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¿Obsesionados por la mineralidad? ¿”Acido-dependientes”? Te presentamos un decálogo para identificar consumidores demasiado pendientes de las tendencias
11/05/2015 - 16:45hs

"Este vino tiene corcho", dice, para luego alejar la copa y hacer una mueca despectiva. Todos los demás bebedores, que se habían entusiasmado lanzando descriptores al aire, de golpe, quedan en posición adelantada.

Botellas defectuosas hay. El problema es cuando un consumidor empieza a beber vinos sólo para encontrar defectos y adoctrinar al resto.

Esta es apenas una de las características del "wine victim", es decir, todos aquellos que necesitan estar al tanto de la última tendencia, desprecian los vinos "old school" y, sobre todo, se han convertido en artistas de la crítica.

A continuación, un decálogo -caprichoso, como todos los decálogos- sobre las actitudes que convierten una persona en víctima de la última moda vitivinícola. Se abre el debate... 

1- Profesan una nueva religión: la “mineralidad” 

Desde hace un par de años a esta parte,  si algo se puso de moda en la industria del vino fue comenzar a hablar más y más no ya del terroir, sino del calcáreo que hay en los suelos de algunas zonas, especialmente en Valle de Uco, y de las características peculiares que esto le transmite a los vinos. Los conceptos que provienen de los enólogos son entendibles y están perfectamente fundamentados. Pero esta tendencia también trajo aparejada una nueva moda: la de los bebedores que a todo vino proveniente de Uco –especialmente si es de Gualtallary- le encuentran un perfil mineral, tanto en nariz como en boca. Así como en los ’90 el uso de madera era síntoma de calidad, hoy la historia parece repetirse con la influencia de las piedras en los vinos

2- La tierra prometida para ellos sólo está en Gualtallary

Es indudable que esta zona se ha convertido en el gran hotspot de la vitivinicultura local. Grandes bodegas, alumbrando grandes vinos así lo confirman. Sin embargo, el tema no está centrado en la región sino en la relación que los consumidores van tejiendo con los distintos terroirs. Y así como la mineralidad parecería ser la religión, para muchos, Gualtallary es la tierra prometida. Así, en ciertas ocasiones es posible observar cómo bebedores avezados pierden un poco la objetividad y aceptan como un dogma todos aquellos vinos que provengan de “Gualta”, como algunos ahora denominan a esta zona, dejando ver que realmente tienen una conexión emocional con el lugar. 

3- ¿Tiene acidez? Entonces es bueno… 

La acidez es clave en un vino, porque sostiene toda la estructura y porque es una de las variables fundamentales para que un ejemplar evolucione correctamente en el tiempo. Es cierto que la acidez arma un vino y le da nervio. Pero ahora pareciera haber una carrera armamentista por hacer vinos más y más ácidos, con filo, mordientes. Y detrás de esta nueva moda instalada en la industria, están aquellos consumidores que antes miraban el nivel de alcohol al probar un vino pero que ahora preguntan cuál es el nivel de acidez. El tema es que, en general, las bodegas deben corregir esta variable, porque las características climáticas en los distintos terroirs de la Argentina muchas veces no permiten obtener una elevada acidez de manera natural y, paralelamente, lograr una buena concentración de antocianos y aromas. 

4- Desconfían de todos los Cabernet Franc que hay en el mercado

La última moda en materia de tintos parecía ser el Cabernet Franc. Pero no. Ahora la última moda es subestimar a aquellos que se dejan sorprender por esta cepa y desconfiar de que todas las botellas que dicen tener Cabernet Franc realmente lo contengan. El razonamiento que trazan es que actualmente hay plantadas cerca de 750 hectáreas con esta cepa, que representan apenas el 0,3% de la superficie total cubierta con viñedos. Como si fuesen fiscales del INV, aseguran que las cuentas no cierran y que lo que estamos bebiendo seguramente no sea Cabernet Franc, haciendo pasar al resto por ingenuos e incrédulos que fueron engañados vilmente por una bodega. 

5- Abusa de la terminología técnica

Cuando un bebedor deja la etapa del disfrute y entra en una competencia para medir conocimientos, definitivamente se ha transformado en un “wine victim”. Hay que hacer una aclaración: saber es sinónimo de aumentar el disfrute. Quien esté más instruido y más información tenga a mano, más provecho podrá sacar de cada vino. Pero muchos bebedores hoy parecen empecinados en dejar aflorar cada vez más tecnicismos. Y hablan del acetato de isoamilo para referirse a los Chardonnay con fruta madura o del metilbutanoato de etilo para referirse al descriptor conocido como “manzana”.  

6- Fuerza los descriptores

Muchas veces, a los “wine victims” se les pegan algunos latiguillos, y los terminarán usando, en algunos casos, de manera indiscriminada. En un momento, es probable que se vea seducidos por el grafito. Y se esforzará no ya por dejar que hable el vino, sino por acomodar sus sensaciones para que allí donde hay fruta, especias o hierbas aromáticas, también aflore el grafito. Un tiempo después, es probable que tenga una obsesión por la “tiza” y así irán sucediéndose botellas a las que el “wine victim” les endilgue una paleta aromática, cuanto menos, dudosa.

7- En todas las reuniones encuentran botellas con defectos

Según un estudio reciente, realizado por la empresa Nomacorc, sólo el 4% de las botellas tienen TCA, terminología con la que se señala a los ejemplares que poseen aroma a corcho. Esto deriva en que el vino se vea afectado por un olor similar al cartón húmedo, al tiempo que este defecto reduce la expresividad de los aromas frutados. Así, cerca de cuatro de cada 100 botellas podrían presentar este defecto. Sin embargo, desafiando las estadísticas, hay consumidores que necesitan encontrar un defecto botella por medio. No contentos con señalar lo intomable que es el vino, se encargarán de remarcarles a los demás bebedores su escasa pericia para detectar la más mínima anomalía. 

8- Considera a casi todos los tintos con madera vinos comerciales

Es cierto. Hace unos 15 o 20 años, la tendencia –incluso para algunos vinos blancos- era que si se usaba buena madera, se notara. Esto dio lugar a vinos con excesivo uso de barrica, que en la industria se conoce como “maderazo”. Sin embargo, en los últimos tiempos se ha dado una suerte de “caza de brujas” en contra de cualquier etiqueta que tenga aromas torrefactos (como café) o una vainilla demasiado evidente. Así es como muchos enólogos, por miedo a ser catalogados por los “wine victims” de “predecibles”, “comerciales” o de pertenecer a la “vieja escuela”, hace tiempo que vienen insistiendo con que su estilo es de hacer primar “la fruta por sobre la madera”. 

9- Menosprecia a los Chardonnay con madera

Suena rebuscado, pero hay bebedores que en la actualidad -en sintonía con la tendencia actual, que pregona sobre más fruta, menos madera y más acidez-, miran con bastante desprecio a aquellos Chardonnay que eran furor hace 10 o 15 años: ejemplares marcados a fuego por el uso de la barrica y dominados por la fruta tropical bien madura. Hoy, para muchos, estos blancos son sinónimo de lo viejo, de lo que hay que enterrar. Incluso, señalan a esa etapa clave de la vitivinicultura argentina como un error del pasado. Para esta raza de consumidores, hoy los Chardonnay tienen que ser extremadamente ágiles, mordientes y filosos. Así, cualquier vestigio a banana madura o a vainilla que aparezca en la copa, puede condenar a una botella a sufrir la peor de las condenas. 

10- Tienen un “amigo enólogo”

Ahora, pertenecer a la corte selecta de expertos que adoctrinan a los demás bebedores no es suficiente. El último grito de la moda vitivinícola es tener un amigo enólogo. No sólo eso: los siguen en las redes sociales, alaban sus últimos lanzamientos y los viernes o sábados por la noche, postean imágenes de platos de comida frente a una de sus etiquetas o una de sus botellas con las brasas de la parrilla que recién comienzan a encender de fondo, para deshacerse en elogios sobre el maravilloso vino que han creado. El cholulismo enológico existe. El tema es que muchos, en pos de la supuesta amistad, terminan perdiendo la objetividad. 

Por Juan Diego Wasilevsky - Editor Vinos & Bodegas iProfesional - [email protected]

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