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Mientras todos los líderes latinoamericanos se hunden, el presidente argentino aguanta pero la situación económica inquieta a propios y rivales
10/12/2016 - 15:50hs

Mauricio Macri es un fenómeno político aún difícil de clasificar.

Es el primer hijo de la era de la antipolítica que no está contra la globalización y el primer presidente que ganó las elecciones conectándose directamente con la gente, entre tantos otros rasgos distintivos de su gestión.

Varios analistas clásicos no terminan de "sacarle la ficha". Para sus rivales, es un liberal que llevará a Argentina al desastre como en los 90.

Lo cierto es que Macri cumple un año en el poder con datos económicos pésimos, en plena recesión, pero mantiene una valoración alta -55% de apoyo- algo que desconcierta a sus oponentes.

Argentina vive un fin de año extraño. Los ojos están puestos en el cierre de un "diciembre caliente", una tradición que llegó a su máxima expresión en 2001, cuando acabó con cinco presidentes en dos semanas y 38 muertos en las calles.

La mayoría de los analistas, incluso los más benévolos con el Gobierno, están muy inquietos por la situación económica.

Macri arrancó muy bien su mandato –normalizó el tipo de cambio, cerró la disputa con los fondos buitre, recuperó la estadísticas oficiales- pero ahora no puede lucir buenos datos. 

En su primer año:

- El desempleo aumentó hasta el 8,5%

- La inflación está peor, 40% interanual

- La recesión se agravó, 3,4% de caída del PIB

- La producción industrial cae al 8%

- La pobreza aumentó hasta el 32%, con 1,4 millones de pobres nuevos. 

- Se ha endeudado en u$s40.000 millones y no ha conseguido rebajar el déficit.

Sin embargo, las expectativas económicas para 2017 son mucho mejores y el Presidente y su equipo están convencidos de que las cosas van bien. Él mismo calificó su gestión con un 8, sorprendiendo a todos.

Ernesto Sanz, líder del radicalismo y socio político de Macri -con quien comparte las decisiones clave- cree que los análisis clásicos no valen para lo que está pasando hoy en Argentina.

“No hay nada escrito sobre la transición entre un populismo tan fuerte como el que tuvimos y un esquema republicano como el de Macri, que ha recuperado el diálogo y tiene que negociar todo en el Congreso”, aseguró al diario español El País.

Luego agregó que “la sociedad argentina lo está acompañando con un cierto desencanto ante los datos económicos, porque en Argentina siempre se apela a la magia y no hay soluciones mágicas. Pero el rumbo es el correcto y la mayor parte de la sociedad no está dispuesta a volver atrás”, 

La gran fortaleza de Macri, como explican muchos analistas, consiste en el hartazgo del kirchnerismo después de casi 13 intensos años en el poder.

Ese “desencanto” del que habla Sanz tiene que ver con que Macri prometió que la economía remontaría en el segundo semestre de 2016. Y ello no sucedió. Más bien, al contrario. 

En el Gobierno culpan a factores externos –Brasil sobre todo- pero también a los empresarios, el mundo del que viene el multimillonario Macri y con el que ahora está enfrentado.

“Los empresarios argentinos no están dispuestos a apostar, viven reclamando ayudas al Gobierno. Ahora dicen que esperan a que gane las elecciones de 2017. Siempre están corriendo la cancha. Este gobierno les ha ofrecido toda la certidumbre que reclamaban”, se queja Sanz.

La opinión de Marcos Peña

Marcos Peña, jefe de Gabinete y mano derecha de Macri, rebosa optimismo. En un encuentro con la prensa internacional aseguró que el apoyo al Gobierno, según sus encuestas, está en el 60%, muy por encima del 51% que lo votó hace un año.

"El apoyo es mucho más profundo que algo que tenga que ver solo con la cuestión económica", explicó. 

"Ha sido un año duro pero hay una esperanza que se sustenta en la forma de gobernar, de ejercer el poder, que era una de las promesas centrales. Fue uno de los años con menos conflictividad sindical y social de la historia pese a estar en recesión", analizó Peña. La oposición, obviamente, es mucho más dura.

Macri ha tenido más éxitos políticos que económicos. Contra todo pronóstico, ha logrado pactar casi todas las leyes importantes y no ha tenido muchos problemas en el Congreso en sus primeros meses, aunque está en minoría. 

Pero el peronismo ya se está reorganizando para las elecciones de 2017 y la oposición empieza a unirse, por lo que el Gobierno acaba el año con derrotas parlamentarias importantes.

Macri vive del hartazgo del régimen kirchnerista. Cristina generó eso. Mucha gente necesita tiempo para entender que se equivocó votando a Macri”, dice Felipe Solá, que fue gobernador peronista de Buenos Aires y ahora uno de los diputados clave del grupo opositor que dirige Sergio Massa. 

“En economía no han metido una. Porque cometen el mismo error que los Kirchner: son dogmáticos. Empezaron regalando miles de millones de dólares a las mineras y al campo con la bajada de impuestos. Les cayó el consumo, la actividad, la recaudación, las exportaciones, aumentó la pobreza. Nunca vi un primer año tan pobre”, sentencia Solá.

Aún así, él también admite que el Gobierno ha dialogado como nunca hicieron los Kirchner, que todo se negocia en el Congreso. “Los conflictos ahora se resuelven de forma estrictamente democrática, las protestas son pacíficas, y eso es una gran novedad en Argentina”, explica.

Argentina está pues viviendo una especie de normalización en la que Macri ha perdido su aura inicial y parece instalarse una disputa Gobierno-oposición clásica con discusiones menos dramáticas que antaño que se dirimirán en las elecciones intermedias de 2017.

“El Gobierno conserva mucho apoyo popular porque los ciudadanos confían en que la economía mejorará, se está cambiando la cultura política de presidentes fuertes, Macri tiene otro tipo de liderazgo, hay que ver si la sociedad argentina le sigue acompañando”, explica Eduardo Fidanza, director de Poliarquía.

Según la firma encuestadora, se detecta una “erosión lenta” de la imagen del Gobierno pero menor de la que correspondería a los malos datos económicos.

“Lo llamativo es que hay un grupo de políticos del oficialismo y de la oposición, como Macri, Vidal, Massa o Stolbizer que están muy por encima del 40%. Eso indica que, al contrario de lo que pasa en el resto de América Latina, no hay un hartazgo hacia la clase política”, asegura.

Fidanza cree por tanto que Macri no puede confiarse, porque puede perder en 2017, pero lo que sí parece seguro es que Argentina se aleja de ese 2001 y el “que se vayan todos”.

Lo que está viviendo el mundo ahora, esa ruptura con la política, Argentina ya lo vivió, y ahora parece ir en el camino contrario, hacia una normalización de la alternancia. Como casi siempre, Argentina va a contracorriente.

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