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El relato, como uno de los mecanismos para retomar la iniciativa política, ha sido una de las herramientas más utilizadas por el kirchnerismo 
04/12/2016 - 13:16hs

El relato, como uno de los mecanismos para retomar la iniciativa política, ha sido una de las herramientas más utilizadas por el kirchnerismo en sus años de gobierno.

Como postura filosófica, la pretensión de ligar la verdad con la opinión individual no es algo novedoso. A lo largo de los últimos siglos estuvo presente la idea que tan bien –y en pocas palabras– expresó Nietzsche de que en la vida no hay hechos sino sólo interpretaciones.

“La realidad, sea lo que sea, siempre se escapa de nuestras manos y quedamos condenados a nuestras propias subjetividades”, confesaba en uno de sus escritos.

Pero en política, a diferencia de lo que sucede en el terreno teórico de la filosofía, la realidad termina llegando y tocando la puerta. Frente a este escenario, aparece la necedad del líder y el esfuerzo por ensanchar la distancia entre palabras y los hechos. Es una batalla épica con el peor de los finales.

El relato sobre el posible desarrollo de Vaca Muerta tiene mucho de toda esta impronta.

La iniciativa nació tras la muerte de Néstor Kirchner y ante la necesidad de controlar uno de los negocios energéticos más importantes del país. Cristina Fernández no estaba al tanto de los detalles del acuerdo que su marido había cerrado con Repsol y la familia Eskenazi, y temía que el multimillonario emprendimiento quede fuera de sus manos.

Teniendo el estudio que demostraba que existía un área estratégica con la principal formación de shale en la Argentina, la entonces presidenta, con el asesoramiento de su alter ego, Axel Kicillof, impartió la orden de expropiar el 51% de las acciones de la petrolera que estaban en poder de la española.

El gobierno intentó mostrar todo lo que significaba para un país la recuperación de YPF, privatizada en los 90 con el voto clave en aquel momento del gobernador de Santa Cruz, Néstor Kirchner.

Pero la idea no era recordar la historia, sino reescribirla. Se convocó para liderar el proyecto a un directivo de Schlumberger, Miguel Galuccio, que estaba bendecido por la presidenta y el riñón del camporismo. Un hombre de obediencia debida.

La estrategia comunicacional fue clave en los primeros meses del 2012. Se demonizó lo actuado por los directivos de Repsol concentrando las críticas al vaciamiento que estaba haciendo la empresa a través del giro de dividendos al exterior en desmedro de las inversiones que necesitaba el país para poder frenar la caída de la producción de gas y petróleo.

Si bien las transferencias de Repsol-YPF a su casa matriz en España siempre fueron elevadas, a partir del 2008, con el ingreso de Eskenazi-Néstor Kirchner a la empresa, pasaron a ser voraces y, en muchos casos, con pocos visos de legalidad.

En este caso también el gobierno reescribió la historia. Ni los Eskenazi, ni Néstor Kirchner, ni Roberto Baratta (mano derecha de Julio de Vido y director de YPF) figuraron entre los responsables del impúdico vaciamiento.

Tras la expropiación, Cristina Fernández movilizó a todos los periodistas que pudo (militantes y no militantes) hacia el pequeño pueblo de Añelo para que comenten sobre las millonarias inversiones que comenzaron a llegar de la mano de la nueva YPF.

El movimiento era imponente. Pero pocos se preguntaban de dónde salían los dólares para semejante iniciativa.

Menos aún, por qué el resto de las firmas internacionales ligadas a la actividad no participaban de este prometedor negocio.

Pasados ya más de cuatro años de esta aventura, la realidad volvió a golpear la puerta.

El proyecto político-personal de la familia Kirchner terminó en un rotundo fracaso con inéditas consecuencias económicas para el país.

Decenas de pequeñas y medianas compañías de servicios salieron a adquirir capital de trabajo con la promesa de grandes retornos obtenidos a través de los contratos que se iban a generar en la exploración y explotación de Vaca Muerta.

"Sin los resultados económicos proyectados, el final no podía ser otro: las pymes que se encuentran hoy al borde del quebranto con una YPF sobreendeudada y sin capacidad alguna de recomponer sus balances si no es a través de la capitalización externa. Todo muy lamentable", señala el diario Río Negro en su editorial.