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El reconocido enólogo alcanzó la marca durante esta vendimia. Es un exponente clave de esa región, fruto de la colaboración de cuatro bodegas
21/04/2017 - 12:04hs

"El día que haga el vino ideal, el vino perfecto… ese día voy a agarrar la caña y me voy a ir a pescar”, afirma Michel Rolland

Con esta frase, el reconocido enólogo y consultor francés –que se define como “casi” argentino- demuestra que le quedan muchos desafíos por delante, al tiempo que revela su espíritu de trabajador incansable y su amor por el detalle

Rolland, a esta altura de su vida, está cosechando mucho de lo que sembró desde que llegó a la Argentina, allá por mediados de los `80, cuando comenzó a asesorar a Arnaldo Etchart en Salta.  

Es que este enólogo se convirtió en uno de los artífices y pioneros del Valle de Uco cuando vio en un campo pelado de Vista Flores, de cerca de 850 hectáreas, un terroir de clase mundial y la génesis de su gran proyecto: Clos de los siete. 

A fines de los noventa, en momentos en que la Argentina representaba casi el 0% del mercado mundial de vinos y que el país se preparaba para crepitar bajo una crisis económica histórica, Rolland plantaba sus primeros viñedos en la zona, beneficiada por la altitud, la gran amplitud térmica y suelos propicios para alumbrar vinos de alta gama. 

En el año 2002 tuvo lugar la primera añada del vino que soñó como un ícono de Mendoza: Clos de los siete, fruto de la colaboración de cuatro de las bodegas que están emplazadas dentro del emprendimiento: Rolland Wines, Monteviejo, DiamAndes y Cuvelier los Andes. 

Hoy, a quince años de esa primera cosecha, los números confirman el acertado olfato de Rolland -tanto para los vinos como para los negocios: en esta última vendimia, por primera vez el enólogo produjo por primera vez un millón de botellas de esta etiqueta. 

“Es un vino que tiene mucha reputación, que se vende tanto en la Argentina como en el mundo. Realmente es un proyecto fuerte, porque la marca es fuerte. Con honestidad, en el pasado pocos creían que íbamos a llegar a lo que es hoy”, apuntó Rolland. 

“Podría haber optado por armar el proyecto solo. Pero no sería lo que es hoy. Lo bueno de haber invitado a otros bodegueros a sumarse es que cada uno tiene su estilo propio y esto se plasma en el blend final”, explicó el winemaker, en diálogo con iProfesional

“Las bodegas están muy cerca unas de otras, pero en apenas unos metros de superficie, el suelo cambia y entonces cambian los vinos. También, cada bodega tiene su equipo de enología, que ofrece su propia interpretación del terruño. Esto es lo bueno de Clos de Los Siete. Estoy seguro de que no hay un proyecto así en el mundo”, agregó. 

Cabe destacar que las cuatro bodegas aportan cerca del 50% de su producción para elaborar esta etiqueta. Pero es el propio Rolland el que se encarga de realizar el blend final. 

La logística implementada para poder producir Clos de los Siete es interesante.

El predio no cuenta con una bodega independiente para ofrecer capacidad a esa cantidad de litros. Por eso, cada una de las cuatro bodegas realiza un “pre blend” y luego entrega una parte a los demás establecimientos que, a su vez, también hacen lo mismo. Así es como en cada planta se termina realizando el mismo corte final, supervisado por Rolland

En cuanto al vino, el enólogo destacó que la premisa siempre fue mantener un “corazón” de Malbec, que puede variar entre un 50% y un 60%. 

La añada que actualmente está en el mercado es la 2014 y está conformada por un 54% de Malbec y el resto está repartido en orden decreciente por Merlot, Cabernet Sauvignon, Syrah, Cabernet Franc y Petit Verdot. 

“Siempre el objetivo fue tratar de hacer un vino agradable, un vino para tomar, que ofrezca placer rápidamente, que tenga fruta y tenga su frescura”, sostuvo, dejando en claro el desafío que significó haber logrado un estilo y una consistencia a lo largo de las diferentes vendimias cuando se habla de una producción de 1 millón de botellas.

Vinos & Bodegas degustó Clos de los Siete 2014 ($295 sugerido en vinotecas), un ejemplar que ofrece una paleta dominada por las frutas rojas maduras, los toques especiados y una madera que apenas se sugiere y que realmente complejiza, a años luz de los aromas empalagosos y de los lugares comunes. Es una paleta sutil, clásica. En boca es un vino fluido, de taninos generosos, de buena presencia, pero que han evolucionado tan bien en botella que se muestran dóciles, sin aristas. Su agradable textura y su acidez equilibrada lo convierten en uno de esos ejemplares donde manda la sutileza y la armonía

En diálogo con iProfesional, Ramiro Barrios, gerente general de Clos de los Siete –quien pasa unos 150 días al año entre aviones, hoteles y ferias de vinos- destaca que en la actualidad el 25% de la producción se destina al mercado local y el 75% se exporta, principalmente a Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Francia. 

"Este vino hoy se posiciona como el blend de Malbec más exportado de la Argentina”, explicó el directivo. 

Son números que impresionan. Más cuando no se está hablando de commodities, como soja o trigo, sino de un vino de alta gama y que proviene de una zona en la que hace 20 años no había nada, salvo un campo árido.