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El debate sobre el atraso cambiario está instalado, pero poco se conoce sobre los efectos de una depreciación del peso. Quién es quién en la pelea
09/08/2015 - 11:56hs

El ministro de Economía, Axel Kicillof, disparó contra el "Club de los devaluadores", al que le pidió que "no mienta más con el atraso cambiario", y Adelmo Gabbi, titular de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, afirmó que, "si se liberara, el dólar valdría menos".

Alejandro Vanoli, presidente del Banco Central, fue más allá y sentenció: "Es un disparate que vamos a devaluar después del 9 de agosto", en alusión a las primarias que se celebran hoy en el país.

La relación entre el peso y el dólar está en boca de todos. A tal punto que la Fundación Mediterránea adaptó el tradicional índice Big Mac que elabora la revista europea The Economist, y sumó a la comparación global al Cuarto de Libra, que no tiene su precio intervenido. El resultado es elocuente: una apreciación del peso del 50,83%.

La macro verde reflotó un debate histórico en la economía local: dólar alto versus dólar bajo, en un contexto en el que la punta del ovillo debería buscarse en la aceleración de la inflación más que en el nivel correcto del tipo de cambio nominal. O la inacción respecto del primero de los temas llevó a que el segundo pase a ocupar un lugar en la agenda.

"No podemos devaluar porque a Brasil lo devalúan, somos un país y no un estado brasileño", sostuvo el economista Miguel Bein. La moneda del principal destino de las exportaciones industriales argentinas cayó otro 1,3% y acumula una devaluación del 6,2% en seis ruedas, y de más del 25% en el año.

"Las pujas distributivas siempre están. Entre los empresarios que producen y utilizan insumos importados para el mercado interno que tiene un tipo de cambio bien bajo con salarios muy altos, y aquellos que se dedican fuertemente a la exportación y prefieren el tipo de cambio muy alto y salarios muy bajos.", agregó Bein.

Entre los ganadores con una devaluación aparecen los productores de bienes exportables (industrias como la siderurgia, la textil y la petrolera, entre otras); también aquellos rubros que sustituyen importaciones, los pocos servicios transables (servicios que se venden al mundo) y el campo, que hoy está atado al dólar oficial menos el 35% en el caso de la soja, y que en algunos casos ya trabaja a pérdida.

Los grandes exportadores de la Argentina también resultan beneficiados con una devaluación. De hecho, entre las 10 compañías que conforman el top ten local de envíos al exterior, la soja y sus derivados se quedan con un 55% de las divisas generadas en moneda estadounidense.

En el plano fiscal, el Gobierno tiene un beneficio neto al devaluar. Viene del lado de los ingresos del comercio exterior, que representan cerca del 13,6% de la recaudación.

El comercio exterior movió en julio unos $13.997 millones en impuestos totales: $10.756 millones en derechos de exportación, cuya recaudación subió sólo 14,9%, y $ 3241 millones en derechos de importación, con una suba del 20,1%, cifra récord desde que se instaló el cepo.

"Los bancos que tengan en su cartera activos vinculados al dólar también ganarían con una devaluación. Por ejemplo, en el caso de los bonos atados a la evolución de la moneda estadounidense, mientras más se devalúe más van a ganar, y eso se reflejaría en sus balances", destaca Adrián Yarde Buller, economista de Orlando Ferreres & Asociados.

Por otra parte, un tipo de cambio alto permite licuar el gasto público y dar oxígeno fiscal. "En 2002 se devaluó de uno a cuatro pesos y se congelaron las jubilaciones y los salarios en pesos; entonces se licuó el gasto", explica Juan Pablo Paladino, jefe de Investigaciones de Ecolatina a La Nación. Con un dólar más alto, los mayores beneficios pasarían por las acciones relacionadas con el agro y algunas industrias, como la metalúrgica.

Del otro lado del mostrador aparecen los grandes perdedores de una devaluación. En primera instancia, los asalariados en pesos y los jubilados que ven como se licúa su poder adquisitivo a nivel internacional.

También la industria local que depende de componentes importados. Por ejemplo, el negocio automotor, en el que cerca del 70% de los insumos llega del exterior y que vería incrementados sus costos de producción ante un cambio. Tendrían el atenuante en los menores salarios, pero el efecto sería claramente negativo.

El turismo emisor también perdería, porque la moneda local pierde poder de compra frente a las otras. Sería lo opuesto al fenómeno que se vive actualmente y, a la vez, se generarían incentivos al turismo receptivo.

Las empresas con deudas en dólares y los gobiernos provinciales con obligaciones también en moneda estadounidense estarían entre los perjudicados. "Mientras el Central tenga que emitir dinero para financiar al tesoro, la tasa de inflación se va a mantener en los niveles actuales, eliminando los efectos reales de cualquier devaluación", cierra Yarde Buller.

El otro aspecto que pocas veces se tiene en cuenta es el cualitativo. Martín Tetaz, economista especializado en comportamiento, hace un cruce distinto. "Hay un impacto muy fuerte en la confianza de los consumidores y un ejemplo muy claro es lo que ocurre con la evolución del índice que mide la Universidad Di Tella", sostiene.

En 2002, después de la devaluación, cayó fuertemente y, en febrero del año pasado, tras la depreciación del peso, también tuvo una baja brusca, del 23%. "Eso repercute en las decisiones de consumo, de inversión y de todo lo vinculado con las expectativas", resume.

La otra clave es que la relación entre peso y dólar suele utilizarse como un ancla inflacionaria y una modificación aislada no genera un resultado sustentable. Pero, claro está, nadie quiere hablar de ello. Al menos por ahora.

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