iProfesionaliProfesional

Chávez vive en Cúcuta: un viaje por la frontera del contrabando entre Colombia y Venezuela

iProfesional visitó uno de los límites más calientes para retratar cómo el desabastecimiento venezolano genera negocios en su par colombiano
21/02/2015 - 09:00hs
Chávez vive en Cúcuta: un viaje por la frontera del contrabando entre Colombia y Venezuela

La primera sensación que se percibe al arribar al aeropuerto Camilo Daza es una mezcla de ahogo y aturdimiento. El promedio de 35 grados de temperatura que se extiende todo el año prácticamente imita el escenario caliente que, en términos sociales pero sobre todo económicos, se despliega en esa zona de Colombia.

Estamos en Cúcuta, en el noreste cafetero, capital del departamento de Norte de Santander y principal punto fronterizo con la Venezuela de Nicolás Maduro. Tierra de la que es oriunda la estrella colombiana del momento: James Rodríguez, el volante creativo del Real Madrid.

Uno no termina de apoyar un pie en este valle rodeado de montañas de vegetación reseca, y plazas de árboles de mango que dejan caer sus frutos sin que nadie les preste atención, que ya recibe una advertencia: cuidado con el chikungunya.

Por estos días, esta ciudad de casi 650.000 habitantes y un parque de vehículos en el que las motos están, en cantidad, cada vez más cerca de empatarle a los autos -más de 80.000 versus 110.000- es el epicentro de una enfermedad con características similares a las del dengue pero sin el componente mortal de este último. También transmitida por mosquitos, el chikungunya incluye fiebre durante días y dolores musculares que pueden extenderse por varios meses.

Con más de 18.600 infectados, según el diario local La Opinión, la epidemia está tan presente en el día a día de los cucuteños que es común ubicarla en graffitis callejeros que, además, aluden a las fiestas de fin de año (quien aquí escribe ubicó más de un "¡Feliz Navidad, chikunguñeros!" en distintos muros) e, incluso, ya ha dado lugar a canciones de reggaeton y champeta, un género con genética africana nacido en las calles de Cartagena.

Los recaudos que tuvo que tomar este cronista desde el primer día en esa área de Sudamérica: desde el uso de jabones que incluyen sustancias repelentes de toxicidad clase II y III -esto es, tan o más potentes que el grueso de los agroquímicos más utilizados en el campo argentino- como los que emplea a diario el ejército de Colombia en sus campañas a la selva, hasta el consumo de una pastilla de tiamina (vitamina B1) cada 24 horas.

El chikungunya fue detectado por primera vez en 1952 en una serie de aldeas de Tanzania, África central. En 2013, nadie sabe cómo, el virus enfermó a sus primeras personas en esta parte del mundo: dos casos resultaron detectados en diciembre de ese año en la isla caribeña de San Martín, controlada por Francia.

Ya el año pasado, la expansión del chikungunya se volvió incontenible. El contagio llegó incluso a los extremos del continente, con afectados en Estados Unidos o la misma Argentina. En nuestro caso, el virus arribó a través de viajeros que visitaron zonas afectadas principalmente en el Caribe.

¿Cómo apareció esta enfermedad en Colombia? En Cúcuta, casi como un mandamiento popular, el origen de casi todos los males está del otro lado de la frontera. Aunque no existan pruebas concretas de que todo lo negativo provenga de un mismo lugar. "Es un experimento que hizo Maduro", oyó decir este cronista. Otra vez, la culpa es de Venezuela.

Atravesada por el río Pamplonita, de casas bajas y contados edificios que superen los diez pisos, Cúcuta tuvo su primer momento de popularidad internacional en 2009 cuando, enfrentado con el entonces presidente colombiano Álvaro Uribe, Hugo Chávez apostó un escuadrón de tanques justo del otro lado del puente Simón Bolívar que separa a esta ciudad de la venezolana San Antonio del Táchira.

Por primera vez en la historia, poblaciones hermanas estuvieron a un paso de dar el puntapié inicial a una guerra para nada coincidente con la idea de la Gran Colombia fomentada por el libertador Bolívar durante los primeros años del siglo XIX.

Para fortuna de Cúcuta y San Antonio los pronósticos de pólvora y sangre nunca pasaron de la amenaza, pero lo cierto es que desde entonces algo se quebró entre ambas ciudades.

Y el clima volvió a ganar tensión en 2013, cuando el ex embajador de Panamá ante la Organización de los Estados Americanos (OEA), Guillermo Cochéz, divulgó un documento de registro civil en el que Nicolás Maduro aparece como nacido precisamente en Cúcuta.

Ante esto, volvió a escalar el conflicto entre Venezuela y Colombia hasta desembocar en la actual situación de cierres de fronteras impuestos de forma unilateral por el sucesor de Chávez y permanentes restricciones al ingreso legal de productos fabricados en la tierra que gobierna Juan Manuel Santos.

Del lado colombiano, y vigente hasta el día de hoy, la respuesta ante el aparente origen cucuteño de Maduro derivó en un comentario casi humorístico que puede escucharse en cualquier hogar de la ciudad: en realidad, él nació en Ocaña. Esto es, otra población cafetera -en plena montaña, 97.500 habitantes- aunque situada a más de cuatro horas de la frontera.

Pero, aunque el recelo prima entre las relaciones a uno y otro lado del límite entre países, lo cierto es que Cúcuta se ha convertido casi de forma casual en un auténtico oasis comercial para los venezolanos. Sucede que, aunque la entrada de artículos colombianos al Táchira se encuentra vetada, no ocurre lo mismo con las mercaderías que provienen del país que gobernó Chávez.

Muy por el contrario, en la ciudad cafetera abundan todos los productos que en Venezuela hoy son noticia porque escasean o directamente desaparecieron de góndolas y supermercados.

Desde artículos de primera necesidad como harina pan -vital para las arepas que, como ocurre con el pan en la Argentina, forman parte de la comida diaria en casi todos los hogares venezolanos- o leche, hasta papel higiénico, mayonesas, productos de aseo personal, enlatados o bebidas, todo puede conseguirse en los mercados populares de Cúcuta.

Lo mismo ocurre con la nafta. En una larga recorrida por la ruta que cruza la frontera, este cronista dio con cientos de puntos de venta improvisados a un lado del camino.

A quienes operan estas garitas, en muchos casos construidas con los mismos bidones cargados de combustibles, se los conoce como "Pimpineros" y la diferencia de precio que mantienen con los estaciones de servicio es por demás contundente.

En cifras: en Venezuela, llenar un tanque de 40 litros cuesta menos de 0,50 dólares. Dicha cantidad se vende a Colombia vía contrabando por 10 dólares para, luego, ese mismo producto ser ofrecido en el mercado negro cafetero a poco más de 20 dólares. El margen aparece cuando se toma en cuenta el valor de la nafta en el país de Santos. Así, mientras que en Venezuela el valor del litro de nafta no alcanza los 0,02 dólares, en Bogotá el precio oficial del galón se ubica en el orden de los 4,7 dólares -casi 0,80 dólares el litro-.

Un "Pimpinero" en acción, de los 5.000 que se estima operan en la zona, retratado en la travesía por las márgenes de la frontera colombo-venezolana:

Puesto similar:

Ya en plena Cúcuta:

La ruta del contrabando

Aquello que en su momento fue el canal de intercambio comercial más importante para Venezuela y Colombia, según lugareños e incluso periodistas locales, hoy no es más que un testimonio de contrabando permanente, corrupción policial y especulación empresaria.

"Aquí se consigue todo lo que en Venezuela no está. Los venezolanos vienen a comprarlo acá y eso es porque a los empresarios les conviene venderlo desde Colombia. Lo venden más caro y saben que la gente hará lo que sea para conseguir cosas como la harina para las arepas. ¿Por qué se consigue en Cúcuta lo que no hay del otro lado? Porque la guardia nacional venezolana hace sus negocios. Reciben plata para dejar pasar", contó un ganadero colombiano radicado en Ureña, zona de frontera pero ya dentro de Venezuela.

Para graficar el cuadro, el entrevistado exhibió ante este medio un producto bolivariano que desde hace meses sólo se consigue en Cúcuta: la leche en polvo Casa.

Para ahondar en la mercadería venezolana que hoy abunda en la frontera colombiana, decidimos hacer una visita al sitio que es considerado una de las mecas del contrabando en la zona: el mercado Central de Abastos de Cúcuta SA, mejor conocido como Cenabastos.

Este punto comercial comprende unas 22 hectáreas con más de 26.000 metros cuadrados ocupados con galpones y depósitos. Y otros 100.000 metros cuadrados sólo de playas de estacionamiento para camiones. El movimiento económico legal en Cenabastos supera con comodidad los 830 millones de dólares anuales.

Pero, como ya se anticipó, la venta no declarada marca el pulso del mercado. Y, en ese aspecto, Venezuela gobierna el escenario: según precisaron distintos comercializadores consultados en el lugar, alrededor del 80 por ciento de la mercadería que se comercializa en esa área de Cúcuta proviene de la nación que encabeza Maduro.

Sus principales compradores: venezolanos, por supuesto. A diferencia de lo que ocurre con los colombianos que deciden concretar alguna compra del otro lado de la frontera -por lo general, sujetos a requisas que derivan en mercadería decomisada en casi toda su totalidad-, miles de habitantes de San Antonio del Táchira y zonas aledañas atraviesan el límite para comprar en Cenabastos.

¿Cuáles son los artículos venezolanos que se consiguen en ese mercado? Prácticamente todos: desde ropa hasta jabón en polvo, pasando por enlatados, cervezas, carne de vaca, pollos vivos y huevos frescos.

Algunas imágenes que captó este cronista. En primer término, toda la variedad de productos Nestlé que se demandan en Venezuela -como el Cerelac-, papel higiénico y perfumería:

Packs de la cerveza venezolana Polar y jabón en polvo Ariel:

Enlatados Margarita y Bahía Mara:

Leches y dulces:

Mayonesa Mavesa y cerveza Polar:

Artículos de aseo personal contrabandeados:

Huevos frescos venezolanos:

Cosmética:

Cenabastos, en plena actividad:

Oferta contundentePara los colombianos, y por la depreciación del bolívar, los productos venezolanos cotizan a precio de regalo.

Una muestra: mientras que en Bogotá el precio de un producto para el cabello como la crema de peinar Elvive de L'oreal cuesta unos 20.000 pesos colombianos -menos de 10 dólares-, en Cenabastos ese mismo monto sirve para adquirir un combo de siete productos que incluyen desde el cosmético en cuestión hasta cremas para el cuerpo, champú, protector solar y desodorantes.

"Para los colombianos el valor de los productos es casi simbólico. Pero eso no ocurre para los venezolanos. Para ellos el precio es un 300 por ciento más caro que en su país. La cuestión está en que esos productos allá no se consiguen y muchos son de primera necesidad", comentó un puestero de Cenabastos.

¿Cómo se da el ingreso de los productos venezolanos en un contexto de frontera cerrada por Maduro? Entre regañadientes, un comerciante contó algunos detalles: "Todo entra por las trochas, que son caminos alternativos a la frontera. Son caminos de tierra y rocas, en muchos casos interrumpidos por algún río".

¿Y la guardia nacional venezolana no los detecta?, preguntó este periodista. "Claro que lo sabe. Ellos cobran para dejar pasar", respondió el vendedor.

Según la Policía Fiscal y Aduanera de Colombia, hoy existen más de 320 pasos ilegales con Venezuela que son utilizados a diario para contrabandear mercaderías. Para el Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información de Venezuela, las trochas totalizan 400.

Las autoridades de ambos países coinciden en que el ingreso ilegal de productos por la frontera mueve más de 3.600 millones de dólares por año. El alcance de lo ingresado parece no tener límites. Así, este cronista ubicó frascos de mayonesa Mavesa incluso en la zona selvática de Tayrona, distante 25 kilómetros de la caribeña Santa Marta y a unas 17 horas de Cúcuta por tierra.

El incremento del contrabando se da a la par que cae el intercambio legal entre Colombia y Venezuela. En ese sentido, Magdalena Pardo de Serrano, titular ejecutiva de la Cámara Colombovenezolana -entidad que aglutina a los exportados e importadores precisamente de Colombia-, publicó a fines de diciembre una columna en el matutino local La Opinión en la que detalló que Norte de Santander, el departamento del que es capital Cúcuta, "debería estar exportando unos 400 millones de dólares al año a Venezuela".

"El panorama no es el más alentador. Las cifras para los primeros nueve meses de 2014 ascendieron a 37,3 millones de dólares contra los 100,5 millones del año pasado (2013)", especificó.

Pardo de Serrano fue contundente: "Además de la caída del comercio legal, un problema no menor en la frontera es la distorsión cambiaria existente en el vecino país, con una tasa de cambio oficial lejos de la tasa real que, sumada con los subsidios directos del Estado a los principales productos de la canasta familiar ha desembocado en un contrabando de grandes magnitudes, que incluso sus márgenes de ganancia son superiores a los del narcotráfico".

Lo expuesto por la voz empresarial se hace verdad tanto en mercados consagrados como Cenabastos como en cualquier calle de Cúcuta. Los 35 grados promedio que golpean desde un cielo rara vez tormentoso no hacen mella en los miles de autos destartalados de los años 70 u 80 -Ford Conquistador, Dodge Dart o Chevrolet Malibú, también conocidos como "lanchas"- o las 4x4 último modelo que, con patente venezolana, van y vienen por la frontera en busca de apenas un poco de harina pan, leche en polvo o papel higiénico.

La demanda ni siquiera se ve afectada por el chikungunya, que aunque en Colombia está tildado de arma bacteriológica desarrollada por quien sabe qué científico loco a las órdenes de Maduro lo cierto es que a la hora de enfermar también afecta a los venezolanos.

La necesidad, sobre todo cuando se tiñe de desesperación, parece que se sobrepone a cualquier epidemia o control limítrofe. Con la decepción parece ocurrir algo similar.

Y de ahí el silencio de los venezolanos cuando, en plena compra, se les pregunta cómo puede ser que la producción bolivariana se consiga sólo en la tierra de esos hermanos que la conveniencia política inventó enemigos.

Nada dicen respecto de cómo es posible que buena parte de la esencia del modelo chavista sobreviva, desde hace meses, sólo en el corazón de una calurosa ciudad colombiana.

Temas relacionados