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Paradoja del liberalismo criollo: el rechazo al "Mercosur modelo UE" convive con el temor a las consecuencias del Brexit
29/06/2016 - 09:37hs

El Brexit tuvo un efecto raro sobre la Argentina: logró cerrar la brecha, de tal forma que gente que opina diferente en todos los temas, esta vez estuvo en completo acuerdo sobre que lo ocurrido es una desgracia.

Desde los que defienden el modelo "industrialista" sustituidor de importaciones hasta los fanáticos del libre comercio; desde los que propugnan un Mercosur al estilo de la Unión Europea hasta los que piden salirse del bloque regional; desde los partidarios de los gobiernos "nacionales y populares" hasta quienes miran con desconfianza al nacionalismo.

Todos, sin excepción, consideraron que la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea fue una mala noticia. Para algunos, porque augura malos momentos en lo financiero, si es que se produce un efecto manada de los capitales que corran a protegerse en el dólar.

Y, para casi todos, por lo que el tema implica políticamente: todos ven a la situación británica como algo que va mucho más allá de una situación doméstica, sino que la consideran apenas la punta del iceberg de un nuevo mapa mundial.

"Salvo en Londres, el resultado ha sido abrumador. Y Gran Bretaña siempre actúa como un anticipador de la política mundial, con lo cual esto nos indica que muy probablemente Donald Trump sea el próximo presidente de los Estados Unidos", advirtió el analista internacional Jorge Castro.

En la misma línea, el consultor Luis Palma Cané pronosticó un escenario "donde nadie gana y todos pierden".

"Cuando gana lo irracional, las consecuencias son siempre extremadamente negativas", apuntó Palma Cané, para quien el riesgo a considerar es un efecto dominó: "Recordemos que hay muchos partidos en los 28 miembros que quedan en la EU que son de extrema derecha, que uno puede asimilarlos al nacionalismo popular, que están bregando también por desmembrarse, lo que sería aun mas grave".

Uno de los más vehementes al respecto fue Fernando Iglesias, el ex diputado y autor del polémico best seller "Es el peronismo, estúpido", para quien lo ocurrido es el punto de partida de "una tragedia global". Para Iglesias, no hay ninguna duda sobre cómo interpretar la salida británica: lejos de representar un avance liberal, se trata de es un paso adelante del neo-populismo".

"El Brexit ejemplifica el síndrome zombie-nacionalista. Consecuencias contrarias a las intenciones", escribió en su cuenta de Twitter.

Y hubo quienes ya auguraron efectos negativos para la Argentina. Como el economista Guillermo Nielsen, para quien lo ocurrido puede alterar los planes del gobierno macrista, que espera valerse de capitales externos para sacar al país del estancamiento.

"Esto le pega muy mal. El Gobierno tiene un problema muy serio, está dejando una economía chavista y haciendo un viraje de 180 grados, en el que el eje del crecimiento es la inversión privada. Y justamente a la inversión, el Brexit le pega muy negativamente", sostuvo.

Más contundente, el economista Gabriel Caamaño Gómez, de la cosultora Ledesma, escribió: "Si quedaba alguien aún esperando al segundo semestre, Brexit mediante, déjelo ir definitivamente... ya está". La incómoda compañía de los ultranacionalistas

Es explicable esta sensación negativa entre los analistas argentinos, incluso de parte de aquellos que tradicionalmente se han mostrado reacios a los bloques regionales como la Unión Europea -de la cual el Mercosur tomó el modelo de integración-. Y es que no solamente se están viendo las caídas del mercado financiero que se daban por descontadas.Lo peor, desde el punto de vista argentino, es quién apoyó al Brexit. Resulta imposible separar al argumento del personaje que lo defiende, sobre todo si se trata de Nigel Farage, un político de ultraderecha y discurso xenófobo, quien declaró que el 23 de junio debía ser instituido como "día de la independencia".

Por no mencionar casos como el del estadounidense Donald Trump, unánimemente repudiado por los políticos y analistas locales, tras sus frases de rechazo a la inmigración latina y sus propuestas de eliminar manufactura de iPhones en China.

O, desde ya, casos como el de la francesa Marine Le Pen, histórica defensora de la derecha ultranacionalista, que pretende impulsar en Francia un referendum de similares características al británico.

Está claro que resulta difícil simpatizar con una causa a la que adhieren dirigentes cuyo principal argumento ideológico-programático es el proteccionismo comercial y el rechazo a los inmigrantes.

Eso explica por qué, en estas latitudes, aquellos economistas, políticos e intelectuales de orientación liberal que siempre han visto con desconfianza la formación de bloques económicos como la Unión Europea -o, por cierto, el Mercosur, que se inspiró en ese modelo- ahora se manifiestan tan preocupados.

Sin embargo, en medio del ruido mediático de los primeros días, cuando la libra esterlina sufre el hundimiento de un mercado en pánico, el punto que todavía no ha sido suficientemente analizado es el de cuáles son los motivos profundos que impulsaron el Brexit.

A primera vista, parece claro que hay dos posturas bien diferenciadas entre los defensores de la salida británica: por un lado, los ultraderechistas que llaman la atención de los medios, pero también -y acaso son más numerosos- están los clásicos liberales ingleses del partido Tory.

Estos alegan que, lejos de promover un cierre y el aislacionismo político y comercial, lo que propugnan es un regreso a la tradición internacionalista de los ingleses. Que ven en la burocracia de Bruselas un impedimento al libre comercio y una imposición de políticas que no se condicen con los principios liberales.

Y que, por consiguiente, el Brexit significará una liberación para que Gran Bretaña pueda intensificar los lazos de intercambio con el resto del mundo, hoy deteriorados por las regulaciones europeas.

Los principales defensores de esta visión destilan un discurso "neo-thatcheriano", que rechaza a la UE no con un afán

aislacionista sino aperturista. Quienes suenan como probables sucesores de David Cameron, como el ex alcalde de Londres, Boris Johnson -uno de los "pollos" de Margaret Thatcher- son quienes defienden esta visión.

Esta imagen de humor político aparecida en la prensa británica expone, con una elocuencia mayor a mil palabras, la visión que esta facción tiene sobre el Brexit como acto de liberación.

En todo caso, lo que quedó en claro es que el debate por el Brexit tuvo dos dimensiones: por un lado, el debate económico interno de los británicos; por el otro, las consecuencias para Europa.

Porque es evidente que la mayoría de los argumentos del "remain" eran de tono político, y ponían el foco en que la UE ha sido, sobre todo, un garante de los 70 años de paz en Europa.

No por casualidad, el ex premier Gordon Brown hizo campaña por permanecer en el bloque, filmando un spot en las ruinas de una iglesia bombardeada durante la segunda guerra mundial y apeló a que los británicos, más que irse, tenían que pronerse "liderar" la UE -"not leave but lead"-.

Ese discurso, en definitiva, no hacía más que aceptar tácitamente que a casi ningún británico le gusta el estado actual del bloque europeo, su propensión a la deuda y la tutela alemana en los principales asuntos financieros y sociales. Y que si había quedarse era para no perjudicar la relación con los vecinos. El Mercosur pone las barbas en remojo

El gran interrogante del momento es cuál fuerza prevalecerá en Gran Bretaña, si la de los Tories que propugnan volver a las raíces liberales o la de los ultranacionalistas con su discurso xenófobo y proteccionista.

En Gran Bretaña, las chances de los liberales siguen siendo altas. Nunca hay que subestimar a un pueblo que estuvo a la vanguardia de reformas políticas y sociales que marcaron al mundo, como el parlamento, la constitución, las políticas tributarias y el librecambismo.

Más bien, los temores de quienes se preocupan por el Brexit están fuera de Gran Bretaña: en aquellos países europeos de tradición socialdemócrata, que hoy ven un incontenible avance de los "anti-sistema".

No hay que dejar pasar detalles como que, el primer día, la reacción de los mercados fue castigar mucho más a las bolsas europeas que a la londinense.

Ese temor por el futuro de Europa es, sobre todo, el que prevalece en los análisis de los liberales en estas latitudes. Y es lo que explica que quienes siempre han fustigado por proteccionista y burocrático al Mercosur hoy se muestren tan preocupados por lo que pueda ocurrir con el modelo de integración de la UE.

Al fin y al cabo, el planteo británico de necesitar libertad para intercambiar con todo el mundo no difiere tanto del discurso de aquellos que propician salir del Mercosur para seguir el modelo chileno y acercarse a Estados Unidos y las potencias asiáticas.

Esa actitud ambivalente de los liberales argentinos ha sido expresada con claridad en reacciones como la de Agustín Etchebarne, director de la fundación Libertad y Progreso, quien primero celebró una consecuencia positiva del Brexit: "Inglaterra despierta de la modorra a Europa. Ahora van a tener que trabajar duro para hacer reformas en serio".

Pero, punto y seguido, dejó entrever sus temores de que los cambios no sean precisamente en un sentido liberal: "La macana del Brexit es que en buena medida se van por aumento de xenofobia y no por fobia a la burocracia Europea".

En todo caso, lo que parece incuestionable es que el Brexit ya está obligando a revisar la situación del Mercosur.

Un reciente informe de la fundación Idesa plantea un paralelismo entre los dos procesos: "Los países de la Alianza del Pacífico se unieron para en conjunto comerciar más con el mundo, mientras que Brasil y Argentina se unieron para comerciar menos con el mundo y más entre ellos. Que Chile, Colombia y Perú generen tasas de crecimiento que casi duplican a las de Brasil y Argentina sugiere que, como le ocurre a la Unión Europea, el Mercosur no ha adoptado una estrategia de integración inteligente".

Por raro que parezca, los propios gobiernos del Mercosur son quienes más rápido han tomado nota de este tema. Ante sólo Uruguay aparecía en solitario insinuando tímidamente que quería más libertad para firmar acuerdos comerciales extra-zona.

Pero hoy, con los drásticos giros políticos de Argentina y Brasil -donde el canciller José Serra, histórico crítico del Mercosur, aparece como hombre fuerte-, el panorama es diferente.

La sensación es que, a pesar de las declaraciones políticamente correctas que expresan preocupación por la situación europea, los gobiernos del Mercosur no discrepan tanto con el discurso del Brexit.

No por casualidad, en la última reunión de Susana Malcorra con su colega uruguayo, Rodolfo Nin Novoa, en vísperas a que la Venezuela de Maduro tomara la presidencia temporaria del Mercosur, las palabras que más se escucharon en los discursos fueron "flexibilidad", "asociación", y "márgenes de maniobra".

Con el ejemplo de la UE, el Mercosur empieza a poner barbas en remojo.

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