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Macri, dispuesto a enfrentar a la city para dar la "madre de todas las batallas" por las expectativas económicas
20/04/2017 - 10:02hs

En la actualidad, el número de teléfono más importante en la agenda de Mauricio Macri es el de Federico Sturzenegger.

Las últimas dos veces que viajó al extranjero, le pidió al titular del Banco Central que lo mantuviera al tanto de las últimas novedades. Ocurrió cuando visitó España y Holanda.

También lo hizo llamar para evacuar dudas en la previa a las reuniones pactadas con otros mandatarios. Los contactos entre ambos se suceden casi de manera permanente.

Hoy día, Sturzenegger se ha convertido en el principal asesor del jefe de Estado -acaso el único- en materia económica.

Macri le cree y avala su plan de acción. Con Carlos Melconian y Alfonso Prat Gay fuera del Gobierno, "Federico" (a secas, como lo llama en público) pasó a ser una suerte de "gurú".

Es habitual que en sus discursos, el Presidente reafirme que la inflación es el principal escollo a resolver, y que señale que la progresiva disminución será la clave del crecimiento de los próximos años. Justamente, en línea con las recomendaciones del titular del Central.

La sintonía entre ambos no es nueva. De hecho, Sturzenegger es un militante "amarillo" puro: manejó los destinos del estratégico Banco Ciudad cuando él era jefe de Gobierno y, en 2013, llegó a Diputados por expreso pedido de Macri.

Esa renovada confianza le dio al banquero espacio político para avanzar en medidas antes resistidas en el Gabinete nacional, como el reciente aumento de las tasas, que demora la recuperación del nivel de actividad.

Ahora, como admite el propio Sturzenegger, también cuenta con el respaldo del sucesor de Prat Gay, Nicolás Dujovne, quien ya dejó entrever que avala la decisión de mantener los tipos de interés en terreno positivo. Es decir, por encima de la inflación.

"No es habitual contar con el apoyo del ministro de Hacienda, y nosotros lo tenemos", afirma el titular del BCRA.Desconfianza en la cityEn la city porteña hacen otra lectura de la situación. Quienes suelen tener contacto con el Banco Central sospechan que el alineamiento de Dujovne responde más que nada a las señales que el Ejecutivo enviara a los funcionarios del Gabinete.

"El que no está de acuerdo, se va. Y, si no, miren lo que les pasó a Prat Gay y a Melconian", es la frase amenazante que resuena en los principales despachos.

Ni siquiera Francisco Cabrera, en su rol de responsable por mejorar los niveles de producción del país, se atreve a levantar (demasiado) la voz ni a formular críticas, pese a sus diferencias.

Sus cuestionamientos pasan por la estrategia implementada por el BCRA de mantener elevado el costo del dinero. Si bien lo afectan de modo directo, prefiere no levantar olas y esperar que lleguen mejores tiempos para su área.

El ministro admite que, bajo el actual contexto, no hay demasiado oxígeno para las pequeñas y medianas empresas, ya que requieren de tasas más bajas para su operatoria diaria o en caso de que quieran expandirse.

Así las cosas, las principales críticas a la estrategia de Sturzenegger se escuchan, llamativamente, en el gremio de los economistas. Incluso, de varios de los que mantuvieron un buen vínculo con el ahora inquilino de Reconquista 266.

El sablazo más impactante provino de Miguel Ángel Broda, quien no tuvo piedad y lo criticó con dureza: "Acá no hay ni plan A ni plan B. Esto es insostenible en el largo plazo".

"No se puede tener elevado déficit fiscal financiado mangueando ahorro externo y, al mismo tiempo, una tasa de inflación declinante", recalca, siendo plenamente consciente del impacto que generan sus palabras en la city y en el ámbito empresarial.

En medio de las críticas cruzadas -ya sea del lado de los economistas heterodoxos como también desde la ortodoxia- Sturzenegger da la pelea que el entiende que tiene que dar.

Para algunos, está plenamente convencido de los beneficios que traerán sus políticas. Para otros, es sólo un provocador.

Él, en tanto, cree que vale la pena arriesgar para ganar la "guerra por las expectativas", y que cuenta con las armas suficientes como para dar esa batalla.

Está persuadido de que cuanto más rápido baje la inflación, más rápido arrancará la actividad económica.

No obstante, en su lucha contra el alza de precios se encuentra con un escollo: la desconfianza de propios y ajenos, que la dejan plasmadas en números.

Y ya no se trata solamente de las proyecciones que trazan 55 consultoras y bancos de primer nivel (compiladas en la encuesta "REM" que realiza mes a mes el propio Banco Central). También el FMI se acaba de sumar a la lista de desconfiados.

Según el organismo, este año el PBI se expandirá apenas 2,2%, por debajo del 3,5% previsto por la Casa Rosada. Off the record, varios analistas admiten que ese crecimiento podría ser aún inferior.

Sturzenegger

, junto con Dujovne y Luis Caputo (Finanzas) viajaron a la reunión anual del Fondo Monetario, en Washington, para intentar convencer a inversores y financistas de que las metas para este año son perfectamente alcanzables.

Pero, más que para apaciguar las dudas sobre inflación, los funcionarios tendrán que hacer un gran esfuerzo para sosegar las dudas que genera el plano fiscal, con un nivel de gastos del Estado muy por encima de los ingresos.

Los inversores creen que a Dujovne se le hará muy cuesta arriba dar cumplimiento a un rojo en las cuentas públicas de "apenas" 4,2% del PIB, como marca el Presupuesto.

Entre otras cosas, porque el letargo de la actividad económica impide el despegue de la recaudación. Mientras el titular de Hacienda da su batalla por el déficit, Sturzenegger hace lo propio con los precios.

Al momento de presentar el Informe de Política Monetaria, optó por jugar a fondo y reafirmar que logrará una inflación del 17% para este año.

Los inversores escuchan y callan. Poco creen que se podrá cumplir con a esa cifra, subir fuerte las tasas, sostener el atraso cambiario, recuperar el nivel de actividad para que el país crezca, todo de manera simultánea.

Ni siquiera el anuncio de una meta de las reservas 50% por encima a las existentes en la actualidad, aplaca la incertidumbre.

En voz baja, los economistas consultados por iProfesional hacen referencia a algunas contradicciones. Como la rebaja de encajes, seguida de la suba del costo del dinero y de la intervención en el mercado de cambios, luego de haber señalado que (las reservas) eran un "fetiche".Reclamos por mayor coherenciaDesde las principales oficinas de la city, además, le siguen achacando al Gobierno la falta de coordinación en materia de política económica. Por cierto, en esas críticas incluyen a Sturzenegger.

Para Pablo Goldin, economista de MacroViews, "no se entiende cuál es la estrategia oficial". Observa una gran contradicción entre recuperar el nivel de actividad y, al mismo tiempo, reducir el dinero en circulación.

"Ir a fondo para cumplir con las metas inflacionarias implica debilitar la marcha de la economía. La actividad depende en gran medida de la cantidad de pesos que hay en la calle, y el Banco Central viene absorbiéndolos", afirma.

"Cuando se mirael total de moneda local en circulación, en términos reales, resulta que hay menos dinero que a mediados de 2015, que es cuando comenzó el ciclo recesivo", apunta.

circulante en poder del público (a precios constantes) es un 20% inferior al de finales de 2015.

Esta contracción dificulta la recuperación y, tal como señalan algunos analistas en sus informes sobre política monetaria, "hay poca plata en la calle para reactivar".

Fernando Marengo, director de la consultora de Ricardo Arriazu, también ventila sus críticas: "El Gobierno no quiere reconocer que el principal problema es el frente fiscal. Y tampoco está la decisión política de reducirlo". "Entonces, parece a todas luces evidente que este estrés de la política monetaria resulta inconsistente", asegura.

En su visión, la sobreoferta de dólares para cubrir el rojo en las cuentas públicas genera un atraso cambiario histórico, que le hace perder al país competitividad incluso en sectores en los que puede ser más competitivos".

En cuanto a las tasas de interés, remarca que "la decisión de elevarlas no hace otra cosa que atraer los capitales especulativos, por el carry trade".

Este concepto refiere a inversores que toman créditos a un tipo de interés bajo en un país (en la moneda de esa nación) y luego colocan ese dinero en otra nación que ofrece una tasa mayor (pesos en Argentina). Con lo obtenido, cancelan el préstamo y se quedan con la diferencia.

Por otro lado, advierte que el alza de intereses y la llegada de fondos del exterior afectan a las empresas que requieren de dinero más barato para su operatoria diaria.

"Hay una contradicción entre lo que se dice y lo que se hace. La suba de los tipos de interés y el ingreso de capitales generan un crowding out", ya que los privados terminan comprando esa masa de dólares que el Banco Central no quiere.

"Ese flujo de pesos que va a la adquisición de billetes verdes podría destinarse a algo productivo, cosa que no sucede. En la práctica, es como si el Gobierno estuviese emitiendo bonos en dólares y sacándole pesos a los inversores locales", concluye Marengo.

Con un ojo puesto en el tablero político y el otro en el nivel de actividad, el gremio de los economistas se mantiene en alerta. No solo ellos, también muchos funcionarios clave de la administración, que prefieren adoptar un bajo perfil y no agitar las aguas.

La situación económica es seguida de cerca desde las oficinas del primer piso de la Rosada, donde conviven la Jefatura de Gabinete y los ministros coordinadores.

Desde allí se monitorea cada indicador y se susurran críticas de diversa índole que, por ahora, los funcionarios evitan que se hagan públicas.