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El piloto profesional y terapeuta de aerofóbicos, Tom Bunn, creó un programa para para dejar de tener pánico al tomarse un avión. El secreto del éxito
15/12/2015 - 13:44hs

Muchísimas personas sienten pánico cuando deben tomar un avión e intentan evitarlo por todos los medios.

Tom Bunn, piloto profesional reconvertido en terapeuta de aerofóbicos, tiene la clave para que un vuelo terrorífico sea como un paseo entre nubes, y sin que medie ningún tipo de droga. La solución: el sexo.

Este veterano de los aires, fundador de SOAR, un programa para perder el miedo a los aviones, descubrió gracias al testimonio de uno de sus pacientes que mantener relaciones en las horas previas a volar es la mejor cura para la ansiedad.

"Mi cliente sufrió esta fobia durante siete largos años y cada vez que tenía un viaje de negocios era una pesadilla, hasta que un día, justo antes de coger otro avión, conoció a alguien y estuvieron enredados en la cama toda la noche. Al día siguiente, el vuelo fue como la seda". Ni siquiera notó las turbulencias.

El sexo es la medicina más eficaz que no requiere de prescripción médica: ayuda a bajar la presión arterial, refuerza el sistema inmune, previene algunos tipos de cáncer, como el de próstata y, además, reduce la ansiedad y el estrés.

Y esta es la última razón a la que se refiere un estudio realizado por el Massachussets Institute of Technology (MIT), que explora por qué las personas que han experimentado estrés crónico son mucho más susceptibles a sufrir estrés postraumático tras un incidente puntual, debido a un proceso llamado 'consolidación de la memoria'.

De esta manera, el cerebro de los ansiosos procesa y fija acontecimientos traumáticos que en otras circunstancias ni siquiera recordarían. La razón es que sus cerebros son mucho más sensible a la serotonina, un neurotransmisor que ayuda a impresionar en nuestra mente, rápida y vivamente, recuerdos relacionados con pesadillas, pánico y memorias pasadas.

Según Bunn, "la mayoría de la gente no recuerda haber sufrido turbulencias en un vuelo, pero las personas que padecen ansiedad crónica son más proclives a sentir estrés postraumático. No necesitan niveles demasiado altos de serotonina para consolidar la memoria ", de forma que nada más poner un pie en el avión y sin necesidad de que haya despegado, ya comienzan a entrar en pánico.

"Que ocurra una turbulencia es suficiente para que las hormonas del estrés de una persona ansiosa le hagan confundir la realidad con lo que sucede en su mente, y empiezan a imaginar que el avión cae en picado y que van a morir", afirma.

No se trata de recetar sexo como si fuera biodramina o lexatin, sino, como indica Bunn, recordar escenas generadoras de oxitocina antes y durante el vuelo, y vincularlas a la experiencia de volar. Quizás únicamente tengan que imaginarse haciendo el amor con sus parejas, o recordando a sus bebés, y utilizar esa imagen para tranquilizarse cuando haya una perturbación o mientras el avión aterriza o despega.

Polvos mágicos con explicación científica

Si bien hay numerosos medicamentos que pueden bloquear los efectos de la serotinina en la fijación de recuerdos traumáticos, de acuerdo al estudio del MIT, es mucho mejor prevenir que curar. ¿Cómo? Contrarrestando los males de la hormona del estrés con el placer producido por otro químico, la oxitocina, que se produce cuando una madre cuida y amamanta a su bebé y, sobre todo, justo antes y después de haber practicado sexo.

"La oxitocina se origina en los juegos previos, cuando hay química entre dos personas, pero incluso después del sexo hay una unión entre ellos, porque la naturaleza sabe que, en caso de tener un hijo, es mejor para su supervivencia", explica el expiloto, según El Confidencial. Así que al mismo tiempo que se enciende un fuego, esta hormona del amor apaga otro: el miedo. Y por ello el paciente de Tom Bunn no sufrió un ataque de pánico en pleno vuelo, porque, de acuerdo al terapeuta, seguía generando oxitocina como resultado de la noche anterior, reviviendo una y otra vez las tórridas escenas que le hicieron tocar el cielo sin que sintiera ni siquiera un leve vértigo.

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