadas en los últimos meses.

Entre ellas, la venta compulsiva de bonos dolarizados que estaban en las carteras de aseguradoras y la baja en el tope de activos en esa moneda del sistema bancario.

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