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Arriazu prevé shock sólo por sectores. Blejer dice que se terminó el viento de cola. Se esperan cambios en el modo de hacer política
27/11/2015 - 14:10hs

"Lo que se viene en política económica es un gradualismo con shocks sectoriales". La definición del consultor Ricardo Arriazu sirvió para resumir en un puñado de palabras la estrategia que el presidente electo Mauricio Macri intentará desandar a partir del 10 del mes próximo, fecha a partir de la cual Cambiemos tendrá que hacer equilibrio entre lo que manda su ADN y los límites que le imponen a cualquier gobierno la propia política, la sociedad y las condiciones macroeconómicas nacionales.

"Macri ganó gracias a lo que llamo la ola, que es un movimiento de opinión que se vuelve mayoritario circunstancialmente, pero su victoria no se apoya en un hecho social consolidado. La mitad de sus votantes quiere algunos cambios, pero no un giro de 180 grados", explicó Eduardo Fidanza, que participó junto con Arriazu y Mario Blejer en la conferencia "Descifrando el futuro", que el Banco Industrial organiza desde hace 21 años en Buenos Aires.

La ajustada victoria electoral y el no contar con mayoría propia en ninguna de las dos cámaras encorseta de entrada la energía del nuevo gobierno, que sabe que si la devaluación impostergable que tendrá que hacer se convierte en una trampa mortal para los bolsillos de una mayoría, la ola rápidamente se le volverá en contra con la fuerza de un búmeran.

Con estos datos sobre la mesa, tanto Arriazu como Fidanza consideraron que una vez en el poder el macrismo avanzará en algunos temas considerados urgentes, como el levantamiento de los controles cambiarios y el desarmado de las restricciones a la comercialización de productos agrícolas, así como en una reducción de retenciones a la soja. Más temprano que tarde también se actualizarán tarifas de servicios públicos, probablemente con las telecomunicaciones a la cabeza.

La depreciación del peso, la madre de todas las batallas, tendrá que ser llevada con pies de plomo, tanto por su efecto real sobre los asalariados como por la idea instalada durante la campaña de que "Macri es devaluación".

Pero a pesar de estas precauciones señaladas en el plano de lo teórico, para la "vida real" los expositores recomendaron reducir el costo laboral en dólares de los trabajadores argentinos 30%, al argumentar que se trata de una de las limitantes al crecimiento del país, sobre todo con un Brasil "completamente devaluado", informa La Nación.

La moneda de cambio que imagina Pro para compensar ese deterioro real de los salarios que se acerca en el horizonte sería mantener el nivel de empleo casi intacto. "Hay cierto consenso sindical respecto de resignar unos puntos de salario mientras no se pierdan puestos de trabajo", informó Fidanza.

Adiós al viento de cola

A ese complicado escenario interno se agrega un frente externo decididamente malo, con el gobierno de Dilma rascando la olla y los precios de los granos en un declive lento pero persistente. "Se terminó el viento de cola, ahora tenemos viento de frente, y bastante intenso", dijo Blejer en su presentación.

No tan mal. Para Arriazu, el gobierno entrante se encuentra con un país que cuenta con varias ventajas a su favor como para encontrar una rápida reactivación de su economía. Algunas de esas fortalezas vienen heredadas desde casi siempre, como un buen nivel educativo en líneas generales y la consabida riqueza de los recursos naturales patrios, o por razones externas, como la demanda global de productos agroalimentarios, señala La Nación.

Otras encuentran su razón en algunas de las políticas desplegadas por las gestiones salientes, entre las cuales citó la solidez del sistema financiero (con buenas tasas de ahorro), una tasa todavía baja, el bajo nivel de deuda pública, los buenos niveles de empleo y las mejoras registradas en distribución de la riqueza.

Dificultades

Del otro lado de la balanza, Arriazu ubica las dificultades que existen: déficit creciente, falta de reservas en el Banco Central, excesivo gasto público, elevado costo laboral unitario en dólares, distorsión de precios, inflación, control de capitales y deterioro de la infraestructura. "No se necesita un ajuste general, el escenario no es como en 1989 o en 2001, aunque sí se precisan ajustes micro sobre todo respecto del costo laboral, como a las tarifas de servicios públicos".

El economista se mostró cauto respecto de 2016, un año que encontrará a la Argentina con su principal socio en recesión y con una caída del valor de la cosecha que estimó en 4500 millones de dólares. "No hay más reservas, así que se acabaron el dólar ahorro y el turismo subsidiado. Hay que ver de dónde se van a sacar fondos", agregó.

Fidanza se sumó a la idea de que se viene una suerte de gradualismo obligado: "Entramos en una etapa de mediaciones, donde habrá que negociar aunque se termina la era del borramiento del otro, del que no piensa como uno".

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