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Donald Trump avisó que su país hará un esfuerzo militar histórico, pero sólo para proteger sus fronteras de la inmigración ilegal y el terrorismo
25/02/2017 - 16:07hs

Donald Trump enarboló su bandera más nacionalista y finalmente logró ser líder indiscutido de los republicanos. En su alocución a las bases de su partido, el presidente consumó el repliegue de Estados Unidos a sus propios intereses.

Fue la apoteosis del Trump más proteccionista. Un líder furioso que, frente a los suyos, reivindicó la expulsión masiva de inmigrantes, el control de las fronteras y prometió realizar una de las mayores inversiones militares de su país.

“Nadie nos volverá a desafiar. Nadie. No soy el presidente del orbe, sino de Estados Unidos”, clamó. “Vamos a invertir miles de millones en nosotros, para defendernos nosotros, no a los demás”.

El mandatario eligió la Conferencia de la Acción Política Conservadora para darse un baño de vítores. La reunión anual lo aguardaba ansiosa. Es que después de ocho años de sequía, llegaba quien recuperó el poder para esa audiencia. “Ya tienen un presidente”, fue lo primero que les dijo.

No se salió del guion. Inmigración, seguridad, Obamacare, desregulación financiera, satanización de los medios. Pero esta vez los unió a todos bajo la bandera del patriotismo. “Estados Unidos será mayor, más grande y fuerte que nunca”.

Bajo ese fervor nacionalista es que apeló al Ejército. Dijo que el cuerpo militar es el símbolo de la unidad nacional y que habrá un aumento masivo del presupuesto para lograr una defensa mayor, mejor y más poderosa que nunca antes. “Y esperemos que nunca tengamos que usarla, pero nadie nos va a desafiar. Nadie. Será uno de los mayores esfuerzos de la historia”, afirmó.

Sin embargo, el blindaje bélico vino acompañado del anuncio de un repliegue histórico. Tras un siglo, Estados Unidos dejaría la vocación de gobernar el mundo. Y el mandatario lo explicó con el ejemplo espinoso de Medio Oriente.

“Ahí nos gastamos seis mil millones de dólares. Seis mil. Y estamos peor que antes. Con ese dinero podríamos reconstruir tres veces nuestro país”, argumentó.

“Fíjense Europa, Francia, Bélgica, ya no son las mismas por abrirse, y ahora es tarde. Yo voy a proteger a los estadounidenses para que el terrorismo y vandalismo no entren y los que entraron, salgan”. La fórmula ya se ha visto: restricciones de ingreso y deportaciones masivas.

Economía cerrada

Por supuesto que al decir lo anterior, todo el esfuerzo hecho por Rex Tillerson y John Kelly -sus secretarios de Estado y Seguridad Nacional- frente a sus pares el jueves en México para recomponer relaciones quedó minimizado.

“Somos un país que pierde trabajo en su territorio y lo entrega fuera. Somos un país que defiende las fronteras de otros países pero no las suyas. Tenemos a los malos dentro y los vamos a echar”, avisó además.

Atento al origen de los votos que lo llevaron a la Casa Blanca, prometió la reconducción de esos “despilfarros” hacia la Norteamérica profunda.

Música para los oídos de zonas industriales en decadencia, de mayoría blanca, donde Trump arrasa. “Les dije a Ford, Chrysler, Fiat, a la gran industria, que vuelvan a invertir aquí, y ahora lo están haciendo”.

Éxtasis

Las imágenes de las cadenas televisivas mostraron la escena. Subido al estrado, Trump, muy criticado por sus pares republicanos en la campaña electoral, se sintió con fuerza suficiente para presentarse como el líder de un partido que durante años lo tomó como loco inofensivo.

Un partido que más de una vez le negó aparecer en sus actos por considerarlo un outsider o algo peor: un extraño que buscaba su beneficio personal.

En la Conferencia de la Acción Política Conservadora se pudo ver cómo lo aplaudieron a rabiar, en éxtasis. No era sólo el presidente. Era su presidente. Y a ellos dirigió su visión de futuro que tanto alarma a la mitad de su país y a gran parte del mundo.