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La cultura del "escrache", fenómeno que se potencia por una sociedad frustrada ante una Justicia "lenta"

La cultura del "escrache": un fenómeno que se potencia por una sociedad frustrada ante una Justicia "lenta"
01/05/2016 - 03:04hs
La cultura del "escrache", fenómeno que se potencia por una sociedad frustrada ante una Justicia "lenta"

En las últimas semanas, tras los hostigamientos hacia el ex secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini, y el titular de la cartera de Cultura porteña, Darío Lopérfido, el término "escrache" se multiplicó en titulares, análisis políticos y conversaciones informales en la calle.

Se trata de una práctica que ya tuvo lugar en la Argentina, en momentos puntuales de los ochenta y noventa, cuando algunos ciudadanos reaccionaban en contra de los represores que circulaban con total libertad. 

Pero la carga simbólica está más emparentada con la impronta de la "polarización" que fogoneó el kirchnerismo y que ahora, en tiempos de Macri, parece resurgir

¿Es acaso una consecuencia del llamado “efecto grieta”? ¿Es suficiente con los repudios tibios que se limitaron a esgrimir algunos funcionarios? ¿O acaso el Estado debería dar una respuesta más contundente y formal para condenarlos?

Y, lo que es más importante: ¿estos episodios son hechos aislados o marcan el puntapié de una escalada mayor

Radiografía de una costumbre "made in Argentina"Escrache”, una palabra de uso coloquial para referirse a una agresión pública hacia una persona y que no forma parte del diccionario de la Real Academia Española. 

Algunos sitúan el origen del término en Italia, por "schiacciare" (aplastar o machacar). Otros aseguran que está influenciada por el concepto genovés "scraccâ" (escupir). 

Si se tomara por cierta esta teoría, así como Europa en su momento nutrió el lenguaje coloquial de la Argentina, luego vino una “devolución de gentilezas”, cuando la palabra “escrache” comenzó a ser usada en España, durante las protestas ciudadanas que se esparcieron por todo el país, a raíz de la crisis hipotecaria. 

Más atrás en el tiempo, durante los años ‘90, en el contexto de la investigación de los crímenes cometidos durante la última dictadura, "escrache" empezó a emplearse con frecuencia en los medios argentinos y uruguayos

En aquel momento, la agrupación HIJOS había impulsado esta modalidad como una forma de protesta en contra de los indultos a los militares condenados. 

La impunidad motivaba esos agravios públicos que tenían un lema simbólico: "Si no hay justicia, hay escrache".

Tras el estallido de 2001, los objetivos pasaron a ser los políticos que habían llevado el país a una de las mayores crisis de la historia.

Durante años, los ex funcionarios marcados como gestores de la debacle económica evitaron los eventos públicos y hasta las cenas en restaurants por miedo a la "condena social".

En el kirchnerismo, la práctica volvió a instalarse en los sectores más combativos para señalar a periodistas que criticaban determinadas medidas o que no apoyaban la "ley de medios", con parodias de "juicios populares", en los que sus imágenes eran escupidas por militantes

En aquel momento, muchas veces estas prácticas degradantes fueron justificadas por dirigentes como señales de "libertad de expresión".

Pero los escraches también se multiplicaron en coyunturas políticas convulsionadas. Durante el conflicto entre el Gobierno y el campo, integrantes de la Sociedad Rural de Rosario atacaron la casa del entonces diputado Agustín Rossi. 

Pero sin dudas, el episodio más resonante durante el kirchnerismo fue el que tuvo como víctima al ex ministro de Economía, Axel Kicillof.

Ocurrió en febrero de 2013, cuando fue insultado mientras viajaba en un barco de Buquebús hacia Buenos Aires. La escalada verbal fue tal que el entonces funcionario, su mujer y sus hijos terminaron refugiados en la cabina del capitán.

¿Otro efecto de la grieta?

La nueva ola de escraches está indicando que el fenómeno volvió a la arena política. 

El caso de Carlos Zannini fue muy resonante por la agresividad de los impulsores y porque los videos llegaron a las redes pero, en verdad, se trata de una modalidad que también sufrieron varios dirigentes de Cambiemos

A poco más de un mes de asumir, Macri fue el primero en vivir en carne propia esta forma de repudio social que coquetea con lo antidemocrático. 

Mientras inauguraba el tramo eléctrico de un ramal del ferrocarril Roca, se topó con manifestantes que le gritaban al tiempo que levantaban carteles críticos. "Macri = Hambre", se pudo leer en la transmisión oficial.

Incómodo, el Presidente optó por recurrir al argumento de "la grieta" para justificar la escena: "A estos los mandó Cristina".

Después, fue el turno de su vice, Gabriela Michetti. "Gobiernan para los ricos", fueron los gritos que le dedicaron a la vicepresidenta cuando salía de la Facultad de Derecho de Tucumán, tras dar una charla.

Incluso, una mujer, que dijo tener problemas con la provisión de medicamentos del PAMI, tomó fuerte de un brazo a Michetti y comenzó a reclamarle por el rumbo económico de la gestión de Cambiemos, hasta que la custodia logró apartarla.

El escrache contra el director de la Biblioteca Nacional, Alberto Manguel, fue más contundente: en el marco de la apertura de la nueva edición de la Feria del Libro, un grupo de manifestantes comenzó a abuchearlo, en protesta por la ola de despidos en el sector público

El ministro de Cultura, Pablo Avelluto, repudió el episodio desde lo formal pero celebró la actitud de Manguel.

"Fue un momento especial porque cuando comenzaron a gritar y a sacar los carteles, Manguel hizo algo extraordinario: siguió leyendo el discurso. Ellos siguieron gritando y él siguió leyendo, hasta que finalmente se fueron", resumió.

El secretario de Cultura porteño, Darío Lopérfido, fue otro de los funcionarios macristas que más padeció la irrupción de la violencia en su rutina cotidiana. Durante una entrevista, había puesto en duda la cifra de los desparecidos durante la dictadura. 

Desde entonces, sufrió varios incidentes e incluso se lo declaró persona no grata en varios espacios culturales. Durante el Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici), varias personas lo increparon apenas lo identificaron. 

"Sos una vergüenza para la cultura argentina", le dijo un hombre, a lo cual el ministro atinó a responderle "Fascista". "Que renuncie", le gritó otro grupo de jóvenes.

"El hecho de que Lopérfido haya cuestionado la cifra de desaparecidos no es un tema matemático. Es de fondo. Negar la dimensión del genocidio en los 70 es una vieja estrategia que usaron los represores para minimizar lo que pasó. Entonces, es un argumento muy violento", analizó el sociólogo identificado con el kirchnerismo, Artemio López, sobre la situación que vivió el funcionario porteño.

"Cuando uno ejerce semejante violencia verbal, es probable que se encuentre con este tipo de repudios", justificó el analista. 

Al ser consultado sobre si ese argumento no era una forma de justificar el fenómeno, López lo negó y recordó que desde la radio pública se le permitió al agresor de Zannini explicar "sus motivos". "Eso sí es justificar desde el Estado una agresión", advirtió.

El escrache al ex secretario de Legal y técnica terminó de instalar el tema en la agenda pública.

"Caradura", "Llamá a D'Elía que nos venga a trompear", "Se va a robar el avión en cualquier momento", "Volá por Aerolíneas", "Zannini ladrón", "Que lo bajen, que lo bajen", fueron algunas de las cosas que le gritaron. 

En silencio, Zannini escuchó los insultos sentado en la butaca del avión que lo llevaba a Washington, con una escala en Miami. Uno de los pasajeros más exaltados, el experto en artes marciales, Claudio Palumbo, hasta se animó a forzar una selfie mientras le hacía "cuernitos". 

http://www.youtube.com/watch?v=84V2syct49U&feature=youtu.be

No fue la única muestra de desaprobación que debió padecer el ex funcionario: apenas unas horas antes había tenido que ser custodiado en el estadio de Boca cuando comenzó a recibir agresiones verbales

http://www.youtube.com/watch?v=ZkVDjOCH56M&feature=youtu.be

El peligro de las respuestas ambivalentes

¿Qué hubiera pasado si Zannini se ponía nervioso o le contestaba? ¿Hay riesgos de que esta tendencia se exacerbe y se pase de la violencia verbal al plano de la agresión física

Para el sociólogo Leandro Gamallo, los escraches pertenecen a otro universo diferente al de los linchamientos, la manera más dura y cruda con la que una sociedad expresa su descontento. 

"Los linchamientos apuntan contra un delito grave, como una violación o un asesinato. En cambio, en los escraches suele haber en la entrelínea alguna causa por reivindicar. Los últimos casos que vimos se vinculan con la corrupción, mientras que en los ´90 eran para cuestionar los indultos", evalúa. 

“En los escraches hay una motivación que excede el caso puntual y no tienen el grado de organización de la violencia que tienen en algunos países los linchamientos", agrega. 

"No hay escraches buenos ni malos", fue la respuesta del jefe de Gabinete, Marcos Peña, cuando le pidieron una definición sobre el tema.

Evidentemente, la polarización instalada en todo debate político alrededor de la dicotomía kirchnerista-antikirchnerista tampoco permite que la dirigencia política se pronuncie de manera unánime y contundente. Cuando le tocó a Lopérfido, el kircnhnerismo osciló entre la justificación y el silencio.

Cuando el afectado fue Zannini, Lopérfido le agregó un "pero" a su escueta demostración de solidaridad: "Me solidarizo con Zannini, aunque sé que él no se solidarizó conmigo".

La semana pasada, por iniciativa del bloque del PRO, se aprobó en Diputados una declaración de repudio contra los escraches.

"Vulnera el derecho a la libertad de circulación tan protegido en los Tratados Internacionales, la Constitución Nacional y la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Vivimos en una democracia y nadie tiene el derecho de utilizar el escrache como método de intimidación", sostuvo el impulsor de la medida, el diputado Claudio Niño. 

Algunos, en cambio, entienden que es necesario que el Estado tome un rol más activo y citan el caso puntual de Mendoza. En el marco de un conflicto gremial en esa provincia, el gobernador Alfredo Cornejo le advirtió a los maestros que participan de escraches contra funcionarios de Educación que el Gobierno iniciará medidas penales si se repiten.

Los funcionarios de Cambiemos miran el caso mendocino como un antecedente que podría servir como freno a esta escalada que se retroalimenta con la viralización tan típica en una época en que la política y las redes sociales comparten el pulso.