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No solo los empleados "tóxicos" tienen problemas en la oficina. Quienes son demasiado optimistas se arriesgan también a prejuicios y sanciones
21/07/2017 - 14:47hs

Muchas veces se destaca como las personas "tóxicas" o quienes se quejan todo el tiempo generan mal clima de trabajo y no son consideradas para avanzar en la carrera corporativa.

Pero también quienes se ubican en el otro extremo de la escala de la "felicidad en el trabajo" son mirados con recelo por pares y jefes. Ser demasiado optimista y alardear de ello puede traer similares problemas.

Ese "exceso de felicidad", que en ocasiones resulta chocante, puede acarrear dificultades.

Regino Quirós, socio director de la consultora Be Up, cree que "el exceso a la hora de mostrar nuestra satisfacción laboral se identifica con buenismo y con falsedad. La clave es cuál es la intención y qué emoción se decide expresar. Tiene que ver con lo auténtico que es uno".

"Además, la capacidad de los demás para detectar la coherencia es muy grande. El que se excede aparentando felicidad o presume de lo bien que vive es un tóxico fácil de detectar. O es real o sólo un gran actor puede hacer esto", definió.

Ovidio Peñalver, socio director de Isavia, coincide en la necesidad de ser asertivo en la expresión emocional: "Se trata de expresar lo que verdaderamente pensamos y sentimos, buscando la forma y el momento. El riesgo de no ponerse una careta y mostrar emoción es que uno puede resultar muy agresivo. Pero el peligro de lo opuesto es que resulta falso y de cartón piedra. No hay coherencia entre lo que se dice y lo que se siente, y es entonces cuando se da una falta de credibilidad".

Este experto alertó sobre los envidiosos a quienes les molesta que otros sean felices. "Depende básicamente de la cultura de su empresa, de su jefe y de sus compañeros. Hay culturas en las que esto está bien visto, y hasta hay responsables de felicidad", añadió.

"Algún jefe puede pensar que está haciendo las cosas bien si usted muestra satisfacción, pero los hay que pueden pensar que no trabaja lo suficiente. Y lo mismo pasa con los compañeros", prosiguieron los consultores.

Por su parte, Juan San Andrés, consultor de comportamiento organizacional, coincide en que "algunos jefes asocian automáticamente a un empleado contento con el hecho de que esté satisfecho con sus condiciones actuales. Si un jefe le ve siempre contento puede concluir que usted está bien retribuido emocionalmente y dedicará unos recursos habitualmente escasos a hacer feliz a otro que se muestre quejoso".

Esto puede generar un problema en el caso de que el jefe acostumbre a tomar decisiones basándose en indicios superficiales. San Andrés cree que "una demostración explícita de bienestar emocional puede inducir a un mando a centrar sus esfuerzos en apagar otros fuegos: los de otros compañeros que se muestran descontentos y quejosos".

Es cierto que hay decisiones importantes que se toman basándose en las primeras impresiones y que éstas, a menudo, se basan en indicios gestuales y en expresiones emocionales. 

A esto San Andrés añadió que "hay jefes que sospechan de quien esté contento". En esos casos, sugiere aprender a modular las expresiones de entusiasmo y a dosificar con talento alguna queja.

Concluyó que "conocer al propio jefe es vital para gestionarlo. Necesitamos saber cuáles son los mecanismos de decisión y evaluación de nuestros mandos y actuar de modo inteligente. Nadie actúa racionalmente el 100% del tiempo. Los jefes tampoco, y hay que saberlo".