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Del viejo "tedeum opositor" a esta tirantez con la Iglesia: cómo fue la metamorfosis del 25 de Mayo para Macri
25/05/2016 - 03:04hs

Cambia la foto y cambia la época. Lejos de celebrar el 25 de mayo con un acto multitudinario en la Plaza de Mayo cargado de definiciones políticas y color militante como hizo el kirchnerismo durante más de una década, el presidente Mauricio Macri inaugura hoy su propio estilo de festejo más austero, acotado a funcionarios y dirigentes sociales y con tono patrio pero apartidario.

Sin embargo, uno de los actores políticos principales de la celebración seguirá siendo un elemento disonante a pesar del cambio de época: la Iglesia. Aún cuando la actual gestión seguramente no incurra en el desafío constante de trasladar el Tedeum al interior del país con la poco creíble excusa del federalismo, en el último tiempo la relación con el Vaticano y con los representantes locales de la Iglesia ha sido, al menos, árida.

Una serie de desencuentros -que van desde la crítica de Marcos Peña al Papa Francisco por recibir a Hebe de Bonafini y el desconcierto del Gobierno por el rosario que el Santo Padre le mandó a Milagro Sala hasta el rumor de que Margarita Barrientos no fue bien recibida en Roma por ser la referente social más cuidada por el macrismo- erosionaron la relación.

A esos hechos, que el Gobierno se esforzó por mostrar como anécdotas casuales se sumaron en los últimos días críticas de la Iglesia a la situación social y laboral en el país.

La incertidumbre por el contenido del mensaje del arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Mario Poli, en el tradicional Tedeum inquietó al círculo cercano del mandatario durante días.

Los funcionarios recién suspiraron aliviados cuando, pocas horas antes del festejo patrio, una carta protocolar de Francisco - una salutación del Papa a los presidentes ante la fecha patria de sus países- llegó para tender la mano.

A las pocas horas, Macri le respondió: "Le hacemos llegar nuestra firme decisión de avanzar en la concreción de los objetivos que Ud. menciona -reconciliación y fraternidad- para alcanzar la unión de todos los argentinos".

En verdad, la inquietud por la situación social sobre la que puntualizó la Iglesia también es un tema que preocupa al macrismo.

Tanto es así que horas antes del acto, el Gobierno decidió cambiar el lugar donde se iba a desarrollar el acto para evitar posibles manifestaciones opositoras y, contrarreloj, suspendió el acto en la Plaza Colón, junto al monumento a Juana Azurduy, y lo trasladó a la Quinta de Olivos.

Finalmente, el contraste con el "modo de festejo kirchnerista" multitudinario, abierto, en la plaza y con alto voltaje político fue total.

Una relación con altibajos

La relación compleja entre el Gobierno y el Papa empezó desde el momento cero cuando el mismo Macri sintió extrañeza porque Francisco no lo llamó para felicitarlo por su triunfo electoral.

Esperaban, en verdad, que la relación con la Iglesia fluyera con mayor naturalidad que durante el kirchnerismo, que fluctuó el enfrentamiento en los primeros años con Bergoglio en la Catedral a la proximidad de los múltiples viajes de Cristina al Vaticano del Papa argentino.

Intuían que la sintonía de Cambiemos con las líneas dogmáticas de la Iglesia eran un punto de encuentro. Por ahora, esto parece no darse según las expectativas.

Lejos de mejorar, con el correr de los días, la relación se tensó más. El pontífice le envió a la dirigente social kirchnerista Milagro Sala un rosario bendecido cuando esta ya estaba en prisión y mientras denunciaba persecución política.

Desde lo gestual, la incomodidad del Papa quedó clara con el gesto adusto que puso al recibir al presidente a fines de febrero en Roma.

La Iglesia, a nivel local, también dio señales en esta dirección. Con motivo del Día del Trabajador, previo a la movilización de las CGT y las CTA donde las centrales obreras reclamaron por trabajo, titular de la Conferencia Episcopal Argentina, Monseñor Jorge Lozano, realizó un momento de oración.

Los Curas en Opción por los Pobres, cercanos a Francisco, publicaron una extensa carta en la que repasan varias medidas que tomó la actual administración y arremeten con extrema dureza contra Macri.

Tal vez el punto más tirante de la relación fue la semana pasada, al difundirse el mensaje final de la tradicional Semana Social que anualmente organiza el equipo de Pastoral Social del Episcopado en Mar del Plata.

En ese documento, la Iglesia advierte sobre "la fragilidad de la condición laboral de miles de hermanos" y acerca de "las situaciones de precarización laboral en que están inmersos buena parte de los trabajadores".

Los funcionarios, al ser consultados por las definiciones de la Iglesia ponían cara de ocasión y ensayaban el gesto cristiano de ofrecer la otra mejilla.

La carta protocolar de Francisco para saludar por el 25 de mayo llegó en el momento justo, un aliciente. En un mensaje breve, el Papa advierte que reza para que Dios "conceda a todos los argentinos copiosos dones de su misericordia, que les ayuden a avanzar continuamente en la búsqueda del bien común, la reconciliación y la fraternidad". Y le expresa a "vuestra excelencia mi cordial felicitación" por la fiesta patria de "esta amada nación".

En el Gobierno no fueron pocos los que notaron que, a pesar del gesto, Francisco eligió un tono formal y pocas palabras. Advirtieron que otro era el registro que usaba con la ex mandataria, a quien trataba como "Cristina" y le dedicaba más párrafos.

Sin embargo, rápidos de reflejos, el Gobierno respondió la carta que llegó del Vaticano, en una señal de acercamiento.

"Le hacemos llegar nuestra firme decisión de avanzar en la concreción de los objetivos que Ud. menciona - reconciliación y fraternidad - para alcanzar la unión de todos los argentinos", prometió Macri, tomando el pedido del Papa "a la letra".

En su misiva, el mandatario eligió mostrarse como un fiel más: "Desde esta tierra que lo vio nacer seguimos con admiración su tarea evangélica en procura de la paz y el bien común, llevando su mensaje a todas las naciones".

"En nombre de todo el pueblo argentino, agradezco su cordial felicitación y sus oraciones con motivo de un nuevo aniversario de nuestra Patria", afirmó el presidente.

Otra parte de la herencia: la relación con la Iglesia

El kirchnerismo, con una gestión profesional de la comunicación y un gusto particular por los festejos masivos, le imprimió a las fechas patrias una estética propia que, necesariamente, será punto de comparación con lo que haga Cambiemos de ahora en más.

La gimnasia política de trasladar el Tedeum a distintos puntos del país se ejecutó con la excusa formal del federalismo pero bajo el trasfondo real de un hecho puntual: en 2004, al cumplirse un año de su asunción, Néstor Kirchner "soportó" una dura homilía de Bergoglio en la Catedral.

En esa oportunidad, el entonces arzobispo porteño cuestionó el accionar del la política frente a la pobreza y criticó "el exhibicionismo y los anuncios estridentes", algo que el kirchnerismo leyó como una referencia directa al estilo con el que administraban el poder.

Sin vueltas y con poca disposición para ser parte de la misma escena, Kirchner dio un volantazo y decidió no asistir a la homilía de 2005. Ese año, el tradicional Tedeum porteño fue cancelado.

Así, Kirchner empezó a vislumbrar que Bergoglio oficiaba de articulador de los espacios de la oposición que, por las suyas, no podían en aquel entonces lograr presencia en el escenario político. El Tedeum porteño se convirtió, entonces, en una cita obligada de todos los referentes opositores. Y ahí estaba Macri, el entonces jefe de gobierno porteño.

Las discusiones sobre la pobreza, la pelea con el campo y la aprobación del matrimonio igualitario le sumaron condimento a esa costumbre particular que el kirchnerismo reeditó varios 25 de mayo y generaron un clima distante.

En 2010, en medio de los multitudinarios e históricos festejos por el Bicentenario, el matrimonio Kirchner asistió a la Basílica de Luján.

En 2011, la Presidenta presenció la homilía del arzobispo Fabriciano Sigampa, en Resistencia. Desde Buenos Aires, Bergoglio emitió un duro mensaje en el que pidió "desterrar las ambiciones desmedidas" y criticó los "delirios de grandeza" de los gobernantes.

Pero todo cambió en marzo de 2013 cuando Bergoglio se convirtió en Francisco. Con típico pragmatismo de tinte peronista, Cristina decidió abrir una nueva etapa en la relación con la Iglesia. Viajó a Roma invitada por el Pontífice varias veces y convirtió las definiciones del Vaticano en materia de doctrina social en citas obligadas durante sus discursos en la Casa Rosada. 

Con un festejo con una lógica y una estética más acortada y con el trasfondo de una relación con la Iglesia que va de lo tenso a lo ambivalente, Macri inaugura el calendario de celebración de fechas patrias y su participación en un Tedeum como máximo responsable de la administración.

Pero resta saber si, en este ámbito, podrá cosechar beneficios de la diferenciación gestual con el kirchnerismo.

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