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Presionado por sus bases, Moyano protesta sin romper con Macri

El líder sindical vuelve a tener un fuerte protagonismo en la agenda política y económica del país y convoca a una movilización junto a las otras CGT y CTA
26/04/2016 - 08:45hs
Presionado por sus bases, Moyano protesta sin romper con Macri

Si algo caracteriza a Hugo Moyano, es su condición "felina": aunque salte al vacío, siempre trata de caer parado.

Esa es la gimnasia que le permitió romper con el kirchnerismo y luego aliarse con Mauricio Macri, sin morir en el intento.

Este viernes, volverá a poner a prueba su cintura política cuando encabece el acto inédito y multitudinario de las cinco centrales obreras.

Allí volverá a presionar al Congreso y al Presidente para que aprueben la ley antidespidos, en un clima de agitación, bombos y símbolos peronistas, pero sin romper -por ahora- con el Gobierno.

Ni el anunciado proyecto del primer empleo evitó que este lunes avanzaran en su agenda de reclamos los popes del sindicalismo.

Horas antes de que el Ejecutivo presentara la medida destinada a reducir cargas patronales a las empresas que generen empleo joven, los dirigentes de las tres CGT, Hugo Moyano, Antonio Caló y Luis Barrionuevo, se reunieron para ultimar los detalles de la concentración que encabezarán a partir de las 15 horas junto a los titulares de las dos CTA, Pablo Micheli y Hugo Yasky, frente al Monumento al Trabajo, en Avenida Independencia y Paseo Colón.

Con nuevos aliados, Moyano se subirá al palco de la calle por primera vez desde que asumió Macri, pero en circunstancias muy diferentes a las que lo enfrentaron a Cristina Kirchner.

Por mucho menos que los más de 120.000 despidos estimados por consultoras privadas, el sindicalista llegó a hacerle cinco paros a la ex Presidenta. El último, en junio del año pasado -dos meses antes de las primarias de septiembre-, fue para rechazar el Impuesto a las Ganancias.

En cambio, ahora, el camionero se mide más. Este miércoles, según dejaron trascender los sindicalistas, las CGT podrían definir que la protesta del viernes, en conmemoración del 1 de Mayo, además incluya un paro de actividades.

Así, el camionero incrementó la presión sobre el Ejecutivo que, en las últimas horas, sumó el rechazo del Frente Renovador (FR) y del gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, al proyecto para prohibir los despidos y reinstalar la doble indemnización.

Sin embargo, lejos de tratarse de un brote de combatividad, los movimientos en el campo gremial encajan con la estrategia dual del camionero de presionar en las calles para negociar en el Congreso.

Se trata de una versión aggiornada y con menor "punch" del "golpear para negociar" que inmortalizara a Augusto Vandor, el poderoso metalúrgico que a mediados de los años 60 ocupó las fábricas de todo el país y apostó sin éxito a un "peronismo sin Perón".

Sin ánimos de seguir los pasos del legendario "Lobo", Moyano es igualmente ambicioso. Y con la protesta apuesta a consolidarse como el principal nexo del sindicalismo, a la vez que apunta a enviar una señal de alerta al poder político: que él sigue siendo el resorte indispensable para garantizar la paz social.

"Va a ser un golpe y un error muy grande que va a cometer el Gobierno, y seguramente el conjunto de los trabajadores no lo va aceptar de ninguna manera", dijo el sábado, luego de que el jefe de Estado amenazara con vetar la ley.

En los últimos tres meses, el titular de la CGT Azopardo concentró sus esfuerzos en negociar con el Presidente, que lo recibió tres veces. El problema es que las reuniones no rindieron los mismos frutos para ambos.

Mientras el mandatario logró la foto con el exponente más duro del sindicalismo peronista, el camionero entregó sonrisas a cambio de anuncios escasos y alejados de los pedidos gremiales.

En rigor, los cambios en Ganancias obtenidos tras la primera reunión no pasaron de un leve incremento en el piso mínimo para tributar, que dejó intactas las escalas y, peor aún, sumó 300.000 contribuyentes que antes estaban excentos.

En tanto, el saldo del último encuentro, en abril, fue peor, algo quedó reflejado en el silencio de Moyano inmediatamente después de la cita en Olivos.

Macri le ofreció aumentar el salario mínimo, prometió recuperar cargos sindicales en el Pami y reintegrar fondos para las desfinanciadas obras sociales, uno de los puntos clave de negociación con el sindicalismo, aunque sin fecha cierta.

Pero no hubo nada de medidas para frenar los despidos.

Con esa propuesta, el Ejecutivo gastó una de sus últimas municiones en convencer al sindicalista que depusiera la protesta, por ese entonces ya en marcha.

El disgusto del camionero no era para menos. Le había dado otro compás de espera al Gobierno, tan solo dos semanas después de que se anunciara el mayor aumento de tarifas del año, con impacto en el transportepúblico y el gas.

Romance conflictivo

Lejos de calmar las aguas, la jugada del macrismo con Sergio Massa no hizo más que enfurecer al camionero.

El líder del Frente Renovador anunció el fin de semana que presentará un proyecto alternativo para rebajar impuestos a las Pyme que generen empleo, en lugar de respaldar la iniciativa impulsada por el sindicalismo.

Al igual que ocurrió con el pago a los fondos buitre, el giro sorpresivo del tigrense le quitó una presión enorme al Gobierno, que depende de los votos de la oposición para frenar la ley antidespidos.

Pero Moyano acusó al líder del FR de violar sus acuerdos con la CGT y dijo que "negoció" con el oficialismo, en perjuicio de los trabajadores.

La creciente escalada revela las tensiones que por estas horas transita la relación del titular de la CGT Azopardo con el jefe de la Casa Rosada.

En poco menos de tres meses pasaron de inaugurar juntos un busto de Perón a intercambiar advertencias y reproches.

"La luna de miel se terminó hace rato", ratificó el viernes pasado el hijo mayor del camionero, Pablo Moyano.

Ese día, la sombra de la familia con mayor peso en el mundo sindical volvió a proyectarse sobre el pavimento.

Los camioneros realizaron un piquete en Ezeiza y amenazaron con paralizar todos los vuelos, si no le traspasaban 220 trabajadores de Gate Gourmet, encargada del catering de Aerolíneas Argentinas.

Ya en enero le habían torcido el brazo al titular del BCRA, Federico Sturzenegger, cuando lo obligaron a suspender la digitalización de resúmenes bancarios para evitar miles de despidos en el correo.

En la estrategia del camionero, Pablo encarna el ala vandorista y callejera. En ese esquema, el secretario adjunto del sindicato de choferes es el que moviliza a los afiliados cuando es necesario, y es el emisario de los mensajes más duros.

En tanto, Facundo, hijo menor de Hugo y diputado por el Frente Renovador, es su espada política en el Congreso que hasta el domingo amenazaba con aglutinar a la oposición y quebrar la hegemonía del oficialismo en el Parlamento.

Pese a los últimos golpes que le asestó el Ejecutivo a la doble indemnización, la jugada de Moyano a dos puntas tocó la fibra sensible del oficialismo.

Los dictámenes de comisión a favor de la prohibición de los despidos, en Diputados y Senadores dejó al descubierto la fragilidad del PRO en ambas cámaras.

Se trata de una trinchera de gobernabilidad que Macri creía tener bajo control, tras lograr la aprobación del pago a los fondos buitre.

El otro flanco que expuso el camionero es el del control de la calle por parte del Ejecutivo.

Una de las distinciones que trazan los funcionarios macristras es que, a diferencia de "los K", ellos no necesitan realizar grandes actos ni movilizaciones, como hacía Cristina Kirchner.

Su fuerte está en el face to face, una modalidad a la que recurrió el Presidente con sus visitas a casas de vecinos, o bien, a través de sus videos en las redes sociales.

Sin embargo, la política 2.0 no sustituye el trato con los sindicatos peronistas.

Macri lo tuvo en claro desde temprano y por ello, ya antes de las elecciones, inició fluidas conversaciones con Moyano.

En su bunker le recomendaron que era mejor tenerlo de amigo que enemigo. Y, si quedaba alguna duda, el camionero se encargó de que lo supiera cuando le vetó un ministro de Trabajo y luego le boicoteó una reunión con el sindicalismo.

El nuevo Moyano

Así las cosas, el rol que tendrá el dirigente de la CGT con mayor poder de fuego todavía está por verse. Por lo pronto, todo indica que no se contentará con acatar el mandato oficial sin más.

Uno de los problemas que enfrenta el sindicalista, al igual que la mayoría de los gremios, es el creciente malestar de sus afiliados, afectados por las medidas de ajuste.

"Si la situación sigue así, no se descarta un paro general, porque va a haber una reacción de los trabajadores. Con este verso de que la mayoría son ñoquis, el Gobierno ha aprovechado y ha despedido a miles de trabajadores de distintos organismos del Estado", enfatizó Pablo Moyano, quien dijo sentirse "decepcionado" con Macri.

La explosión de la conflictividad disparó la mayor cantidad de huelgas y protestas en la última década.

Presionados por sus bases, el ajuste sobre el empleo obligó a las organizaciones más conciliadoras -por caso Uom, Uocra y Smata- a lanzar medidas de fuerza, desde paros y marchas hasta la ocupación de la fábrica de Honda, en Florencio Varela.

En todos los casos, sin embargo, no pudieron evitar los despidos, que en conjunto suman más de 60.000.

La reacción de los gremios industriales llevó a que en los últimos días Moyano se corriera de su versión diplomática para recostarse en su costado más confrontativo, el que representa Pablo. 

"El Gobierno siente amor por los empresarios y odio por los trabajadores", sintetizó su hijo mayor.

El dilema que aún no resolvió el camionero es hasta dónde tensará la cuerda. Como reconoció en otras ocasiones, no quiere que lo acusen de desestabilizar al Ejecutivo.

Con esa preocupación, si bien fueron en incremento sus críticas, el sindicalista se mantuvo alejado de las calles.

Pero la extensión de los despidos hacia sus propios pagos, el transporte de carga, lo forzó progresivamente a intervenir, haciendo malabares para no alimentar el clima de malestar social.

Como discípulo del ex líder de la CGT, Saúl Ubaldini, Moyano es un especialista en permanecer a flote.

Siendo un dirigente ya influyente, sobrevivió a seis gobiernos, sin contar los mandatos fugaces post 2001.

Ese pulso lo catapultó a la cumbre de la CGT con Néstor Kirchner hasta que la mano que mecía su cuna lo destronó del PJ y luego, por orden de Cristina, vio cómo su central se partía en tres pedazos.

La buena fortuna no lo abandonó. Por el contrario, recuperó protagonismo con Macri y se convirtió en su aliado clave, pero el agravamiento del cuadro social, por los despidos y la escalada inflacionaria, lo volvió a poner frente a un nuevo desafío: el del equilibrista que busca un lugar en el poder sin perder la imagen acuñada de sindicalista duro.

El inconveniente es que la política recesiva del Ejecutivo y la efervesencia social reducen cada vez más su margen de maniobra.

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