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Cristina Kirchner ya asumió el cambio de época y ahora se prepara para erigirse en lí­der de la oposición
24/11/2015 - 10:07hs

"No se va, Cristina no se va", cantan los "pibes para la liberación" que seguían, desde los patios de la Casa Rosada, los actos televisados en cadena.

Y la Presidenta, desde los balcones, confirmaba que efectivamente no tiene la intención de irse. Que se quedará defendiendo su legado político y las conquistas del "proyecto".

"Yo no me voy a ninguna parte", contestaba a la multitud enfervorizada que, a su vez, respondía con aplausos.

Y agregaba: "Vamos a quedar todos los que estamos y todos los que somos". Una frase que puede parecer críptica para quienes no son "del palo", pero que no dejó dudas a los oídos de los buenos entendedores. "Los que somos" representa al núcleo duro del kirchnerismo, los que no se han avergonzado ni han pedido disculpas por las políticas que han caracterizado a la década K. Y que lejos de haber pensado en una campaña electoral moderada para atraer a "los que están enojados", prefirieron ser "más cristinistas que nunca".

En esa particular dinámica que tiene con sus militantes, y en ese escenario -que es el que más ha disfrutado en sus ocho años de gestión- la Presidenta ha dado indicios sobre cuál es el rol que ve para sí misma a partir de que deje la Casa Rosada.

Cristina se ve como líder de la oposición y, de hecho, así viene actuando desde hace meses.

Cuenta como base política a la militancia de La Cámpora, a la cual viene aleccionando sobre cuál es la nueva consigna: defender el legado del "proyecto" sin manifestar tristeza por la llegada de Macri al poder.

De hecho, el clima de los actos en la Rosada nunca fue de tristeza, aun cuando las encuestas mostraban la contundencia de la derrota de Daniel Scioli.

Es que a nadie escapaba que mientras que el candidato oficialista sufría por su accidentada campaña, Cristina seguía gozando de un nivel de aprobación inusualmente alto -en torno de los 40 puntos- para un mandatario que lleva ocho años de gestión.

Y allí, en la comodidad que le daba su total manejo escénico frente a los jóvenes militantes, dejó en claro cuál debía ser la actitud.

"No vengan de vuelta con el que se vayan todos, porque yo no voy a ir a ninguna parte. Y voy a estar para recordar que tuvimos la oportunidad de seguir creciendo", dijo, ya previendo la victoria de Macri y, dicho sea de paso, a modo de advertencia sobre que no se debía culpar a la totalidad de la clase política por las desgracias futuras.

Esos actos televisados en cadena -que muchos criticaban por entender que implicaban un involucramiento de la Presidenta en una campaña electoral- no eran, nunca fueron, de apoyo a Scioli, a quien prácticamente no mencionaba.

En realidad, se trataba de otra campaña: la del lanzamiento del kirchnerismo en el llano, la próxima etapa de Cristina conduciendo un nuevo movimiento histórico.

Ese era su mensaje profundo en cada alocución y en cada texto publicado en Twitter para enumerar todos los logros de su gestión. Al rechazar la idea del "fin de ciclo", quería transmitirles a "los pibes" el entusiasmo de un momento fundacional.

El objetivo más importante: sacar de la opinión pública la imagen del kirchnerismo como algo atado a un período de gobierno que, como todos, finalmente llega a su fin.

El plan para la nueva etapaA partir del 11 de diciembre, Cristina se imagina a sí misma como la líder de un movimiento protagonizado por jóvenes, representantes de una generación que toma viejas consignas setentistas pero que expresa los nuevos tiempos.

El ajuste económico que todos esperan para el arranque de la próxima gestión será el escenario que dará el marco perfecto para que esa militancia, hasta ahora cómoda en las oficinas de los organismos públicos, adquiera la mística de la resistencia.

Y, sobre todo, lo que Cristina viene a transmitir es que, así como se equivocaron quienes habían pronosticado que sufriría el "síndrome del pato rengo" en el final de su mandato, también erran quienes creen en su paulatina pérdida de relevancia.

Lo cierto es que, cuando ya sea ex mandataria, no se transformará en una abuela full time dedicada a cuidar a sus nietos en Santa Cruz. Ni siquiera elegirá la clásica vida de los ex presidentes que se abocan a recorrer el mundo dando conferencias con cierta nostalgia por su gloria pasada.

La estrategia para su nueva etapa política ya empezó. Y consiste en varias acciones coordinadas.1. Afinar el "relato"Cristina ha demostrado siempre un gusto personal por reescribir la historia, y eso vale tanto para la Revolución de Mayo como para imponer su versión edulcorada de la gestión kirchnerista.

En sus últimas intervenciones públicas ha intensificado la tarea de dejar su versión para los libros de historia y para que los militantes usen como manual en los días venideros.  

Según esa versión, el gobierno de Néstor Kirchner y los dos períodos de Cristina sirvieron para sacar al país del infierno (a pesar de que Duhalde había entregado el poder ya con un fuerte impulso de recuperación). Y que a lo largo de los doce años hubo una etapa de transformaciones, de dignidad, de restitución de derechos.

Los problemas económicos ocurrieron porque "el mundo se nos cayó encima" y también por los sabotajes de los grupos poderosos que conspiraron contra ella sin miramientos.2. Generar una fuerza propiaCristina se jacta de su fe peronista, pero a la hora de pensar en su futuro político no quiere deber favores a gobernadores ni depender de punteros ni de líderes sindicales que movilicen gente para apoyarla.

Por el contrario, su objetivo es que la base militante que se generó a partir de La Cámpora, grupos aledaños y adhesión de personajes de la cultura se transforme en su propia tropa.

Y que la misma está llamada a tener una actitud militante acaso más intensa ahora, dado que habrá que salir a la calle a denunciar "la traición al proyecto".3. Diseño de una estrategia opositora en el CongresoYa no podrá poner en marcha su plan A, que era sentar una base de influencia política desde la provincia de Buenos Aires, pero está el Congreso.

La importancia del Parlamento en esta próxima etapa ya había sido advertida por el kirchnerismo desde hacía tiempo, como quedó evidenciado en el celo puesto por CFK para armar las listas de candidatos oficialistas.

Ya a comienzos de año, la Presidenta advertía: "El progreso y adelanto no pueden estar a tiro de decreto, tienen que pasar por el Congreso para ser discutido por todas las fuerzas políticas".

Una frase que podía parecer obvia, pero que dicha por ella dejaba en claro su idea: un traslado del Poder Ejecutivo al Poder Legislativo como decisor principal en la agenda nacional.

Más explícita había sido la frase del diputado Carlos Kunkel, quien había adelantado que "los legisladores nacionales vamos a darle la gobernabilidad que merezca a quien ejerza el Poder Ejecutivo".

Para muchos analistas, esto implicaba una línea de oposición desde el inicio en temas como la negociación con los "fondos buitres" y la toma de deuda nueva, las reformas impositivas, la definición del Presupuesto y las designaciones de funcionarios clave en la Justicia y los organismos del Estado.

Cristina contará con una fuerza legislativa de diputados procedentes de La Cámpora, gente que en principio le es leal y que va a desarrollar una estrategia ofensiva y defensiva.

Por un lado, el boicot a medidas que puedan significar ir contra "el proyecto". Por otro, la defensa, en caso de intentos de revisión por cuestiones de corrupción.

Puede ser que numéricamente no sean muchos, o por lo menos no los suficientes como para bloquear por sí solos iniciativas parlamentarias. Los que responden a La Cámpora son unos 30 diputados (que si se suma a otras agrupaciones afines pueden llegar a 80) sobre un total de 257 miembros que tiene la cámara.

Pero, sin dudas, son una cantidad lo suficientemente grande como para asegurar que el kirchnerismo no se diluya y que la voz de Cristina esté representada.4. Aprovechar el "sedimento K" en el EstadoDoce años de gestión y cientos de nombramientos en los ministerios, organismos públicos y puestos del Poder Judicial han dejado una "base" que, más allá del cambio de signo político ocurrido tras las elecciones, puede ser un apoyo para el neo-kirchnerismo.

Porque a pesar de que los cargos directivos sean llenados por dirigentes provenientes del macrismo, y más allá de que se haya prometido revisar los cientos de nombramientos hechos de apuro en las últimas semanas, hay algo que todos tienen en claro: no puede haber una "limpieza" masiva.

Una cosa es sustituir funcionarios en algunos pocos cargos de alta visibilidad, pero otra muy diferente es que un nuevo gobierno debute con cientos de cesantías en gente que venía contratada en el Estado.

Habrá, entonces, muchos mandos medios de perfil profesional que sienten un lazo de lealtad hacia Cristina y un convencimiento político sobre la necesidad de defender al "proyecto".

Se trata de gente que, en muchos casos, tiene acceso a información privilegiada -con la cual puede nutrir a los legisladores kirchneristas- y que eventualmente tiene capacidad de bloqueo de iniciativas.

Algunas designaciones clave, como las de fiscales o las de auditores, jugarán el rol de defensa de la gestión de gobierno cristinista ante la eventualidad de una andanada de revisionismo por irregularidades. 

El calendario de CristinaLo que todavía no está muy claro es cuánto sobrevivirá del polémico andamiaje mediático que en estos años apoyó la gestión kirchnerista. Es probable que buena parte de ese soporte se pierda por la caída de la "pauta" publicitaria estatal.

Pero algo quedará, tanto en los medios como en el apoyo de figuras populares que se han identificado con "el proyecto". Y eso contribuirá a forjar la leyenda de una gestión kirchnerista idealizada.

Sobre todo cuando llegue la hora del debate económico. Es claro por dónde empezará la prédica. El kirchnerismo denunciará la negociación con los "fondos buitre" e intentará frenar eventuales subas de tarifas.

Además, querrá influir sobre el sector sindical "amigo" para que adopte una actitud de rechazo ante la convocatoria a un "Pacto Social" con el gobierno macrista.

Desde lo político partidario, el objetivo de Cristina es despegarse inmediatamente de la imagen de la derrota, que quedará asociada solamente a Daniel Scioli y el sector "moderado".

El primer horizonte político del plan de Cristina está en las legislativas de 2017. Allí, Cristina deberá disputar el liderazgo interno del peronismo frente a figuras como Sergio Massa o Juan Manuel Urtubey.

Dos años en la Argentina son una eternidad. Pero Cristina ya mira el calendario electoral. Según cómo esté la economía en ese entonces y de acuerdo a cuánto éxito haya demostrado Macri en su capacidad de sostener la gobernabilidad, definirá si ella misma intenta un regreso.

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