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Las cifras blue del INDEC revelan que Macri recibió una Argentina con déficit comercial, por primera vez desde 1999
29/01/2016 - 10:02hs

“Queremos que el INDEC deje de mentir y diga la verdad”, disparó el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, al declarar la “emergencia estadística”. 

Así, el organismo dejó de publicar datos oficiales de variables muy sensibles de la economía, tales como inflación, PBI y mercado laboral

“Esto está totalmente desmantelado. En muchas áreas estamos empezando de cero”, fue la justificación que lanzó la directora técnica del INDEC, Graciela Bevacqua. 

El estado de emergencia es el resultado de una de las herencias más complejas que recibió la administración macrista de parte del kirchnerismo, que trató de cerrar, pulir y disimular en las estadísticas aquello que no cuadraba en la economía real.

Sin dudas, la intervención sobre el índice de precios fue la que más polémica desató, porque en base a ella se encolumnan otras variables. 

El Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE), por ejemplo, se construye a partir de subíndices, con variables que son deflactadas por el IPC oficial. Así, si se subestima la inflación, entonces se sobreestima el crecimiento del nivel de actividad. 

La manipulación del IPC también terminó arrastrando al indicador que mide el nivel de ventas en supermercados, dado que se terminó sobreestimando la facturación de estos centros de compra, lo que le permitió durante años al kirchnerismo anunciar un consumo mayor al real. 

Como parte de esta herencia, en el medio quedaron frases y conceptos que dejaron en evidencia el muy escaso apego de los funcionarios por algo tan indispensable como un número creíble.

Como cuando Aníbal Fernández afirmó que Alemania tenía más pobres que la Argentina, o cuando Axel Kicillof sostuvo que medir esa variable era estigmatizar a la gente. 

Pero el objetivo del anterior gobierno llegó a tal punto que también trastocó las estadísticas vinculadas con el comercio exterior.  

Frente a este cuadro, así como se dejó de publicar el dato de la inflación, el director del INDEC, Jorge Todesca, optó por hacer lo mismo con las estadísticas de la balanza comercial. El último dato disponible corresponde al mes de octubre de 2015. 

"Están limpiando todo, no quieren inconsistencias", afirmó una fuente que sigue de cerca el "operativo sinceramiento". 

“Durante los últimos años quedó en evidencia cómo cualquier estadística podía ser trastocada o manejada con una discreción total. El número de exportaciones e importaciones era el que querían los funcionarios”, afirmó Fernando Baer, director de la consultora Bconomics, quien hace dos años realizó un profundo informe en el que reveló cómo la sobrefacturación de importaciones se había vuelto una práctica común para saltar el cepo cambiario y girar más dólares al exterior. 

En tanto, Miguel Ponce, director del Centro de Estudios para el Comercio Exterior, y quien durante años debió lidiar –cuando era gerente de la Cámara de Importadores- con el entonces secretario Guillermo Moreno, aseguró que “la última etapa del kirchnerismo estuvo caracterizada por un desapego total hacia las estadísticas y por un manejo absolutamente discrecional de las cifras”. 

El saldo comercial “blue”, sello de la gestión K

La evidencia más contundente de que la administración kirchnerista alteró los números sin ningún tipo de reparos puede encontrarse en los datos oficiales sobre importaciones y exportaciones. 

Todos los meses, el INDEC publica el informe denominado Intercambio Comercial Argentino (ICA), que revela las cifras correspondientes al saldo entre ventas y compras al mundo. 

Paralelamente al informe del ICA -que es de dominio público-, la entidad también difunde entre consultoras un informe pago, denominado Base Usuaria, que se elabora con los mismos datos de Aduana. 

Según Mauricio Claverí, economista de Abeceb, “hasta 2011, con sutiles diferencias, las cifras del superávit del ICA y de la base usuaria iban casi de la mano. A partir de ese entonces, se produjo un punto de inflexión y las diferencias comenzaron a hacerse más notorias”. 

En 2012, el informe pago que difundía el INDEC había comunicado un saldo comercial de casi u$s10.100 millones, mientras que el ICA, de dominio público, acusaba u$s12.400 millones, una brecha del 24%. 

Sin embargo, fue en 2013 cuando las sutilezas se transformaron en gruesos retoques: el superávit considerado "real" fue menor a los u$s3.000 millones, mientras que el saldo comercial “blue”, es decir, el "trucho", fue cifrado en u$s8.400 millones por el organismo. Una diferencia del 180%, que se estiró al 226% en 2014

El año pasado, el manejo discrecional de las cifras continuó: con datos oficiales hasta octubre, el informe de saldo comercial que el INDEC distribuyó entre consultoras arrojó un rojo de u$s1.500 millones, mientras que el ICA que se envía a los medios daba cuenta de un resultado positivo del orden de los u$s1.800 millones (ver cuadro). 

¿Qué implica esto? Según Claverí, "consideramos que en 2015 la Argentina en realidad ingresó en un escenario de déficit comercial, por primera vez desde la salida de la convertibilidad".  

El INDEC aún no remitió a las consultoras el informe de base usuaria correspondiente a los meses de noviembre y diciembre. Pero consideran que el rojo de u$s1.500 millones que había hasta octubre difícilmente pudo ser revertido.

Más aun, anticipan que se registró un déficit comercial cercano a los u$s1.000 millones en 2015. 

Es decir que el macrismo, como parte de la herencia, no sólo recibió un Banco Central vaciado de reservas líquidas –pese a que las estadísticas marcaban tenencias de u$s24.000 millones- sino que también debe pasar a administrar una Argentina sin dólares provenientes del superávit comercial, algo inédito desde el año 1999. 

Para Claverí, “claramente el INDEC truchó los números para que se pudiera seguir comunicando un superávit comercial más o menos sólido y así intentar mostrar que estaban ingresando más divisas de las que se iban”. 

En tanto, desde Ecolatina confirmaron que el organismo responsable de las estadísticas “habría sobrestimado significativamente las ventas externas a partir 2013 y, por ende, abultó artificialmente el resultado de la balanza”.

A la hora de buscar las razones de este “maquillaje”, desde la consultora destacaron que fue una manera más de influir sobre el ánimo del mercado y bajar la presión –de manera indirecta- en el plano cambiario. 

Según Ponce, “la permanencia de los superávit gemelos era una suerte de garantía de que el gobierno K llevaba la ´batuta´ de la economía. Pero, cuando quedó anulado el fiscal, intentó taparse el fin del otro superávit, el comercial”. 

Esta suerte de “saldo paralelo”, de acuerdo con Ponce, fue incluso festejado por algunos empresarios importadores: “Había directivos que celebraban que el INDEC informara un saldo mayor al real porque pensaban que, de esta manera, iba a haber menos presión para limitar aun más las compras al exterior”. 

“Muchos, desde el sector privado, sabiendo que había un ´truchaje´en las cifras, aplicaron el criterio del ´siga siga´”, se quejó el experto. 

El plan “1 a 1” también ensució los númerosAllá por 2010, en momentos en que manejaba con total discrecionalidad los permisos de importación, Moreno impuso una de sus medidas más controvertidas: el “plan 1 a 1”. 

El mismo consistía en que las empresas compensaran cada dólar que pedían para importar con exportaciones por el mismo valor, de modo de que cada compañía se convierta en una "unidad de negocios equilibrada" o que, incluso, genere superávit

El problema es que esto, según Ponce, “salvo casos puntuales en los que los importadores descubrieron y consolidaron una oportunidad de negocios, en la práctica esto no sirvió para fomentar exportaciones". 

"Fue un simple pase de manos en el que el exportador realizaba la operación pero utilizando el CUIT del importador que tenía que generar cupo”, agregó. 

Esto también contribuyó a generar desfasajes estadísticos: al registrarse las ventas al mundo de una empresa bajo el nombre de otra, se terminaron alterando las cifras, tal como ocurrió en la industria vitivinícola. 

En efecto: en 2011, dentro del grupo de las 400 compañías que más vino exportaron desde la Argentina, figuraban más de 30 firmas que no tenían nada que ver con esa actividad. 

La cadena de retail de capitales chilenos Falabella, la fabricante de motos Gilera, automotrices y hasta representantes de marcas europeas de productos para bebés, aparecieron como participantes del negocio exportador de vinos. Esto, con el sólo fin de hacerse de más cupo y poder importar.

"Buena parte de la facturación de la industria vitivinícola en un momento se explicó por empresas que eran completamente ajenas a esta rama de actividad. Esto nos obligó a tener que hacer una ´limpieza´ de las estadísticas porque nos distorsionaba los resultados finales", explicó el analista de una consultora a iProfesional, recordando la época en la que el “1 a 1” tallaba con fuerza. 

Las automotrices también debieron ajustarse a estas reglas de juego y no sólo prestaron su CUIT para exportar vinos, sino que incursionaron en rubros insólitos

Hyundai, por ejemplo, para lograr hacerse de un cupo de más de u$s160 millones, decidió vender al mundo -bajo su nombre- maní, biodiesel y hasta harina de soja. 

Kia, llevó su plan un paso más allá, dado que se comprometió a exportar revestimientos de interiores

Claro que el problema iba mucho más allá de los meros desfasajes estadísticos. 

Este plan, impulsado por el Gobierno, no era gratuito para el importador. Por el contrario, que una firma aceptara ceder su operación a otra compañía para que ésta realice exportaciones bajo su propio CUIT tenía un costo o “peaje” que podía ir del 5% al 10% del monto total de la operación.

Según Ponce, el propio Moreno sabía de este mercado paralelo de cupos. Y lo avalaba, dado que por un lado desalentaba las importaciones y, por otro, le daba varios puntos de competitividad a los exportadores.

La práctica de "inflar" importacionesTras la instauración del cepo, allá por 2011, pero especialmente luego del alejamiento del "blue" respecto del oficial, que había llevado la brecha a niveles cercanos al 100%, surgió otra práctica que distorsionó las estadísticas vinculadas con el comercio exterior: la sobrefacturación de importaciones

Así, mientras que históricamente los importadores estaban tentados a subfacturar sus operaciones para tributar menos impuestos y aranceles, durante el tiempo en que estuvo vigente el dólar paralelo y a medida que el anterior gobierno cerró aun más las compras al exterior, los empresarios se vieron “tentados” de traer productos de afuera pero declarando precios más elevados. 

A través de este mecanismo, las compañías lograban "fugar" un porcentaje de las divisas estadounidenses pedidas al Banco Central, ya sea para acceder a dólares al tipo de cambio oficial y dejarlos fuera del país o como mecanismo para girar regalías, en el caso de las multinacionales. 

La práctica se había extendido a tal punto que un estudio de la consultora Bconomics llegó a una conclusión inquietante: en 2013, casi el 20% de todas las importaciones habrían estado explicadas por maniobras de sobrefacturación

Es decir que, por el cepo y el desdoblamiento cambiario, las compras al mundo en realidad terminaron inflándose en unos u$s12.000 millones, sólo ese año, para hacerse de dólares "baratos" del BCRA. 

El caso salpicó a Procter & Gamble, luego de que la AFIP –en ese entonces conducida por Ricardo Echegaray-, denunciara a la compañía por sobrefacturar operaciones por más de u$s140 millones.

A fines de 2014, desde el organismo de control llegaron a asegurar que había unas 1.000 empresas que estaban siendo investigadas. 

El ahora ex jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, denunció –en una presentación ante el Congreso- a General Electric, a una cervecera y a un laboratorio, también por haber declarado compras al exterior por un valor superior al real con el objetivo de girar divisas. 

Tras haber sido suspendida del registro de Aduana, P&G llegó a un acuerdo con el anterior Gobierno y comenzó a utilizar otra metodología para valorizar sus importaciones. 

Sin embargo, luego de que la AFIP pusiera toda su maquinaria al servicio de estas investigaciones, el propio kirchnerismo terminó archivando el tema. 

Estadísticas, nueva etapaCon el objetivo de reanudar los lazos formales con el FMI, el propio Prat Gay adelantó que el Gobierno está dispuesto a aceptar nuevamente las auditorías del organismo. 

Esto supone un punto de inflexión a gran escala luego del manejo discrecional que el kirchnerismo aplicara en distintas órbitas del INDEC. 

Para Claverí, el nuevo camino que está recorriendo la actual gestión, “no da mucho espacio para que se falseen nuevamente las estadísticas y menos las del comercio exterior”.

Tampoco hay demasiado margen para imponer otras medidas por fuera de las normativas oficiales –como las que popularizó Moreno-, dado que el macrismo debió acatar y respetar un fallo de la OMC, que habilita a países como Estados Unidos, Japón y miembros de la Unión Europea a imponer sanciones comerciales por hasta u$s6.000 millones anuales en caso de que la Argentina insista con las trabas comerciales. 

En cuanto a las maniobras de sobrefacturación de importaciones, para Baer “quedaron atrás. Hoy no tendría sentido realizar esta práctica”.

El experto consideró que con el libre acceso al dólar, habiéndose minimizado el mercado blue y luego de que el Ejecutivo haya instrumentando planes para que las empresas cancelen sus deudas con proveedores y casas matrices, no quedan muchos incentivos.  

Para Ponce, "arrancó una etapa diferente en el manejo del comercio exterior y también desde el punto de vista estadístico". 
 
"Los funcionarios ya han dado muestras de querer trasparentar no sólo la información oficial, sino también los mecansimos con los que se manejan las exportaciones e importaciones. Esperamos así que la etapa del manejo turbio de la información haya quedado atrás", concluyó.