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Debatir o no debatir: el gran dilema de un Scioli necesitado de captar al votante de clase media

En el ambiente político flota la sensación de que el sciolismo está lejos del "compromiso asumido" con el que presionan los medios y sus rivales políticos
31/08/2015 - 10:04hs
Debatir o no debatir: el gran dilema de un Scioli necesitado de captar al votante de clase media

Debatir o no debatir. Esa es la cuestión sobre la que reflexionan los asesores de Daniel Scioli, a pocos días de que se produzca el "hecho histórico" promocionado por TN, el canal de noticias de Clarín.

La sensación que flota en el ambiente político es que, lejos del "compromiso asumido" con el que presionan los medios, para los sciolistas el tema está lejos de ser resuelto.

Nadie lo expresó tan claro como Karina Rabolini, la más autorizada de las voceras del candidato quien, ante la consulta periodística, dejó en claro la situación real: "No sé si Daniel va a debatir".

Lo cierto es que, en el contexto de una campaña llena de disgustos y mucho más sobresaltada de lo que se esperaba, el único "debate" que está dando Scioli es interno, con su equipo de campaña, y que consiste en considerar los pro y los contra de enfrentarse, cara a cara ante las cámaras de TV con Mauricio Macri y Sergio Massa.

Por lo pronto, el sólo hecho de que se esté considerando la participación revela una debilidad: en la Argentina es una ley no escrita que el que lidera las encuestas no concurre. No lo hizo Carlos Menem en 1989, ni Fernando de la Rúa en 1999, ni Cristina Kirchner en sus dos campañas.

Según los parámetros de la cultura local, esa confrontación de ideas que en el resto de los países es una práctica corriente –y en algunos casos hasta obligatoria- aquí resulta casi imposible: sólo favorece a los que van detrás del líder.

No por casualidad, Macri y Massa, rápidos de reflejos, confirmaron su asistencia y ejercen presión para que Scioli no falte a la cita del próximo 4 de octubre.

Ergo, no hay asesor de campaña que pueda recomendar el debate. A no ser, claro, que se dé una situación -hasta ahora inédita- de un resultado incierto.

Esto es, posiblemente, lo que están pensando en los comités de campaña: el 39% que obtuvo en las PASO no es suficiente para triunfar en primera vuelta.

Mala rachaSi la propuesta hubiese sido hecha hace algunos meses, es probable que en el sciolismo la respuesta fuese negativa: había demasiado optimismo como para arriesgarse a exponer al candidato a una confrontación.

Los números de las encuestas para las PASO eran favorables y, luego de los comicios, sería tiempo de ajustar algunos detalles en la estrategia de campaña.

Sin embargo, la planificación se vio truncada por una serie de infortunios.

El primero fue la denuncia contra Aníbal Fernández por supuestos vínculos con la mafia de la efedrina, una situación que podría ahuyentar a votantes de la clase media, preocupada por la inseguridad. 

Luego vino la muerte del militante radical Ariel Velázquez, en Jujuy, un episodio que salpicó a  Milagro Sala, quien acompaña como candidata al Parlasur en la boleta del gobernador bonaerense.

Pero el peor traspié de campaña fue el de las inundaciones en la Provincia, que dejaron un saldo de diez mil evacuados y cinco personas fallecidas.

Aquí el costo político fue doble. Primero, por la inundación propiamente dicha, que puso en evidencia los graves problemas de infraestructura tras ocho años de gestión sciolista.

Es decir, una verdadera pesadilla para un candidato que viene utilizando la muletilla de la inversión en obras públicas como uno de los pilares de su discurso.

Pero además, claro, estuvo el hecho del viaje "fuera de timing"a Italia, justo en el peor momento de la catástrofe.

El ruido político alcanzó tal nivel que la presidenta Cristina Kirchner se vio obligada, ante los militantes de La Cámpora, a pedir que perdonaran la "equivocación" del candidato.

Frente a tantos embates, Scioli necesitaba recuperar la sonrisa para la foto de campaña y la proximidad de los comicios tucumanos parecía ser una buena ocasión para volver a mostrarse victorioso.

Pero el triunfo electoral quedó opacado por los incidentes, las acusaciones de fraude y la represión policial a las protestas.

El candidato del Frente para la Victoria intentó despegarse con poco éxito. Hasta el CELS que dirige el influyente Horacio Verbitsky afirmó que el responsable directo del accionar de las fuerzas policiales es el gobierno peronista de Tucumán.

Y, por si algo faltaba, desde el propio kirchnerismo surgieron críticas y calificativos discriminatorios hacia un ídolo popular como Carlos Tevez, porque en una entrevista hizo alusión a la pobreza.

Como si no alcanzara con todo esto, el dólar volvió a escaparse en el mercado paralelo.

A la caza de la clase media¿Qué se hace tras semejante seguidilla de infortunios? He ahí la cuestión. Para algunos, más que nunca se aplica el argumento de que no hay que prestarse al debate.

Y razones no les faltan: no es fácil exponerse a que los candidatos rivales le recuerden ante las cámaras todas las evidencias de problemas no resueltos.

Pero también hay quienes creen que en esa debilidad existe un beneficio: a fin de cuentas, quienes miran este tipo de programas son las personas de nivel socio-cultural medio y alto que es, justamente, el sector donde Scioli aspira a ganar los votos que le faltan.

El primer tema a resolver es si un "faltazo" al debate le haría pagar algún costo político.

Los antecedentes históricos llevan a pensar que el riesgo es bajo.

En 1989, Carlos Menem no fue al debate en el programa Bernardo Neustadt y su rival, Eduardo Angeloz, intentó estigmatizarlo poniendo una silla vacía en el estudio de TV.

La movida "marketinera" no le sirvió de mucho. El riojano lo venció en las urnas y con mucha holgura.

"Por lo general, quien va primero lo elude. Esto pasa en los países en que ello no tiene costo político, como ha ocurrido en Argentina hasta ahora", explica el politólogo Rosendo Fraga.

Hay analistas que creen que, fuera del "microclima" de la gente muy politizada, el debate presidencial no despertaría gran expectativa en la población. Como el influyente Jorge Asís, quien considera "innecesario" y "poco interesante" el eventual encuentro.

"No resulta clarificador porque la ciudadanía ya conoce demasiado a los candidatos", sostiene.

Sin embargo, hay quienes creen que esta vez la cosa puede ser diferente y, tal vez, sí haya un costo político.

"A diferencia de lo que ha pasado en otras campañas presidenciales, hay un nivel de conciencia y de demanda cada vez mayor por parte de la ciudadanía acerca de los debates. De manera tal que no concurrir podría abrir un frente que puede funcionar negativamente en el sector de la clase media independiente que Scioli va a necesitar", argumenta Graciela Roemmer, experta en opinión pública.

Pero también advierte el riesgo al que se expone: "Un punto o dos puntos que pueda perder en el electorado independiente por supuesto que es importante. Tal vez no lo fuera para Menem en el año 89 pero sí lo es en este contexto", explica.

¿Una oportunidad para resurgir?En caso de que la decisión sea que Scioli participe, la gran pregunta será si tiene más posibilidades de perder que de ganar votos.

"Si yo fuera su asesor, le diría que no debata", asegura Diego Dillenberger , experto en comunicación política.

Sustenta su postura bajo el argumento de que "él sabe que lo que obtuvo en las primarias es su techo y no lo va a perder”.

De todas formas, admite que lo acontecido en las últimas semanas podría generar la duda en su equipo.

"Si  ven que los traspiés de campaña erosionan la probabilidad de, como mínimo, repetir los números que tuvo en las PASO es posible que, ‘perdido por perdido’, decidan participar", agrega.

Rosendo Fraga está entre quienes creen que el candidato del FPV finalmente declinará: "Hay una coyuntura política difícil de explicar en un debate".

Y agrega que tal vez lo que le resulte más difícil no sea responder por las inundaciones o por Tucumán, sino por la agenda económica.

"Hay una temática complicada de explicar sin entrar en conflictos con el kirchnerismo", afirma Fraga.

Un repaso a las noticias de los últimos días parecen darle la razón: en sus visitas al interior, Scioli ha reconocido la pérdida de competitividad de las economías regionales y ha sugerido la conveniencia de eliminar las retenciones a las exportaciones.

Por otra parte, sus asesores económicos del gobernador se han quejado del bajo nivel de las reservas del Banco Central y han dado a entender que tienen disposición a dialogar con los "fondos buitre".

Es decir, un discurso contradictorio con la línea Cristina-Kicillof que, en medio de un debate, le resultaría fácilmente aprovechable a un rival con cierta habilidad retórica.

Sin embargo, aunque parezca contradictorio, ahí mismo reside el argumento a favor de que Scioli concurra. A fin de cuentas, sus peores resultados en las PASO los tuvo en el interior rural de la provincia de Buenos Aires y en grandes centros urbanos del interior, como Córdoba, Rosario y Mendoza.

De esa manera, un discurso que implicara un "guiño" en el sentido de corregir los aspectos más criticados de la política económica kirchnerista le podría servir para sumar adhesiones.

El riesgo es irritar al "ala izquierda"del kirchnerismo, aunque parece improbable que, a esta altura, pudieran fugarse hacia otro candidato.

Y algunos perciben otros beneficios en el hecho de debatir, tales como contribuir a la división del voto opositor.

"Un debate en el que participe junto con Massa y Macri le ofrece al candidato oficialista la ventaja de instalar una elección entre tres y consolidar la división de la oposición", asegura Fraga.

También Dillenberger especula que si Massa adoptara una estrategia de no solo confrontar con Scioli, sino también con Macri, "eso puede contribuir a minimizar la polarización".

De manera que no está dicho que todo sea negativo para Scioli en un debate. Hasta hay quienes creen que, aunque el gobernador bonaerense nunca se ha destacado por su habilidad retórica, puede contar con armas para salir bien parado.

Según Roemmer, "es posible que presente algunas fortalezas en relación a los otros dos candidatos que tienen una característica discursiva más acotada, más directa. Pero Scioli tiene un componente de emocionalidad que empatiza muy bien con la gente"

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