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Creer que se recibe un mensaje o una llamada en el móvil podrí­a ser un alerta de adicción a la tecnologí­a
30/03/2017 - 17:27hs

Suele ocurrir que, sea que el teléfono esté en la cartera o en el bolsillo del pantalón, hay un momento del día en que uno lo busca creyendo que llegó un mensaje o que está sonando. Y al tomarlo, no es así. Esto, que suele ser cada vez más común, puede ser una señal de que el móvil se está convirtiendo en una adicción psicológica.

Un estudio realizado por la Universidad de Michigan entre estudiantes que van a esa casa de estudios determinó que el 80% del alumnado advierte estas "llamadas" que en realidad no lo son. También concluyó que mucha gente pasa gran parte de su tiempo jugueteando con el móvil, algunos lo hacen en medio de una conversación y otra gran mayoría lo consulta a los 10 segundos de hacer una fila para pedir un café o llegar a algún lugar.

Los médicos e investigadores siguen estudiando el fenómeno. Incluso, esta clase de comportamiento fue incluida en la última actualización de DSM-5, la guía de referencia de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría para la clasificación y el diagnóstico de los trastornos mentales.

Si una de las características de las adicciones es que las personas se vuelven hipersensibles a las señales de lo que ansían, ¿será que las personas que esperan con ansiedad los mensajes y las comunicaciones de sus mundos virtuales operan en el mismo sentido?

La encuesta, que abordó a 750 estudiantes, arrojó que aquellos que empleaban el móvil con más frecuencia para sentirse mejor eran los que se volvían más irritables cuando no podían usarlo y pensaban en utilizarlo no estaban haciéndolo. Hasta tenían experiencias imaginarias relacionadas con el aparato con más frecuencia.

Los fabricantes de móviles y proveedores de servicios aseguran que esta clases de experiencias no son un problema de la tecnología, sino un producto del error humano.

Estas experiencias imaginarias con el teléfono pueden parecer un problema menor en una era hiperconectada pero demuestran qué tan dependientes no estamos volviendo de esos dispositivos y de cómo influyen y alteran la vida social.

El estudio no arrojó respuestas sobre este tema. Pero sí dejó picando la inquietud de cómo sería posible usar los teléfonos para obtener el máximo de beneficios sin que ello afecte nuestra salud mental. O, mejor, que perfeccione nuestros modos de vincularnos cara a cara.

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