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Universidades apuntan a promover la iniciativa propia, capacidad de autogestión, coraje en los riesgos y resilencia para sobreponerse a los fracasos
09/10/2015 - 10:10hs

Varias veces me han preguntado cómo se hace para formar profesionales con un marcado perfil emprendedor. La respuesta, creo, es relativamente simple aunque tiene varias aristas.

La propuesta educativa se plasma primordialmente a través de un plan de estudios que brinde una formación que recorra todas las instancias del gobierno y la gestión de las organizaciones -cualquiera sea su tamaño, propósito específico o sector de la economía en el que opere- desde la estrategia corporativa hasta la gestión de sus procesos operativos.

En un mundo donde el rol de la tecnología, particularmente la capacidad de procesamiento de datos, es cada vez más determinante, el ámbito de la administración y los negocios no puede quedar ajeno a ello. Es por ello que los sistemas de información y la interacción entre el negocio, los modelos de datos y la tecnología que permite procesarlos y transformarlos en información clave se encuentra debe ser además, el centro de la formación de quienes eligen seguir esta especialidad.

La interacción entre estos dos mundos, negocios y sistemas, ha llegado tan lejos que excede largamente la función clásica de la tecnología informática como soporte de los procesos de negocio.

En el mundo de la geo-localización, el big data y los algoritmos inteligentes, esa interacción es de doble vía y afecta a la propia estrategia competitiva de las organizaciones, permitiendo la creación de nuevos y disruptivos modelos de negocios en casi todas las industrias.

Sin embargo, en ciertas disciplinas, no alcanza con esto para formar emprendedores. Por caso, un graduado en management requiere, además, poseer ciertas competencias particulares que no se aseguran únicamente con un plan de estudios.

Siendo un campo profesional orientado a la acción, además de los conocimientos técnicos para la toma de decisiones, es fundamental desarrollar en los estudiantes la iniciativa propia, una gran capacidad de autogestión y particularmente la resiliencia, esa cualidad que permite sobreponerse a las dificultades y aprender de los momentos difíciles.

Es fundamental implementar con el tiempo una cultura que promueve la acción, la iniciativa propia y la autogestión en los alumnos. Esta cultura se debe manifestar en distintas prácticas que se desarrollan tanto dentro como fuera del aula.

En estas tareas colabora el rol activo del alumno, si se le ofrecen cursos extracurriculares en los que se desarrollen conceptos y herramientas vinculados a la innovación y al diseño de nuevos proyectos. Por ejemplo, "design thinking" aplicado al desarrollo de nuevos negocios, al diseño de experiencias de marketing, de trabajo colaborativo e incluso de ciudades inteligentes.

Sin embargo, el principal elemento de la cultura emprendedora se trata, en resumen, de apalancar sus iniciativas a través de la acción de una red que potencie las buenas ideas de sus integrantes y promueva un ambiente en cual estas ideas pueden cuajar en proyectos concretos fuera del aula.

De esta manera, las iniciativas de los alumnos encuentran un ecosistema propicio para despegar siempre y cuando ellos mismos sean los principales sponsors de dichas iniciativas.

Este "modus operandi" permite que además de dominar herramientas técnicas y desarrollar la capacidad de análisis, los futuros graduados aprendan que son importantes las buenas ideas, el trabajo duro, la vinculación de la teoría con la práctica, la colaboración y el trabajo en equipo. También aprenden a enfrentar riesgos y a resistir los fracasos. Y sobre todo, a ser artífices de su propio destino.

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