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Se trata de una práctica que lleva casi dos siglos y sirve para que las alertas sean más claras. Son elegidos por la Organización Meteorológica Mundial
09/09/2017 - 05:08hs

Por estas horas, hay varios nombres que aparecen en los medios, como Harvey, Irma, Katia o José. No se tratan de personas, sino de huracanes, que son bautizados de esta manera por la Organización Meteorológica Mundial (OMM).

Los integrantes de esta institución, conformada por científicos, se reúnen una vez por año para decidir los 21 nombres –alternando entre masculinos y femeninos– que se usarán el año próximo para denominar a los ciclones.

De esta forma, se aseguran que la difusión de alertas a los ciudadanos sea más clara con respecto a la utilización de alguna terminología técnica.

Esa lista se conforma de manera alfabética, aunque sin utilizar las letras Q, U, X, Y y Z. Además, estos listados se reutilizan cada seis años, de hecho, este año se recicló la lista de 2011.

No obstante, en la confección de los aunque se omiten los nombres de aquellos huracanes que causaron muchas víctimas, como el de Katrina, en 2005.

En 2011, el la tormenta tropical Irene azotó fuertemente a Nueva York y luego se dirigió hacia Canadá. Por el nivel de los destrozos, se quitó de la lista y, en su lugar, se incluyó a Irma, utilizado este año.

A continuación, se incluye una nómina más extensa de las denominaciones retiradas:

Comienzo de esta práctica Los huracanes comenzaron a tener nombres por el 1800, pero en esa ocasión se utilizaba el Santoral: según la fecha en la que tocaban tierra, se los bautizaba como el santo que la Iglesia celebraba ese día.

Un ejemplo es el huracán de Santa Ana, que azotó Puerto Rico en 1825, y recibió ese nombre porque atacó a la isla el 26 de junio.

Hacía 1887, el meteorólogo australiano Clement Wragge comenzó a bautizar con nombres de personas a estos fenómenos climáticos. Primero, se inspiró en las mitologías griega y romana, y más tarde el de nombres de las mujeres australianas que lo cautivaron por su belleza.

Así fue como instauró la costumbre de utilizar denominaciones femeninas, aunque cayó en desuso en su país luego de su muerte en 1922, por lo que estos fenómenos fueron nombrados en base a su localización o la ciudad que atacaban.

Fue durante la Segunda Guerra Mundial cuando la modalidad volvió a utilizarse: los meteorólogos de la Fuerza Aérea y de la Marina estadounidenses denominaban a los ciclones como a sus esposas o novias.

En 1945, la Oficina del Clima de EE.UU. propuso una lista desordenada y alfabetizada fonéticamente, pero en 1954, el gobierno de ese país adoptó oficialmente la práctica de ponerle nombre de mujeres a las tormentas tropicales, posición imitada por Australia y Nueva Zelanda.

Igualdad de género e idiomática Las presiones de activistas por los derechos de la mujer hicieron que tanto el Servicio Meteorológico Nacional  de Estados Unidos como la Asociación Meteorológica Mundial (OMM) utilizaran tanto nombres femeninos como masculinos.

No obstante, esto tuvo un efecto no deseado: según un informe publicado por la Universidad de Illinois en 2014, los ciclones con nombres de mujer eran más dañinos porque la gente creía que eran menos peligrosos y –en consecuencia– tomaban menores recaudos.

"Esto provoca que un huracán con nombre femenino, especialmente aquellos con denominaciones muy femeninas como Belle o Cindy, parezcan más amables y menos violentos", explicó Sharon Shavitt, profesora de Marketing de esa universidad y coautora del trabajo.

"La gente que se imagina un huracán femenino no está tan dispuesto a buscar refugio", graficó Shavitt.

Otro cambio que realizaron más tarde los meteorólogos estuvo basado en cuestiones idiomáticas, para que las denominaciones sean más "cercanas" a la de los pobladores de las zonas donde atacan las tormentas.

Por ello, los que tienen lugar en el Caribe contemplan tanto nombres en inglés como en español, aunque los que afectan a la cuenca del Pacífico tienen mayor representación hispana.

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