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Según datos de la Organización Internacional del Trabajo, nadie protesta tanto en América latina como los argentinos. Las razones históricas
23/08/2017 - 17:52hs

Nadie protesta tanto como los argentinos. Al menos, nadie en América Latina, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Después de Alemania, Argentina es el segundo país con más huelgas al año.

Durante 2015, el último dato disponible, los argentinos realizaron 1.235 protestas laborales, mientras que en Alemania, líder del ranking, se hicieron 1.618.

Lo dicen también las encuestadoras. Según la BBC, una medición del Barómetro de las Américas indicó que el 15,4% de los argentinos dicen participar en protestas, la cifra más alta de la región.

El argentino "arma quilombo" cuando se siente agraviado, desatendido, humillado; cuando siente ser víctima de una injusticia. Genera un problema hasta que le resuelven.

A veces uno lo percibe en el extranjero, cuando en un avión, un hotel o un restaurante se escucha la voz alta, aguda y vehemente de un argentino haciendo valer lo que cree que le corresponde.

Y en Argentina se ve prácticamente todos los días, sobre todo en el centro de Buenos Aires, donde casi siempre hay un piquete de protesta.

Pero la cosa va incluso más lejos. Acá, la posibilidad de que el sonido de un martillo o una fiesta o una humedad se conviertan en una enardecida guerra verbal entre vecinos es tan alta como rutinaria.

La beligerancia de los argentinos no necesariamente significa que son exagerados. O que haya más problemas que en otras partes. Tampoco que exegeren.

Para Catalina Smulovitz, politóloga argentina especialista en derechos y vicerrectora de la Universidad Torcuato Di Tella, "Argentina es un país donde muchos actores sociales están organizados como sindicato, como gremio, como cualquier cosa, y cada uno de estos grupos se organiza para actuar y manifestarse".

"Este nivel de organización a nivel social lo que produce es esta situación de múltiples confrontaciones, no necesariamente violentas, porque está muy presente la idea de que todos pueden demandar", dijo a la BBC.

Y luego recordó una legendaria frase que se le atribuye a Evita Perón: "Donde existe una necesidad, nace un derecho".

El primer gobierno de Juan Domingo Perón, entre 1946 y 1955, fue clave para que se asentara esa idea de que quien declara una necesidad tiene derecho a que se la satisfagan.

Según explican Juan Carlos Torre y Elisa Pastoriza en su ensayo "La democratización del bienestar", la sociedad de inmigrantes que se consolidó en la primera mita del siglo XX se destacó por tener relaciones sociales directas y frontales desprovistas de actitudes de respeto y diferencias tradicionales.

Se caracterizaba por una confianza en el progreso individual que, no obstante, coexistía con una difundida práctica asociativa; y por la fuerte valorización de la educación y la cultura letrada.

Con el florecimiento de las industrias, la agricultura y el comercio, en la primera mitad del siglo XX emergió una clase media llena de expectativas, conocimientos y, con eso, demandas.

Perón aprovechó la bonanza de las exportaciones para solidificar las jubilaciones, la salud pública, la infraestructura y la educación pública. Para solidificar los derechos.

Para finales de los años 50, anotan los autores, una mayoría de los argentinos podía consumir más y mejor que antes, acceder a vivienda, vestir ropa de calidad, salir de vacaciones o ir al cine y usar electrodomésticos de primera.

Y quien goza de lo bueno no está dispuesto a perderlo. Sobre todo cuando parte de ese bienestar es el acceso a mecanismos y grupos que buscan defender derechos.

¿Eterno quilombo?

Otro dato que ilustra la rebeldía argentina es que, según la Asociación Civil de Actividades Médicas Integrada de Argentina, en ningún otro país de la región se producen tantas denuncias por mala praxis médica.

Uno de cada cinco doctores argentinos recibe alguna vez cierto tipo de demanda por supuesto mal tratamiento.

Pero solo el 6% de esas demandas, reporta la entidad, resultan en una sentencia que favorece al paciente, por lo que voceros del sector han pedido que se revise la legislación que permite demandar sin mucho esfuerzo ni dinero.

"En toda América Latina hay un proceso de judicialización de los conflictos sociales", reconoce Leticia Barrera, abogada experta en antropología de la justicia.

"Pero en Argentina hay oportunidades institucionales, mecanismos como los amparos y oportunidades como el activismo que han generado una cultura del litigio que desborda a las cortes", le dijo a BBC Mundo.

Por eso el magistrado Carlos Fayt se quejaba en 2003 de que la Corte Suprema se había convertido en un "almacén de ramos generales", porque llevar una causa al máximo tribunal del país es más o menos fácil para cualquier ciudadano.

De hecho, las quejas de que el sistema judicial argentino es lento son tan frecuentes como aquellas de que el centro de Buenos Aires está inaccesible por las protestas de gremios y sindicatos.

Toda necesidad en Argentina genera un derecho. Pero, también, un quilombo.

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