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No importa si es papel o digital, lo que vale es leer. Así define el autor de Por la Banquina y Trabajos de oficina un tema clave para  los medios
29/03/2017 - 16:05hs

Saltar del periodismo a la literatura es una situación bastante común cuando uno elige esta profesión que, para muchos, tiene que ver con el gusto por escribir. Sin embargo la esencia de cada persona puede quedar más expuesta cuando se trata de narrar cuentos o novelas.

Ariel Basile es periodista, trabaja en un diario económico y se especializa en temas políticos provinciales y en la industria automotriz. También escribe literatura y en sus dos libros de cuentos mezcla temas de realidad con ficción.

Claramente trasciende los límites del periodismo, pero al mismo tiempo sigue abrazando esos hechos noticiosos con algunos relatos que parecen llegar del mundo real.

Charlamos con Basile para conocer esta faceta y cómo su experiencia periodística influenció -o no- en "Por la banquina" y "Trabajos de oficina". Además, ¿cómo se vende y posiciona un libro, es un buen "marketing personal" ser escritor en un mundo donde se lee cada vez menos, y cuál es el tiempo de vida que le queda al papel?.

- Antes de ahondar en tu faceta literaria vayamos a tu vida cotidiana. Escribís de autos: ¿te gustan?, ¿sos de los que pasan horas hablando del último modelo?Llegué al mundo de los autos medio de casualidad, me gustan lo justo y necesario. Nunca había estado dentro de mis objetivos, pero me terminé especializando en ese sector. Aunque al trabajar en un diario económico la mirada es más de la industria en su conjunto y no tanto sobre tal motor o la caja automática de la marca X. Tampoco me considero un experto en esos temas mecánicos. Como industria, es muy interesante.

- Además de industria automotriz, cubrís temas de política provincial. ¿Te gusta más ser escritor, o periodista de ese tipo de temas?Periodista soy todo el día, prácticamente todos los días. Es un trabajo que demanda mucho tiempo, y que tomo con esa responsabilidad. En cambio, escritor soy apenas unas horas a la semana cuando encuentro huecos para dedicarle a la literatura, si es que los encuentro.

Sí es cierto que cuando en el plano profesional cubrís temas que te gustan, todo se hace más liviano, pero igual no deja de ser un trabajo. Escribir literatura, en cambio, es una necesidad de otro orden.

En mi caso, mi primera novela la escribí siendo bancario, mucho antes de llegar al periodismo. Y, de alguna manera, hice el camino inverso: porque quería vivir de las palabras salté de una multinacional al periodismo. Un salto raro. Tengo la suerte de trabajar de algo que me gusta, y la literatura puede cruzarse pero es un camino paralelo.

- ¿Por qué empezaste a explorar la literatura? Empecé a escribir cuentos desde chico, como una forma de canalizar cierta ambición creativa. Y con el tiempo empecé a tomármelo más en serio.

- ¿Ser escritor es un buen marketing personal en un mundo donde se extingue la lectura? ¿Cómo se vende un libro hoy?No creo que me sume ni que me reste. Para empezar, me cuesta definirme como escritor. Si alguien me pregunta qué soy, respondo que soy periodista. Y como escritor, tengo un perfil muy bajo.No tengo amigos escritores, no suelo ir a presentaciones de libros, ni eventos culturales como para estar en determinados círculos y entrar en ese juego de contactos o de referencias cruzadas. Tampoco me meto en discusiones literarias para alzar la voz en determinados temas.

Escribo en periodos irregulares, publico tarde, no me desespera estar en todos lados. Trabajo con colegas que ni siquiera saben que tengo dos libros publicados. Por eso: cero marketing personal con la literatura.

- Qué pensás del momento actual que se vive en la literatura, con la amenaza constante de que desaparecerá el formato papel en manos de las nuevas tecnologías?Hay dos puntos sobre este tema. El primero, y es una intuición personal, no creo que desaparezca el formato impreso tradicional por dos motivos: el objeto libro sigue siendo valorado y la penetración del e-book es muy baja en prácticamente todos los mercados, excepto en Estados Unidos, y por cuestiones más ligadas a una política de precios de Amazon, que no vienen al caso desarrollar. Es decir, le veo larga vida al libro en papel.

En segundo lugar, y opino lo mismo respecto al periodismo, no me parece que el formato sea una amenaza a la obra en sí misma. Yo puedo escribir una novela y que sólo circule de modo digital. La llegada a los lectores será en otro formato, pero eso no afecta ni mi proceso creativo ni el sentido en que se leerá el texto. Lo que preocupa del estado actual de la literatura, en tal caso, es que según los editores se lee cada vez menos literatura. Se venden más libros de periodismo, historia, autoayuda, etcétera y la literatura está quedando atrás. No deja de ser un tema de mercado, pero que de algún modo se interpone al momento de buscar editorial.

- ¿Cómo nace la novela "Por la banquina", tu primer libro?Nació por 2002, cuando tenía 22 años. Venía de ganar un concurso de cuentos entre más de mil relatos. Era la primera vez que me presentaba en un concurso y el premio me dio un envión enorme. Después me di cuenta de que un concurso no es indicador de nada, pero en aquel momento fue decisivo para ir tomando este hobby con más dedicación.

Entonces, se me ocurrió una idea: armar cuentos encadenados con un mismo personaje, de un tipo que fuera haciéndose pasar por otros en distintos planos. Después, la práctica me hizo virar rápido: cuando en la primera de esas historias iba 60 páginas y quedaban puntas abiertas, entendí que aunque hubiera pensado en cuentos en verdad estaba escribiendo una novela. Me llevó tiempo, la terminé en 2005. La corregí más de 10 veces, con cambios radicales entre versiones, pese a que la versión original había sido finalista de un concurso bastante importante. La terminé editando recién en 2012.

- Aunque los libros pueden ser una forma de romper con la profesión, el nombre me remite a los autos, porque es cuando normalmente se usa la banquina, en una ruta. ¿Por qué lo elegiste?Si cuando terminé la novela me hubiesen dicho que años más tarde iba a hacer periodismo automotor, me hubiese reído. Era completamente impensado. El nombre me permite enlazar dos aspectos que son clave en el relato.

Por un lado, la banquina expresa el margen, y el protagonista va siempre por los márgenes de la existencia. Nunca termina de normalizar su vida (que sería reingresar en la ruta) ni de quedar por fuera del margen (que sería ir al pasto). Está siempre ahí, en el borde de lo que vale y lo que no vale. De lo legal y lo ilegal.

Por otra parte, la novela tiene mucho de road movie, hay ruta de principio a fin, porque el protagonista huye de pueblo en pueblo, de provincia en provincia. Y en la ruta pasan cosas, no es sólo contextual.

-Leo en los cuentos algunos hechos en común. Uno de ellos que siempre hay un viaje, un subte, un colectivo, un destino donde uno arriba. ¿Es intencional ese hilo conductor?No es intencional. Ni lo había considerado antes. Siempre pensé que los cuentos son un viaje. Un viaje para el lector. Y que ese viaje no puede tener distracciones ni desvíos, porque de ser así el cuento fracasa. Trato de usar esa imagen para saber qué está bien y qué está mal en un cuento. Se ve que tengo dificultades para quedarme en el plano de la metáfora.

Por otro lado, siempre viajé en subtes, colectivos, trenes. Desde chico, y creo que es un universo cotidiano muy rico para crear ficción.

- En cuanto a los personajes, la imagen que me fui haciendo de cada uno me llevó a encontrar gente de la vida cotidiana. ¿Cómo los definirías a los protagonistas?Son personas de mi mundo cotidiano, personas que necesito ver antes de sentarme a escribir desde su punto de vista. Y mi mundo cotidiano tiene que ver son eso: barrios porteños, clase media trabajadora, mucho personaje ligado al fútbol, mucho chanta dando vuelta. Quizás eso me acerque a los relatos costumbristas, o a escritores como Soriano, que también son una influencia grande como lector. De todas formas, no sé si podría escribir sobre un universo que me fuera ajeno por completo.

- Hay otro aspecto en común en los cuentos: pese a la ambientación en lugares cotidianos, se sale de esa comodidad de estar leyendo algo fácil en los cierres, que siempre son rupturistas, inesperados, no es el "final feliz". ¿Qué te lleva a elegir esa dinámica?Tengo una concepción más clásica del cuento. Entiendo que los finales son importantes en un texto corto. Me gusta que el final redefina o resignifique, en la medida de lo posible, sin caer en exageraciones o en la sorpresa burda.

A veces, obliga a repensar todo el texto, y lo veo como una dificultad necesaria. Hay cierta idea posmoderna de la literatura que avala escribir fluido, momentos inconexos, anécdotas que muchas veces van de la mano con lo personal. Soy escéptico o antiguo, pero salvo excepciones muy valiosas, en general eso termina en devaneos que evitan pensar en la historia, que es lo más difícil del trabajo de un escritor. En cuanto a los lugares, no tengo ninguna fórmula.

En general parten de disparadores muy puntuales. De ese disparador a lograr un cuento que funcione, hay una distancia grande, que a veces puedo recorrer y a veces queda apenas en un intento.

- Tenes otro libro en proceso o en mente?Tengo una novela terminada. Fue finalista en un concurso en España, el segundo más antiguo de ese país. Fue mi regreso a los concursos después de años de desencanto por haber ganado con textos flojos. El título es provisorio: Ciruelas para Don Stampone. Y gira en torno a un muerto y algunas historias que se entrecruzan.

Para algunos puede rondar lo negro, pero no es policial ni tan oscuro con las buenas novelas negras. Me cuesta definirla en términos de género. En estos días volví a los cuentos. Tengo algunas ideas anotadas que venía postergando por la novela, y las estoy tratando de llevar al papel, con muy poco éxito por el momento.

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