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Paradoja Trump: pone a Argentina como ejemplo a evitar pero su discurso es del populismo tradicional

La paradoja Trump: pone a Argentina como ejemplo a evitar, pero su discurso coincide con el populismo tradicional
09/05/2016 - 08:15hs
Paradoja Trump: pone a Argentina como ejemplo a evitar pero su discurso es del populismo tradicional

Uno de los mayores golpes a la autoestima de los argentinos es la constatación de que en el resto del mundo -y particularmente en los Estados Unidos- la gente no se molesta en seguir el día a día de lo que ocurre en este país.

De hecho, la clásica pregunta a un amigo que vive en EE.UU. suele ser "¿Cómo nos ven allá?" que, casi siempre, deja lugar a una respuesta frustrante: "No nos registran".

No siempre es fácilmente digerible la idea de que la enorme mayoría de los ciudadanos estadounidenses no puede ubicar correctamente al país en el mapa mientras que, en el debate político argentino, se habla con cierta insistencia de lo que sucede en las tierras comandadas por Obama.

Prueba de esto es lo que le ocurrió a un periodista televisivo el día del nombramiento de Jorge Bergoglio como nuevo Papa: en un plano de Sudamérica señaló a Colombia para mostrar cuál era su país de origen.

Para colmo, ni siquiera queda el consuelo tradicional del conocimiento a través del fútbol, como puede ocurrir en Europa. El mismísimo Diego Maradona, mitad en broma y mitad en serio, señaló en uno de sus períodos de tratamiento toxicológico que lo que le convenía era la tranquilidad de un sitio donde nadie lo reconociera. E hizo referencia a los EE.UU.

Así, la imagen del país queda reducida a los estereotipos de la cultura popular que, para el estadounidense promedio, coincide con el de una nación exótica.

Como definió Homero Simpson, fiel representante del habitante de la "América profunda" y con fuertes instintos políticos a favor del Partido Republicano, la Argentina es ese lugar donde hay un presidente dictador que está casado con Madonna.

Si esta situación (sobre poco registro hacia esta nación) es buena o mala puede ser motivo de largo debate

A fin de cuentas, los países de los que más se habla suelen ser aquellos que están en crisis o en conflicto permanente, mientras que poca referencia se hace de los prósperos y pacíficos en los que "no pasa nada".

No por casualidad, en los años 80 los territorios latinoamericanos cuyos nombres aparecían más a menudo en la prensa estadounidense eran Nicaragua -por su guerra civil- y Colombia -por el narcoterrorismo-.

De todas maneras, a todos los argentinos que quieren que el nombre de su tierra figure en la prensa mundial -en particular en la de los Estados Unidos- hay que decirles que en los últimos años ha habido un marcado repunte en lo que hace a menciones.

Al punto tal de que el nombre Argentina pasó a ser casi habitual en la campaña de las primarias con vistas a la elección presidencial de fin de año.

Sin embargo, hay un pequeño detalle: esas menciones no son producto de la admiración sino, más bien, se deben a razones indeseables.

El precandidato republicano, Donald Trump, acaba de levantar polvareda al advertir que, si él no gana, las instituciones entrarán en una fase de deterioro y ya no se podrá confiar en la justicia independiente.

Expresó que, de resultar vencedor, su país dejará de ser la potencia que ha sido para transformarse en otra cosa. Más concretamente... en Argentina.

El protagonismo indeseado

"Si yo no gano, habrá más gente como la que entró en los últimos años y eso cambiará a este país en un modo como el que nunca vimos", aseguró Trump en una entrevista televisiva.

"Habrá personas como Bernie Sanders en la Corte Suprema y este país será totalmente diferente, será Argentina, será Venezuela", completó.

El "casi" candidato a la presidencia por el partido republicano le dijo a su entrevistador: "Usted no tiene idea de lo que está pasando en la Corte Suprema. Perdimos una gran justicia y el próximo presidente elegirá cuatro o cinco miembros de la Corte".

Su alusión deja claramente al descubierto cómo durante la última década la Argentina estuvo presente en la prensa estadounidense hasta con mayor frecuencia que la habitual.

Pero -lamentablemente- asociada con temas negativos, como la crisis institucional, las malas relaciones bilaterales o el litigio con los holdout.

Con el gran colapso económico que llevó a la caída del presidente Fernando de la Rúa, lo que captó la atención de los televidentes del país del norte fueron las imágenes de la violencia en las calles, los saqueos, los reclamos sociales y, en el plano financiero, la declaración del default de deuda soberana más grande de todos los tiempos.

Por aquellos días, el humor político en diarios y TV se solazaba con la rotación de cinco presidentes en apenas dos semanas

Un chiste publicado por el Wall Street Journal mostraba a dos niños en la típica competencia para ver cuál de sus papás era mejor que el otro, apelando a mentiras si fuera necesario. Uno de ellos decía "Mi papá fue presidente de Argentina por dos días", y el otro le contestaba: "Eso no es nada, el mío fue por uno sólo".

Luego, ya con el recambio presidencial, las noticias marcaron el proceso de negociación para salir de la deuda, que culminó con el descuento de capital más significativo de la historia.

Pasó el tiempo y con Néstor Kirchner al frente del país sobrevino el recordado maltrato y desplante a George Bush en Mar del Plata, en pos de lograr una mayor cercanía con Hugo Chávez y Evo Morales.

Luego vinieron los tiempos de Cristina Kirchner, en los que se fue profundizando la guerra mediático-judicial con los "fondos buitre". 

La acumulación de estos acontecimientos es lo que ha hecho que para un candidato como Donald Trump -que se dirige a un público masivo y cuyo fuerte electoral es la clase media-baja de ocupación fabril- la sola mención de Argentina tenga sentido.

Aun para ese público de "Homeros Simpsons", con baja exposición a las noticias internacionales, el nombre Argentina tiene una clara connotación negativa.

Macri y el "populismo style"

Lo extraño de la situación es que Trump, a diferencia de sus votantes, sabe bien qué es Argentina y, especialmente, quién es Mauricio Macri.

Ambos mantuvieron negociaciones durante los años 80 en torno a un negocio inmobiliario en el west side de Nueva York. El magnate estadounidense dejó este hecho plasmado en detalle en un capítulo de su libro titulado "El arte de la negociación".

Allí habló con gran afecto de Franco Macri y de su entonces joven hijo que lo acompañaba a tratar con el "tiburón" del real estate neoyorquino.

La negociación, como recuerda Trump con satisfacción, terminó con una total victoria suya, ya que pudo quedarse con unos terrenos -tal como él lo afirmó- a "precio de ganga": unos 100 millones de dólares.

El propio Mauricio Macri recordó el episodio al ser entrevistado por la televisión estadounidense cuando participó en el Foro Económico de Davos. Hizo referencia a Trump como "un negociador duro aunque no tan bueno como él creía".

Deslizó críticas a sus propuestas, al calificarlas como "demasiado radicales", desde su punto de vista.

Puede resultar extraño que Trump ponga a la Argentina como un ejemplo a evitar -casi en la misma línea de Venezuela- sin haber registrado el cambio de rumbo político en el país.

A fin de cuentas, su propio hijo, Eric Trump, en una reciente visita a Punta del Este, donde tiene negocios inmobiliarios, hizo un paralelismo entre ambos: "Mi padre es muy similar a Mauricio Macri, en el sentido de que también es un empresario exitoso".

Para el Presidente, ese tipo de comparaciones suenan a un salvavidas de plomo. No sólo para él sino para casi todos los mandatarios del mundo, para quienes ser equiparados con Trump suena más a crítica que a elogio.

Lo curioso es que si algo ha caracterizado al estadounidense ha sido el tono populista de sus discursos.

Un tono que para el sector progresista estadounidense es asimilable a todo lo que Macri ha combatido.

De hecho, entre los intelectuales hay cierta tentación en comparar a Trump con el peronismo tradicional.

En la Argentina, el ensayista Fernando Iglesias, autor del best seller "Es el peronismo, estúpido", ha calificado al poderoso empresario como la avanzada del populismo nacionalista, "la globaly coming tragedia".

"No hay nada más peronista que el Partido Republicano. Y ahora se consiguió un Néstor Kirchner", expresó.

Pero, más llamativo aun, es que el tema llegó al propio debate pre-electoral estadounidense.

Como escribió Richard Haas, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores, una fundación independiente: "Nunca creí que vería el día en el que la Argentina rechazaría el populismo y tantos estadounidenses y europeos lo abrazarían. Pero así es como estamos".

La frase es, en sí misma, un claro diagnóstico sobre el giro ideológico estadounidense, contrario a los tradicionales principios de liberalismo económico del Partido Republicano.

Es, además, un reconocimiento a que la Argentina -siempre identificada con el proteccionismo, con el gasto público excesivo y con la tendencia a consumir por encima de lo que le permite su productividad- está en proceso de cambio.

Dicho sea de paso, los elogios hacia el nuevo rumbo que ha tomado este país no sólo han llegado desde los "liberals" sino también desde los conservadores ligados a Wall Street.

Sin ir más lejos, el mismísimo Paul Singer, comandante en jefe de los "fondos buitre", describió un perfil de Mauricio Macri a pedido de la revista Time. 

Esto, a partir de un número dedicado a la gente que está cambiando el mundo. "Un campeón de las reformas", lo calificó Singer.

Lo cierto es que Trump, con sus propuestas de cierre comercial, no parece calificado para criticar las típicas políticas que perjudicaron a la Argentina.

Su famosa propuesta para obligar a Apple a "fabricar sus malditas computadoras en casa en vez de hacerlo en China" ha despertado una ola de críticas.

Y no sólo por lo que implica la frase, sino también por la hipocresía de haber escrito ese tuit... ¡desde su propio iPhone!

Los economistas le han recordado que cada vez que se vende uno de estos equipos el 60% del valor queda en Estados Unidos, en concepto de diseño, investigación y desarrollo.

Como contrapartida, apenas el 2% queda en China, destinando al pago de la producción fabril.

El discurso de Trump, con todas sus connotaciones de proteccionismo nacionalista de hace 50 años, guarda similitud con el orgullo con el que Cristina Kirchner presentaba "el primer Blackberry hecho en Argentina".

Se trataba de un aparato ensamblado en el polo electrónico de Tierra del Fuego pero con todos sus componentes traídos del exterior.

Por cierto, el costo final de este proceso termina siendo más elevado que importar la unidad completa directamente desde China.

¿Críticas que suenan a elogio?Lo cierto es que los medios de comunicación argentinos reaccionaron con estupor y se sintieron heridos en su orgullo nacionalista, luego de que Trump advirtiera sobre el "riesgo" que corría EE.UU. de ser Argentina, si él no gana.

¿Le preocupará a Macri esa alusión? Por ahora se limitó a decir que las declaraciones del estadounidense "no han sido muy alentadoras". En tanto, la canciller Susana Malcorra apeló a ironía: "Esperemos que el pueblo americano sepa elegir".

Por un lado, no queda claro si el candidato estadounidense se refería al país de la era kirchnerista o a la actual. Por otro, ser criticado por Trump es hoy día casi un elogio.

De todas formas, que el nombre del país aparezca en el debate electoral estadounidense -y en la misma mención que Venezuela- raramente pueda ser considerado motivo de festejo.

Acaso Macri, que lo tuvo del otro lado del mostrador a la hora de negociar por millones de dólares, le reste importancia al asunto y considere que apenas se trata de una estrategia electoral de un experto jugador de póker.

Finalmente, el viejo anhelo argentino de saber cómo es visto este país en la capital del mundo parece haberse hecho realidad. Sólo que se trata, por ahora, de un honor dudoso.