iProfesionaliProfesional

Hambre de poder, una película protagonizada por Michael Keaton cuenta cómo se construyó la mayor cadena de comidas rápidas del mundo
26/03/2017 - 19:10hs

El inconfundible logo de McDonald’s está presente en 36.000 establecimientos de más de un centenar de países. Pero hasta ahora ninguna película se había adentrado en los orígenes de la compañía que pusieron en marcha los hermanos Dick y Mac McDonald allá por los años 40. Han tenido que ser otros hermanos, los todopoderosos Weinstein, los que levantaron el proyecto de Hambre de poder, que relata la verdadera historia detrás del imperio que esconden los ‘arcos dorados’.

El filme, cuyo nombre original es The Founder (el fundador), dirigido por John Lee Hancock (El sueño de Walt, Un sueño posible), es una biopic entretenida y curiosa sobre Ray Kroc, un vendedor de Multimixer, una máquina que permitía hacer cinco batidos a la vez, que acabó adueñándose del concepto de comida rápida ideado por los McDonald para crear el imperio gastronómico que hoy conocemos. En la piel de Michael Keaton, este excéntrico personaje de Illinois es dibujado como la personificación exacta del sueño americano a base de tenacidad, constancia y fe en uno mismo.

Los orígenes

En 1954, Kroc era un vendedor fracasado de 52 años que se pasaba la vida viajando por la carretera para ofrecer las ventajas de sus batidoras de cinco ejes a los dueños de establecimientos de comida rápida. Pese a las sucesivas negativas que recibía, jamás se rendía y para estimular su optimismo escuchaba discos con mensajes sobre la importancia de la persistencia para lograr los objetivos.

Sí, la clave era la persistencia. Ni el talento, ni la genialidad o la educación iban a guiarle por el camino de la fortuna. Así fue como a una edad en la que la mayoría de hombres soñaban con la jubilación, Kroc se lanzó a por todas gracias a la inspiración de un nombre perfecto: McDonald’s.

El filme recrea el momento en el que el vendedor cruza su destino con el de Dick y Mac, que le hicieron un pedido de ocho multibatidoras porque no daban abasto en su negocio. Atraído por la curiosidad, se planta ante el pequeño local que los hermanos tenían en San Bernardino (California) y se queda maravillado ante lo que ve: gente haciendo cola a las 11.30 de la mañana para comer hamburguesas, papas fritas, gaseosas y batidos.

El establecimiento no tenía mesas ni sillas y seguía un modelo de autoservicio en el cuál los clientes hacían su pedido y lo recibían en un tiempo récord de 30 segundos a un precio muy accesible.

Visionario de los negocios

El filme retrata a Kroc como un auténtico visionario, un lobo de los negocios extremadamente astuto que supo ver más allá de un recinto en auge para orquestar un auténtico negocio de franquicias. Los arcos dorados, las cruces y las banderas iban a convertir a McDonald’s en la nueva iglesia de Estados Unidos, el lugar perfecto para las reuniones familiares.

Su idea de incrementar la oferta para hacer crecer la demanda le llevó a firmar un rápido contrato con Dick y Mac. Según el acuerdo, recibía el 1,9% de las ventas de cada franquicia que se abriera en Estados Unidos. La mitad de sus ingresos, no obstante, debía entregarla a los hermanos.

La empresa ganó fama en pocos años. Se expandió por todo el país convirtiéndose en una de las marcas de referencia de comida rápida. Pero cuando Kroc vio que el contrato no le proporcionaba los ingresos necesarios, intentó renegociar su parte de los beneficios con los McDonald, pero chocó con la negativa de Dick, que prefería centrar sus esfuerzos en su local original. Y es que a los hermanos los abrumaba la ambición desmesurada de Kroc y su empuje comercial. El sueño de ambos era ganar un millón de dólares y jubilarse.

La distancia entre los socios empezó a agravarse mientras Kroc veía impotente cómo le denegaban los préstamos que solicitaba al banco y su matrimonio iba haciendo agua. Fue en ese momento cuando conoció a Harry Sonnerbone, un genio de las finanzas que le contó cómo podía realmente hacer negocio con su proyecto. Si adquiría bienes raíces, es decir los predios donde posteriormente se construirían los nuevos restaurantes, podría vender no sólo el modelo de negocio sino alquilar también el espacio.

McDonald’s, mejor sin los McDonald

Con el tiempo Kroc quiso quedarse el negocio en exclusiva. El acuerdo para la compra de la empresa, a principios de los 60, estableció un pago de 2,7 millones de dólares para los McDonald. El orgulloso empresario se dio cuenta de que los hermanos no habían incluido en el acuerdo la propiedad del primer restaurante en San Bernardino. Así que decidió abrir un nuevo local muy cerca de la hamburguesería original, con lo que obligó a Dick y Mac a cerrar su restaurante.

Hambre de poder es la crónica del ascenso a lo más alto de un hombre que estaba en el ocaso de su carrera cuando surgió su gran oportunidad. Empezó por el flechazo que sintió con un nombre que le sonó como los ángeles, McDonald’s, y acabó casándose en terceras nupcias con Joan, la atractiva mujer de uno de sus socios de la que se quedó prendado cuando ésta tocaba el piano en un elegante restaurante de Minnesota.

Con la inmensa fortuna que amasó en vida, Kroc también mostró su lado más generoso erigiéndose en un gran mecenas de la investigación médica. “Yo tenía 52 años, diabetes y una incipiente artritis. Me habían extirpado la vesícula y parte de la glándula tiroides, pero estaba convencido de que lo mejor estaba por llegar”, sentenció este empresario que soñó a lo grande y expandió una compañía que hoy da servicio a 70 millones de clientes diarios en todo el mundo.

Cuando Kroc falleció en 1984 a la edad de 82 años, Joan heredó unos US$3.000 millones. La viuda del ‘rey de la hamburguesa’ se convirtió en la filántropa más famosa de Estados Unidos y optó por donar su dinero a diferentes causas humanitarias, entre ellas la lucha contra el Sida, la hambruna en Etiopía o el desarme nuclear, publica Clarín.