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El único periodista presente al momento del fallecimiento del ex Presidente contó cómo fueron los primeros instantes en los que trascendió la noticia
28/10/2016 - 13:42hs

Eran las 8.30 de la mañana del miércoles 27 de octubre de 2010. Era cuestión de minutos para que el ex Presidente Néstor Kirchner falleciera.

En Calafate hacían 9 grados, el sol estaba radiante y las calles se habían vaciado por el censo que se desarrollaba ese día.

En el frente de la casa del entonces matrimonio presidencial la custodia oficial comenzó a exaltarse. De repente se abrió el portón y se escuchó un grito desesperado del titular de la seguridad de la ex presidenta Cristina Kirchner: "Llamalo al jefe de la Policía, es urgente. ¡Apurate, la concha de tu madre!", le ordenó a un agente panzón de la Policía de Santa Cruz que estaba subido a un patrullero estacionado sobre la calle Los Tehuelches.

"Y rajalos a estos dos, ¿qué carajo hacen acá?", le dice cuando mira a un periodista y al fotógrafo que lo acompañaba, Eduardo Lerke, según publica Clarín.

Minutos antes de las 9, cuando la puerta de la casa de la ex presidenta empezaba a poblarse de policías, gendarmes, prefectos y agentes de la seguridad presidencial llegó el mensaje menos pensado.

Un hombre de la máxima intimidad del matrimonio K se comunicó con un periodista y dijo: "¿Todavía estás en El Calafate? ¿Estás afuera de la casa de Cristina?". Antes de que le llegara a contestar, agregó: "Se murió Kirchner. Andá ya al hospital".

Adentro del hospital municipal José Fomenti, donde habían llevado al ex presidente, se vivieron escenas dramáticas. La ex presidenta lloraba desconsolada y llegó a pedirle que no la deje, mientras le agarraba las manos.

Los 16 médicos y tres enfermeros que lo atendieron durante los últimos minutos se quedaron en silencio. Ahí también estaba el entonces director del Hospital, Marcelo Bravo, que había dirigido el operativo de reanimación. Habían probado todo para levantarlo, aunque ya sabían que no iba a reaccionar.

Desde las 9.15, hora en que se comunicó oficialmente el fallecimiento de Kirchner, hasta las 9.50, cuando Cristina decidió que llevaran el cuerpo del ex presidente para velarlo en su casa de El Calafate en una ambulancia custodiada por seis camionetas de la seguridad presidencial, la tensión era total.

Las puertas vaivén de la sala de urgencias se abrían y cerraban con violencia y los médicos daban órdenes al aire.

El clima tensionado también se extendió por fuerte del hospital.  

El lugar estaba sitiado. Había camionetas y patrulleros de todas las fuerzas de seguridad y unos 50 oficiales que no dejaban pasar a nadie. "No pueden sacar fotos, se van a 200 metros de acá, no rompan las pelotas", gritó un custodio de muy mal modo.

La tensión era tan grande que una camioneta de la custodia que estaba en el lugar intentó salir a las apuradas y le destrozó la puerta a un Chevrolet Corsa rojo que estaba estacionado frente al lugar.

Ahí, parados frente al humilde hospital de El Calafate, pasó un cortejo fúnebre que acompañó a Kirchner hasta su hogar. 

En una de las camionetas blancas de la custodia iba la entonces presidenta. No había nadie más en las calles. El pueblo, recién empezaba a despertarse en un día feriado y se enteraba que Kirchner estaba muerto.

Máximo llegó arriba de una camioneta 4x4 acompañado de su amigo Rudy Ulloa Igor. Estaban en Río Gallegos cuando los sorprendió la noticia.

La llegada del ex ministro de Planificación, Julio De Vido, de su hermana, Alicia Kirchner y hasta del empresario y amigo del ex presidente, Lázaro Báez, hoy preso e investigado en la Ruta del dinero K. "Estoy destrozado, lo quería como a un hermano", dijo Báez ese día.

A la distancia, en esos últimos días en El Calafate hubo varias señales de que Kirchner no estaba bien. Casi no salió de su casa y evitó las caminatas matutinas, una rutina que siempre repetía cuando iba al Sur.

Un mes y medio atrás, le habían practicado una angioplastía con la colocación de un stent. Además, estaba preocupado por el asesinato del militante del PO Mariano Ferreyra. Pero hay un dato más que revela lo consciente que estaba de su salud. Luego de la última intervención cardíaca, le había pedido a su amigo Rudy Ulloa que comprara una parcela en el cementerio de Río Gallegos.

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