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Los cambios en las políticas aún no se reflejan en una mayor actividad de la industria y la construcción                                     
04/12/2016 - 12:59hs

El presidente de la Sociedad Rural (SRA), Luis Miguel Etchevehere, y José Urtubey, integrante de la Unión Industrial Argentina (UIA), tuvieron una amistosa discusión el martes 15 de noviembre por la mañana.

En una reunión de la Fundación Banco Ciudad, el segundo sugirió que en un momento en que el proteccionismo tiene nuevas ínfulas en el mundo tras el triunfo de Donald Trump, la Argentina debería resguardarse. Después de la exposición, Etchevehere le señaló en privado lo que consideraba un desacierto, según él mismo relató. "José, ya nos cerramos y fracasamos. Acordate", le dijo.

La discusión entre apertura y protección a secas parece demodé incluso en los sectores beneficiados por los aranceles, pero ambas posiciones muestran que la economía de Mauricio Macri despierta simpatías y rechazos.

En el fin del primer año el Gobierno, se puede armar una lista de ganadores y perdedores.

En la primera están el campo, la minería, los servicios públicos y la venta de inmuebles, a los que se suman las energías renovables, el primer boom inversor de la actual gestión.

Del otro lado hay una nómina que se puede resumir en un denominador: todas las actividades que dependen del poder adquisitivo del salario, quizás el indicador más universal de la economía que fue afectado negativamente en la gestión de Macri.

De él depende la producción destinada al consumo, que abarca un universo de servicios y productos masivos.

"La decisión política fue favorecer la inversión; la contracara fue desfavorecer el consumo. Hasta el año pasado el consumo se sostenía por el desbarajuste de precios relativos y con el ancla en las tarifas. La inflación estaba por debajo de los aumentos salariales. Este año ocurrió lo opuesto", explica Marina Dal Poggetto, economista del Estudio Bein.

Todos apuntan al campo como el gran beneficiado de la era Macri. Pero el presidente de la SRA esquiva ese mote: "No nos beneficiaron. Nos pusieron en igualdad de condiciones con otros sectores. ¿O la industria, los bancos y el comercio pagan retenciones?", se defendió-

Una de las primeras medidas del Gobierno, en diciembre del año pasado, fue la eliminación de retenciones a las exportaciones de trigo, maíz, girasol, carne y productos de economías regionales (las de la soja bajaron de 35 a 30%).

Sumada a la quita de cupos para exportar y a otras decisiones macroeconómicas como la caída del cepo cambiario, esa medida le dio impulso al sector y este año habrá casi un millón de hectáreas más de trigo y otras 800.000 de maíz.

Según Etchevehere, el campo beneficia a otros sectores. A modo de ejemplo, sostuvo que "el vehículo más vendido del año es la Toyota Hilux, más que el Gol".

Medidas similares se tomaron para el sector minero, al que en febrero se le quitaron los derechos de exportación, una decisión que despertó polémica. Marcelo Álvarez, presidente de la Cámara de Empresarios Mineros (CAEM), la defendió: "La quita de retenciones le devolvió competitividad a la Argentina y el mensaje del Presidente de incorporar a la minería como uno de los pilares productivos generó en los inversores internacionales una expectativa muy grande", sostuvo.

Según los números del sector, las retenciones representaban para el Estado un ingreso de u$s128 millones. Al sacarlas, se extendió la vida útil de cuatro minas que estaban en proceso de cierre y ahora aportarán más de u$s1.300 millones de exportaciones.

"Es un mito que la quita de retenciones beneficia sólo a las grandes empresas", completó Álvarez. El sector está preocupado porque ese lastre podría volver de la mano de la discusión por Ganancias.

Los especialistas ubican a los servicios públicos entre los ganadores de este año. Es comprensible: aunque los últimos aumentos de tarifas no garantizan la supervivencia de empresas como Edenor, Edesur, Gas Natural Fenosa o Metrogas, mejoraron sus ingresos y corroboraron la voluntad del Gobierno de recomponer su ecuación económica, algo que nunca estuvo en la agenda del kirchnerismo.

El sector energético, que le dio en la primera parte del año los mayores dolores de cabeza al Gobierno, trajo consigo el primer boom de negocios en la era Macri.

Fue por las energías renovables, un segmento de existencia vegetativa en la presidencia de Cristina Kirchner, que fue relanzado con la puesta en marcha de una megalicitación.

Los ganadores tendrán un contrato en dólares a 20 años, un ajuste de 1,7% interanual y garantías.

El sector inmobiliario también tiene motivos para celebrar. La salida del cepo cambiario, en diciembre del año pasado, liberó el acceso a la moneda de cambio con la que se opera en el sector de real estate. En agosto, por caso, la cantidad de escrituras creció 43,9 por ciento.

El saldo desfavorable con el que quedaron varios sectores de la economía está vinculado con la caída de la capacidad de compra del salario, el gran vapuleado del año.

Es que el bolsillo es uno de los grandes satélites que mueven las aguas de la economía. Las billeteras flacas golpearon las ventas de productos de consumo masivo y de electrodomésticos.

Los empresarios del rubro se lo plantearon al ministro de Producción, Francisco Cabrera y a su equipo. Les respondieron con una pregunta: "¿Prefieren tener un consumo real o ficticio?", en referencia a los hilos de la economía que solía mover con mayor frecuencia el kirchnerismo. Aún están pensando la respuesta.

"Los primeros tres trimestres fueron atípicos. Las ventas en volúmenes cayeron entre 6 y 7%, pero las consultoras hablan de caídas de entre 3 y 4% en lo que llamo la leche y el pan. En un año recesivo, la brecha entre consumo masivo y de bienes durables es corta", explicó el presidente de Frávega, Marcelo Padovani.

Los supermercados se quejan más fuerte. En las jornadas del sector que se hicieron el 16 de noviembre en La Rural, el presidente de La Anónima, Federico Braun, lo resumió en una frase: "Es un mal momento para el supermercadismo. El balance del tercer trimestre está entre los peores de los últimos cuatro años".

Los números lo avalan: en septiembre, las ventas de alimentos, bebidas y otros artículos de uso cotidiano se derrumbaron 7,3% en unidades respecto del mismo período de 2015, por lo que el consumo masivo acumuló nueve meses seguidos con números en rojo, según datos de la consultora CCR, especializada en consumo.

La caída del salario real les molesta más a los sindicalistas. El secretario del Sindicato del Seguro y miembro del Observatorio Económico y Social de la CGT, Jorge Sola, repasó los números que maneja la central gremial. "Hasta fines del gobierno de Cristina los asalariados participaban del 31% del PBI. El otro 69% se lo repartían entre propietarios de tierra y del capital. El famoso 50/50 del que hablaba Moreno, nunca existió y cada vez se iba deteriorando más. Hoy, la participación ha caído notablemente".

Sola menciona como gran problema la pérdida del poder adquisitivo de los salarios, porque "las paritarias no pueden alcanzar lo que la inflación va comiendo de forma notable. Tenemos la inflación más alta de los últimos 10 años". Según el dirigente, "el promedio de la paritarias cerró en 35%".

La segunda preocupación es la destrucción de empleo, ya que los bolsillos no sólo languidecieron, sino que hay menos asalariados: según el Ministerio de Trabajo, en septiembre había 6.145.821 en el sector privado, 91.738 menos que en el mismo período de 2015.

"Mi visión gremial es distinta a la del inversor, que mira el largo plazo y es mucho más avara. Nosotros vivimos la realidad y hoy nos demuestra que nada de lo que se predijo sucedió. Nada nos hace pensar que la economía mejore el año próximo", sostuvo. Sola reconoce a La Nación que el Gobierno acertó en decisiones como la salida del cepo y el acuerdo con los holdouts, pero "en la economía cotidiana, no".

Una parte sustancial de la pérdida de empleo la explica la construcción y la industria.

Otros sectores transitaron el año por una imprecisa avenida de números regulares, pero con la expectativa de que la normalización de la economía constituya la base de su crecimiento. Es el caso de los servicios basados en el conocimiento. Luis Galeazzi, director ejecutivo de Argencon (la asociación que reúne a esas empresas) reconoció que tiene poco para reclamar, pero sostuvo que hay que ir hacia un camino de mayor competitividad.

El concepto de empresas expectantes es de Camilo Tiscornia, economista de la consultora C&T, para quien "no todo lo malo se le puede asignar al Gobierno, porque a varios países de la región les está costando mucho crecer". Como positivo, indica que el cambio en la Casa Rosada permite planificar, una posibilidad ausente 12 meses atrás.