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La "bajada" del debate, sí­ntoma elocuente de que Scioli se ve más cerca de ganar en la primera vuelta
25/09/2015 - 10:05hs

La "bajada" de Daniel Scioli del promocionado y, finalmente, frustrado debate presidencial fue objeto de críticas pero de pocas expresiones de sorpresa.

Por un lado, naturalmente, porque el propio Scioli había dejado trascender desde hacía tiempo el escaso entusiasmo que le provocaba el convite. Nadie lo había expresado tan claro como Karina Rabolini, la más autorizada de las voceras sciolistas, quien ante la consulta periodística había dejado en claro la situación real: "No sé si Daniel va a debatir".

Y no mentía la aspirante a primera dama: hasta hace algunas semanas, el debate era tema de análisis en el comité de campaña sciolista, donde se sopesaban los pro y los contra de someterse al esgrima verbal frente a Mauricio Macri y Sergio Massa ante las cámaras de TV.

Ya en los últimos días, las probabilidades de que quedara una silla vacía en la cita del 4 de octubre se veía venir. Con un lacónico "veremos" ante la pregunta de si cumpliría su promesa, Scioli daba a entender que ya tenía la decisión tomada.

Hay otro motivo por el cual no sorprende la actitud de Scioli: se inscribe dentro de una conducta que, a esta altura, ya puede considerarse una tradición política argentina.

En otras palabras, el que va primero no debate. No lo hizo Carlos Menem en 1989, ni Fernando de la Rúa en 1999, ni Cristina Kirchner en sus dos campañas.

Según los parámetros de la cultura local, esa confrontación de ideas que en el resto de los países es una práctica corriente -y en algunos casos hasta obligatoria- aquí resulta casi imposible: sólo favorece a los que van detrás del líder. Cambio de clima

Si todavía quedaba una duda, y si el tema era aún objeto de análisis entre los asesores de Scioli era porque la ventaja que el candidato oficialista le llevaba a Macri no era todavía lo suficientemente grande para garantizar una victoria en primera vuelta.

Además, todavía acusando el golpe de la crisis política por el inoportuno viaje a Italia en plena inundación de la provincia de Buenos Aires, Scioli temía un "voto castigo" por parte de la clase media rural, un sector al que estaba obligado a seducir para sumar los puntos que le garantizarían su triunfo.

En consecuencia, el hecho de que, ahora, la decisión haya sido la de no debatir es bien sintomática: deja en claro que pasó el momento de los peores temores sciolistas.

La negativa a discutir con los candidatos que están abajo es la confirmación de que Scioli se siente ganador. Y que, como le ocurrió a sus antecesores, hace una ponderación de costo y beneficio político en la cual saca la conclusión de que en la discusión tiene más para perder que para ganar.

No es casual que la "bajada" haya sido comunicada justo después de la difusión de encuestas que ratifican una ampliación en la ventaja respecto de Macri.

Cierta recuperación en la imagen de Scioli, en coincidencia con el golpe que sufrió el PRO por el "efecto Niembro" hacen que el contexto sea diferente hoy al del momento en que la invitación al debate fue planteada.

En los últimos días trascendieron más de media docena de sondeos con la mira puesta en la primera vuelta.

Con márgenes muy finos, y siempre amparadas en el margen de error que aporta incertidumbre al desenlace del 25 de octubre, el grueso de las consultoras coincide en que Scioli no llegará a los 45 puntos. Sin embargo, todos los siguen posicionando primero y con una diferencia holgada sobre el segundo, lo cual lo pone al borde de la victoria en primera vuelta.

El componente que se suma y renueva la confianza en el sciolismo es que la intención de votos da señales de "despolarización".

Mauricio Macri, en cambio, lejos de un crecimiento en las encuestas, acusa un estancamiento. Algunos analistas van más allá y afirman que el "Niembro gate" le significó una caída de entre el 2% y 4%.

Esos puntos que pierde el PRO se distribuyen, según los sondeos, entre Massa y Stolbizer que, si bien mejoraron los números, no estarían en condiciones de pelear cabeza a cabeza con el dirigente del Frente Renovador.

Pero no sólo los números de las encuestas cambiaron. El escenario del sciolismo difiere mucho del que se vivía hace poco menos de un mes donde una serie de embates sumaba preocupaciones. Lejos parece haber quedado la furia que desató en la clase política la denuncia contra Aníbal Fernández por supuestos vínculos con la mafia de la efedrina y la indignación social por las inundaciones en la Provincia, que dejaron un saldo de diez mil evacuados y cinco personas fallecidas.

Incluso, Scioli parece no haber acusado recibo por el viaje "fuera de timing" a Italia en el peor momento de la catástrofe.

Tampoco el escándalo de las elecciones de Tucumán en el que se vio envuelto el kirchnerismo hizo mella sobre la imagen del motonauta. ¿Una decisión "gratuita"?

El argumento formal del núcleo duro del sciolismo es que "no están dadas las condiciones" para sentarse a debatir.

Piden una ley que fije las reglas del juego y garantice ecuanimidad e imparcialidad en el duelo televisivo.

Lo cierto es que desde julio se encuentra "cajoneado" en la Cámara Baja del Congreso un dictamen sobre debates presidenciales que tiene el acuerdo de oficialistas y opositores.

Es decir, un simple llamado a los diputados de su partido le bastaría a Scioli para recibir la luz verde que reclama para enfrentarse ante las cámaras con sus contrincantes, en un marco debidamente regulado.

Con ese argumento fuera de juego, el motivo real que sopesan en el Frente para la Victoria es que hay más para perder que para ganar.

Las razones son varias. Por un lado, históricamente los favoritos que eludieron el desafío terminaron ganando de todos modos.

Por otra parte, el costo de exponerse como blanco fácil de sus rivales por ser el único candidato oficialista es demasiado alto y no redundaría en beneficios significativos.

Tal como indica el experto en comunicación política Diego Dillenberger, Scioli "da por perdida a la clase media, que es la que en general mira los debates".

Colabora también la languidez que caracteriza a la oposición argentina que, aunque penalice el "faltazo", es probable que no termine ocasionando un daño real.

"El costo político dependerá de cómo los medios y la oposición se lo facturen. Si se lo facturan hasta último momento el hecho de que no haya aceptado el debate, puede llegar a ser contraproducente. Pero si la oposición no se pone firme, el no participar en el debate no va a tener un gran costo para él", sostiene Dillenberger.

Es aquí donde entra en juego la "incombustibilidad" de la que se precia Scioli y que le permitió salir ileso en más de una oportunidad, y que ya es objeto de estudio por parte de politólogos.

"Él está en el proceso de idealización colectiva donde no hay objetividad. Se trata de una especie de enamoramiento", indica el analista Jorge Giacobbe quien tiene la teoría de que al gobernador "no le entran las balas".

En contrapunto, el politólogo Rosendo Fraga no ve "al Gobierno cayendo menos de un 40% por no asistir". Sin embargo sostiene que faltar a la cita "puede contribuir a impedirle que llegue a un 45% y ganar en primera vuelta".

Massa, Macri y el riesgo de hacerle el juego a Scioli

Concurrir al encuentro ante las cámaras puede resultar una buena oportunidad para los candidatos opositores para marcar la diferencia con su rival. Claro que siempre está el riesgo de terminar de romper la polarización e, indirectamente, beneficiar a su máximo rival.

En el PRO se sienten confiados. Ratificaron la presencia de Macri en el debate y expusieron su teoría sobre la ausencia de Scioli. Sostienen que el mandatario bonaerense está asustado porque sabe que no gana en primera vuelta y no le conviene debatir porque no tiene nada para ganar y todo para perder.

Para el espacio que conduce el jefe de gobierno porteño, el "careo" puede ser un buen marco para defenderse de los ataques y revertir la mala racha que viene atravesando Cambiemos.

En opinión de Alejandro Corbacho, director de Ciencia Política de la UCEMA "a Macri le puede dar resultado tener un buen desempeño en el debate".

Ahora, el gran interrogante que queda planteado es si Massa y Macri hacen un pacto de no agresión para apuntar cañones contra el candidato del FpV o si, por el contrario, se trenzan en una disputa que divida los votos opositores y sea Scioli el que resulte ganador del debate, aun sin siquiera haberse tomado la molestia de sentarse a debatir.

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