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El mismo segmento social que le brindó su apoyo en la marcha masiva del "1A", demuestra sus dudas respecto del éxito del plan económico oficial
12/04/2017 - 10:21hs

Desde el punto de vista de los dirigentes políticos, la gente puede llegar a actuar de manera muy extraña.

Puede, por ejemplo, llenar plazas y opinar en las encuestas decididamente a favor de un gobernante pero, simultáneamente, adoptar actitudes como consumidor y ahorrista que van en contra del "modelo" al que dice apoyar.Lo sufrió en su momento Cristina Kirchner, quien al mismo tiempo que recibía un abrumador apoyo en las urnas, sufría una corrida cambiaria que llegó a fugar la cifra récord de u$s3.000 millones en apenas un mes.

Para la entonces presidenta y sus asesores, que no podían concebir que alguien eligiera defender y profundizar el "modelo K" y, en paralelo, vaciar al Banco Central en sus ansias por cubrirse contra el riesgo devaluatorio, no cabían dudas de que había algún tipo de conspiración en marcha.

El macrismo también está viviendo en carne propia esa dualidad. Y esto cieramente lo descoloca.

En un momento en el que en términos políticos recuperó un oxígeno importante -luego de la masiva marcha de apoyo del "1A" y tras el desafío ciudadano que debilitó el paro general de la CGT- convive con notorias muestras de desconfianza cuando los ciudadanos tienen que "votar" con el bolsillo.

Así, ocurre que el consumo sigue sin dar signos vitales -el último dato de la Confederación de la Mediana Empresa da cuenta de una caída de 4,4% para marzo-, pero cada vez que los argentinos lograr ahorrar un peso, muchos optan o por comprar dólares o por cruzar las fronteras para adquirir ropa y electrodomésticos baratos en Chile, como queda en evidencia durante cada feriado largo.

Tampoco la inversión externa denota entusiasmo. Se trata de un trago amargo para el macrismo, que desde el inicio de su gestión ha venido "evangelizando" ante empresarios del exterior sobre las oportunidades que ofrece la "nueva Argentina".

En 2016, según el INDEC, hubo desembolsos por u$s5.700 millones, y con ingresos efectivos de divisas por apenas u$s2.500 millones, cifras modestas incluso cuando se las compara con el promedio kirchnerista y que están muy lejos de la "lluvia" pronosticada. En paralelo, las encuestas ponen de manifiesto la desconfianza respecto de los anuncios oficiales. Tanto los paneos sobre opinión pública -como los que hace Universidad Di Tella sobre expectativas de inflación, como el relevamiento entre expertos que realiza el Banco Central, los resultados son preocupantes.

De hecho, va creciendo la divergencia entre lo que el Gobierno y lo que la gente cree.

¿Qué hacer ante esa dualidad? Al ser un Gobierno con funcionarios provenientes -en gran medida- del sector privado, nadie habla de intentos de "golpes de mercado", ni aplica la terminología que usaba el kirchnerismo para denunciar conspiraciones.

Sin embargo, cada vez hay más señales de fastidio entre las figuras clave del macrismo ante esta situación.

En definitiva, los persigue la ansiedad de que ese apoyo que el Gobierno siente en el ámbito político no tenga su correlato de confianza a la hora de ahorrar en pesos, consumir e invertir.

"No se puede contra el Banco Central"

Uno de los principales "agujeros" en la confianza ciudadana está vinculada con la inflación. La última medición de la Universidad Di Tella marca una expectativa del 30% promedio para el índice de precios de cara a los próximos 12 meses.

Lo más preocupante es que la tendencia en la city es a descreer cada vez más respecto de las posibilidades concretas que tiene Federico Sturzenegger de lograr su ansiada meta inflacionaria del 17% para el año.

Por si fuera poco, el mismo relevamiento entre las consultoras arrojó una corrección a la baja a la hora de pronosticar el crecimiento de la economía: ahora prevén una suba del 2,8%. Se trata de una cifra que preocupa al Palacio de Hacienda, dado que se ubica muy por debajo del 3,5% planteado en el Presupuesto

Esta divergencia también abrió un frente interno en el propio Gobierno. Las miradas apuntan hacia el jefe del BCRA quien, consciente de que está bajo la lupa y su credibilidad se encuentra en juego, está decidido a subir las tasas de interés de referencia para enviar una señal contundente al mercado.

El presidente de la entidad cuenta a su favor con el respaldo total de Macri. No es poca cosa. La última vez que se corroboró la solidez de ese apoyo político fue el último viernes, cuando el Jefe de Estado presentó los nuevos créditos hipotecarios a 30 años. Allí, dijo que ese lanzamiento sólo era posible ante la perspectiva de una baja en el índice de inflación.

Para el Presidente, el éxito de estas líneas es uno de los puntos clave de su gestión, ya que le permitiría marcar una diferencia notable con la administración kirchnerista, cuando los créditos para la vivienda brillaron por su ausencia y se diluyeron en medio de anuncios difusos.

Macri tiene en Sturzenegger a un hombre de consulta permanente. Incluso, fue su referencia durante sus recientes viajes al extranjero. El resto de los economistas del Gabinete nacional lo sabe, y por ese motivo suavizan cualquier crítica hacia la figura que lleva las riendas en Reconquista 266.

De hecho, Francisco Cabrera, ministro de Producción, acepta a regañadientes que la política monetaria restrictiva aplicada por el Central va en contra de su intención de que la actividad económica repunte con mayor velocidad.

"No puedo hacer nada contra la independencia del BCRA", acepta Cabrera cada vez que le sugieren una crítica a la labor de Sturzenegger.

El titular de Producción sabe dos cosas: que el respaldo de Macri hacia "Sturze" es determinante y que él mismo se encuentra en una posición delicada, luego del traspié sufrido tras el experimento de los "precios transparentes".

Lo novedoso, en todo caso, es que ahora alguna crítica se insinúa en el primer piso de la Casa Rosada.

Allí conviven Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, "los ojos y la inteligencia" de Macri.

Desde esas oficinas lamentan la estrategia ultraconservadora del Banco Central en su afán por lograr una baja de la inflación tan drástica.

Sin embargo, al menos por ahora, prima la idea de una autoridad monetaria "autónoma"

"Hay que tener paciencia. Vamos bien encaminados aunque nos gustaría que algunas cosas se resuelvan más rápidamente. El Central podría actuar de manera más eficiente, pero respetamos la independencia", admite un funcionario del equipo económico ante una consulta de iProfesional sobre la demora para que se sienta la reactivación.

En el Palacio de Hacienda hubo un informe que encendió las alarmas. Se trata de un reporte de Balanz Capital, que se divulga tanto en Buenos Aires como en Wall Street entre bancos y ejecutivos de empresas de primera línea.

Bajo el título "La sobrevaluación del peso está comenzando a aguijonear la economía real" (The ARS Overvaluation Is Starting Sting In The Real Economy), los analistas de Balanz dan cuenta, con rigurosidad, de la flojedad de los númerode la actividad

Destacan que uno de los pocos datos positivos, como la venta de autos 0Km, se explica más por el sobrestock de vehículos que llegan más baratos desde Brasil que a otra cosa. Y aseguran que el mejor negocio en la Argentina es el "carry trade" (el término que los financistas le otorgan a la más conocida bicicleta financiera).

Los "brotes" siguen secos

En esa situación de paradojas que vive el macrismo, los discursos elogiosos como los recibidos la semana pasada en el encuentro empresarial conocido como "Mini Davos" chocan con los fríos números de la producción.

Por la caída de la industria -que en febrero llegó al 6%- la capacidad ociosa en los establecimientos fabriles subió hasta el preocupante nivel de 40%, superando incluso al registrado un año atrás, cuando ya la recesión estaba instalada y el índice llegaba a 35,8%.

Ante esa situación, no es de extrañar que la mayor frustración para el macrismo venga por el lado de las inversiones empresarias, por ahora limitadas a sectores que han recibido beneficios directos de la Casa Rosada, como el agrícola y el petrolero, en este último caso explicado mayoritariamente por proyectos para Vaca Muerta.

Por ahora, sectores industriales e incluso de la construcción, mantienen sus números en rojo. "Todavía no está claro que la industria haya tocado un piso. Habrá que esperar para ver", asegura el economista Gastón Rossi, en diálogo con iProfesional.

Las inversiones del sector privado en la construcción tampoco levantan. Por ahora, la inyección de capital se limita a la gestión pública, con la pavimentación de rutas y caminos a la cabeza de las obras.

Frente a este escenario, Rossi marca un rasgo distintivo: "En este reactivación se nota una gran diferencia no sólo entre sectores sino también entre las distintas regiones. No es lo mismo el área metropolitana -donde tiene un gran peso la industria- que los distritos del interior ligados a las producciones de soja, trigo y maíz". 

"Ahí la cosa sí va muy bien. Esa parte del país es productiva y eficiente gracias a que el Gobierno les tendió una mano fiscal apenas asumió", comenta Rossi.

La caída del consumo masivo es otra de las piedras en el zapato del Gobierno. Mes tras mes, los signos negativos se suceden, como resultado de una mezcla entre la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores por el shock inflacionario y los errores del propio oficialismo, con el fallido plan de "precios transparentes" a la cabeza.

Sobre este escenario, la expectativa oficial es que el cuadro empiece a mejorar entre este mes y el próximo, cuando las empresas convaliden las mejoras salariales a sus empleados.

Al respecto, un funcionario hace una mención bajo estricta reserva de su identidad: "Nuestro desafío es que esos ahorros no vayan al dólar. Sería deseable que ese dinero se mantenga en pesos. Sea como consumo interno o como ahorro. Veremos".

No es una declaración más. Significa que en el Gobierno hay plena conciencia del problema que significa que más y más particulares se vuelquen al billete verde. 

La preocupación luce entendible: cada mes, un millón de argentinos compran divisas. Son inmensas colas que no se ven porque hoy en día la gente los adquiere por home banking. Pero los dólares se van igual, bajo la percepción de que el tipo de cambio está bajo.

Y los billetes verdes también se escapan por el "caño" del turismo: sin ir más lejos, la secretaría de Turismo de Chile calcula que este año habrá un 20% más de argentinos que viajarán, entre otras cosas, a comprar ropa y tecnología barata.

Serían 3,6 millones de personas en total. El turismo, que el año pasado resultó deficitario en unos u$s8.000 millones, amaga con quebrar otro récord en este 2017.

En conclusión, los únicos consumidores contentos parecen ser aquellos que sacan sus ahorros fuera del país para comprar artículos en Chile, Paraguay o Miami. Bueno para conseguir votos, malo para mostrar indicadores económicos positivos.

El Gobierno está convencido de que este partido que tiene que jugar no tiene una sola arista.

Entre los funcionarios también hay consenso acerca de que este escenario no mejoraría con una devaluación tradicional. Que tienen que generarse instrumentos para incentivar el ahorro en pesos. Que hay que aliviar la carga impositiva que encarece los productos y servicios internos. Y, sobre todo, que la economía debe mejorar para aligerar el rojo fiscal.

El diagnóstico está. Ahora resta convencer al resto de la sociedad de que hay un plan en marcha capaz de cumplir el objetivo, de manera sustentable.

De lo contrario, Macri quedará entrampado en una historia similar a la de Cristina: habrá una sociedad que lo respalda pero que, a la hora de meter la mano en el bolsillo, no le da su "voto" de confianza

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