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Ambas compañías están  a merced de rivales más grandes y tienen cada vez menos opciones para combinarse en el cambiante entorno de los mercados agrícolas
23/05/2016 - 14:38hs

La propuesta de adquisición que Bayer AG le presentó a Monsanto Co. coloca en el mismo barco a dos gigantes de los agroquímicos y las semillas que están obligados a transformarse en medio de la profunda consolidación del sector y el cambiante entorno de los mercados agrícolas.

Bayer necesita a Monsanto para imprimirle mayor escala a su división agroindustrial en momentos en que su nuevo presidente ejecutivo debe completar la ambiciosa reestructuración que puso en marcha su antecesor. Monsanto, por su parte, está en una encrucijada después de haber fracasado en sus intentos por adquirir la suiza Syngenta. En apenas seis meses, el escenario cambió radicalmente: Syngenta aceptó ser comprada por la estatal China National Chemical Corp., y Dow Chemical y DuPont se embarcaron en su propia fusión.

Bayer y Monsanto —al igual que la alemana BASF— están ahora a merced de rivales más grandes y tienen cada vez menos opciones para combinarse.

Bayer y Monsanto confirmaron entre la noche del miércoles y la mañana del jueves que la compañía alemana formalizó una oferta de compra que integraría a dos de los mayores proveedores de semillas de cultivos y pesticidas del mundo para crear la mayor empresa del sector, con ventas anuales del orden de los u$s67.000 millones.

Aunque los detalles de la oferta no han trascendido, no está claro si a Monsanto le podría interesar. El valor en bolsa del conglomerado estadounidense ronda los u$s42.000 millones. Tampoco hay garantías de que los reguladores vayan a aprobar la alianza. Si la plana ejecutiva de Monsanto no estuviera de acuerdo, sería todavía más difícil conseguir el beneplácito de los reguladores. De hecho, fuentes cercanas cuestionan que Monsanto esté interesada en un pacto de esta naturaleza.

De lograr su objetivo, Bayer profundizaría su presencia en el sector agrícola, que actualmente representa 22% de sus negocios. Los u$s15.000 millones que factura Monsanto en semillas y herbicidas darían a la agricultura una participación cercana a 40% en los ingresos del grupo combinado, mientras que el resto provendría de los productos farmacéuticos y de salud de venta masiva.

La compra de la operación global de semillas de Monsanto y el negocio de su herbicida Roundup por parte de Bayer crearía una compañía con una cartera con productos que van desde la Aspirina hasta cultivos transgénicos que permiten a las plantas resistir tanto a insectos como a herbicidas. La entidad combinada controlaría alrededor de 28% de los pesticidas que se venden en todo el mundo, así como 36% de las semillas de maíz y 28% de las semillas de soja que se distribuyen en Estados Unidos, según cálculos de Morgan Stanley.

Monsanto disparó el furor de fusiones en el sector el año pasado al buscar infructuosamente la adquisición de Syngenta por u$s46.000 millones.

Hugh Grant, presidente de la junta y presidente ejecutivo de Monsanto, se ve ahora en el rol opuesto, como líder de una empresa que es blanco de compra. Luego de la decepción con Syngenta, Grant anunció el mes pasado que su compañía no contemplaba grandes adquisiciones y que, en lugar de ello, se enfocaría en su negocio principal y consideraría asociaciones o empresas conjuntas para desarrollar un negocio de pesticidas más vasto. La capacidad adquisitiva de Monsanto también se diluyó en medio del acecho a Syngenta: el valor de su acción cayó cerca de 20% en 12 meses antes de los informes de la semana pasada sobre una posible oferta de Bayer.

La combinación de Bayer y Monsanto consumaría la meta que tenía Monsanto cuando buscaba absorber a Syngenta: la suma de una amplia cartera de pesticidas y una profunda capacidad de investigación con la capacidad de Monsanto de desarrollar semillas de alto rendimiento y fumigaciones más potentes. Al promocionar su fallido acuerdo con Syngenta ante inversionistas y agricultores, Monsanto esgrimió la posible reducción en el gasto de investigación mediante una combinación de funciones y la capacidad de trasladar más rápidamente la efectividad de los nuevos productos a los campos de cultivos.

El intento de Bayer se produce en momentos en que el sector agrícola está bajo fuerte presión luego de tres años de precios declinantes de granos y oleaginosas. Esto llevó a los ingresos de los agricultores estadounidenses a sus menores niveles en más de una década y forzó a las compañías a recortar los precios de las semillas, reducir el gasto en investigación y hacer despidos. Monsanto rebajó este mes sus proyecciones de ganancias para el resto del año fiscal y anunció la eliminación de 16% de su plantilla.

La oferta de Bayer tuvo lugar dos semanas después de la asunción de Werner Baumann a la presidencia ejecutiva. De concretarse, no sólo sería la mayor compra de Bayer en sus 150 años de historia, sino también en la historia empresarial de Alemania. Baumann, un veterano de 28 años en el grupo, ha heredado el impulso de su antecesor, Marijn Dekkers, que realizaba un agresivo esfuerzo para trasladar el foco de los negocios de Bayer desde la modorra de los productos farmacéuticos y químicos a las llamadas “ciencias de la vida”: salud del consumidor, medicamentos y ciencias de los cultivos.

Baumann heredó de Dekkers una empresa más esbelta y con menos aversión al riesgo, pero también con una deuda sustancial, que podría complicar la apuesta por Monsanto. La deuda neta de Bayer ascendía en 2015 a 17.450 millones de euros (u$s19.680 millones), más del doble de la deuda neta de 7.010 millones que tenía en 2011, antes de que Bayer comenzara una serie de adquisiciones. Su deuda del año pasado se redujo aproximadamente 11% respecto del máximo de 2014.

Un pacto con Monsanto podría ser la última oportunidad de Bayer de asumir un rol protagónico en la ola de consolidaciones y no quedar como un jugador de segundo nivel en el negocio de agroquímicos, dice Markus Manns, gerente de cartera de Union Investment, un accionista de Bayer. Según informes recientes, BASF SE, competidor alemán de Bayer, también estaría interesado en Monsanto. BASF se negó a comentar sobre el asunto.

Los portafolios agrícolas de las dos compañías son geográficamente complementarios. América del Norte es el principal mercado para Monsanto y Europa y Asia son las regiones donde Bayer tiene mayor presencia. Bayer, con una cartera más amplia de herbicidas e insecticidas agrícolas, puede vender en más países que los 28 que hoy permiten los cultivos genéticamente modificados, un negocio cuyo crecimiento global se ha desacelerado.

Conforme los precios de las materias agrícolas han caído en todo el mundo y las semillas biotecnológicas han alcanzado un punto cercano a la saturación en los grandes mercados donde están autorizadas, como EE.UU. y Brasil, la superficie cultivada con las semillas transgénicas se redujo 1% el año pasado, la primera vez que se registra una caída, según el Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agro-Biotecnológicas.

Bayer no tiene una presencia significativa en el negocio de semillas de maíz y soja, los dos mayores cultivos por superficie ocupada, aunque la superposición de las unidades de semillas de verduras y algodón tendría que ser abordada a través de desinversiones, dijeron analistas luego de que Bloomberg reportó la semana pasada que la compañía alemana estudiaba una propuesta a Monsanto.

Al mismo tiempo, la fusión podría forzar a Bayer a salir del negocio del herbicida glufosinato, que compite con el glifosato de Roundup, así como de los genes de semillas relacionadas que permiten a las semillas de maíz, algodón y soja resistir aquel herbicida, dijeron los analistas.

La escala de la unión Bayer-Monsanto también pondría a prueba el apetito de los agricultores por la consolidación. La propuesta de Monsanto por Syngenta y la fusión de Dow y DuPont pusieron de relieve las preocupaciones sobre competencia en el cinturón agrícola estadounidense, ante la perspectiva de que un número cada vez menor de firmas ejerza el control de una porción mayor de los negocios de semillas y pesticidas. La Unión Nacional de Agricultores de EE.UU. y otros grupos señalaron que las fusiones podrían impulsar los precios de sus insumos y darles menos opciones en los elevadores de granos y los proveedores a quienes compran sus semillas y agroquímicos.

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