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Lo llaman el "pez vampiro" y vive en el agua dulce del río Amazonas. Se nutre principalmente de otros peces pero también ataca humanos
12/09/2017 - 16:45hs

Lo llaman “pez vampiro”. Es pequeño y delgado. Dicen quienes se han cruzado en su camino que es tan sádico y peligroso que se recomienda ir con precaución en aquellos ecosistemas donde uno se lo puede cruzar. ¿De qué se trata? Del candirú, una especie que ataca a humanos.

El vasto ecosistema de agua dulce del río Amazonas es el hogar de todo tipo de vida animal. Muchas de esas especies prosperan en virtud de lo despiadadas y feroces que puedan llegar a ser. Según lugareños e indígenas que habitan en las costas y alrededores del famoso río, no hay duda, la especie más traicionera y temible es la del pez vampiro, se relata en el portal gizmodo.

Se trata del anfibio Vanellia cirrhosa, también conocido como candiro azul o, justamente, pez vampiro.

Habita en las profundidades del Amazonas y se nutre, principalmente, de otros peces aunque también puede atacar animales e, incluso, seres humanos.

La caza del pez vampiroA diferencia de las pirañas, el candirú ataca de forma individual en vez de en grupo. Está entre los vertebrados más pequeños del planeta aunque no por eso es inofensivo.

¿Cómo ataca a sus presas? Se suele quedar en la oscuridad del fondo del río, acechando en silencio a los peces vecinos. En las profundidades dulces del Amazonas, la luz es escasa pero el candirú no necesita ver: se guía por las huellas de urea y amoníaco que son expulsadas de las branquias.

En este punto, el diminuto cazador persigue la sombra de su presa, casi invisible debido a su cuerpo translúcido y su pequeño tamaño. Cuando el objetivo exhala, el candirú detecta el flujo resultante de agua y enfila a la cavidad branquial expuesta con una velocidad increíble.

En menos de un segundo, penetra la branquia y se retuerce en su interior, sacando a relucir un paraguas de espinas con el que engancha y asegura su posición.

Sin tener en cuenta los movimientos espasmódicos y el pánico del anfitrión, el parásito comienza el festín. Anclado firmemente con sus espinas, el pez comienza a mordisquear inmediatamente un agujero en una arteria cercana con sus dientes de aguja.

En aproximadamente tres minutos, el vientre de este demonio del agua se hincha con la sangre de su víctima y se retrae de sus garras clavadas en el interior del pez.

Y aunque pueda parecer que el objetivo se ha salvado, lo cierto es que sus heridas son tan extensas que las posibilidades de supervivencia son mínimas.

Mientras tanto, el candirú vuelve por dónde vino, regresa a las sombras de las profundidades del Amazonas para digerir su comida y seguir su vida.

Su predilección por el pene humanoExisten muchas historias en la región respecto a los ataques a humanos del candirú.

No es raro que las personas que nadan o se bañan en el río orinen mientras están en el agua, una acción que crea pequeñas corrientes de agua ricas, precisamente, en urea y amoníaco, al igual que un pez exhalando.

Eugene Willis Gudger contaba en su ensayo de 1930 publicado en American Journal of Surgery lo siguiente: “En todo el Amazonas, y durante más de cien años, se ha contado la historia de un pez que tiene el asombroso hábito de penetrar la uretra de los bañistas, particularmente si se orinan cuando están en el agua”.

El trabajo de Gudder recoge muchas de las vivencias de los indígenas desde 1820, aunque muchas de las historias son francamente difíciles de verificar.

Según las versiones, el diminuto y delgado pez no siempre distingue a un humano que orina de una exhalación de la branquia de los peces por eso, en ocasiones, intentará ese ataque característico de alta velocidad contra la uretra expuesta y sumergida.

Silvio Barbosa contó como fue el devastador ataque que sufrió cuando nadaba en el río Amazonas: “Tenía ganas de orinar. Me puse de pie y fue entonces cuando me atacó. El candirú me atacó casi sin darme cuenta. Cuando lo vi, estaba aterrorizado. Lo agarré rápidamente para que no pudiera entrar más profundo. Sólo podía ver el final de su cola aleteando. Traté de agarrarla, pero se me escapó y entró…”.

La historia de este hombre es similar a la que explican los indígenas de la zona.

Cuando el pez vampiro invade con éxito a un ser humano procede exactamente a como lo haría con un huésped de peces.

En el improbable caso de que la víctima en pánico se las arreglara para agarrar al pez, sus puntas, probablemente enganchadas en el interior de la uretra hacia atrás, causarían un dolor tan insoportable como indescriptible en cada tirón.

Una vez dentro por completo, el parásito sigue su camino hasta encontrar una buena membrana de sangre con la que extender sus colmillos sobre el tejido circundante y comenzar a festejar una vez más.

Pero la película de horror no termina aquí.

Para el candirú, este viaje equivocado al pene de un hombre es el último. El sangriento banquete lo acaba dejando tan hinchado que no puede escapar por donde ingresó.

Según la leyenda, muchos hombres eligieron la castración como una alternativa a una muerte lenta, aunque insoportable, antes de que la cirugía fuera una opción.

Como escribió George Albert Boulenger, curador de Peces en el Museo Británico a comienzos del siglo XX, “el veredicto de todos los relatos existentes sobre estos ataques es que la única forma de evitar que llegue a la vejiga, donde causa inflamación y finalmente la muerte, es amputando el pene”.

Sin embargo, Boulenger no presenció ningún ataque directamente, al igual que Gudder.

En él y con el fin de acabar (o no) con la leyenda, un grupo de investigadores de la Universidad de Connecticut liderados por Stephen Spotte idearon un plan para ir a la caza de este pez.

El equipo razonó que, dado que el pez se puede alimentar exitosamente en aguas fangosas y turbulentas, deben tener refinadas adaptaciones sensoriales que les permite detectar sabores y olores característicos de su presa.

Entonces, evaluaron candirú con otro pez con sustancias químicas atrayentes (como el amoníaco).

¿El resultado? Respondió con “apetito” al pez, pero ignoró cualquier señal química. Así, los investigadores señalaron entonces que debía existir otra razón para el supuesto ataque a humanos.

En este punto volvemos a la historia de Silvio que tuvo lugar en 1997. Se trata de la única prueba de primera mano de la que dispone la literatura médica.

Spotte decidió acudir al médico que atendió a Silvio en Manaos, Brasil.

El hombre tuvo la suerte de tener acceso a instalaciones médicas modernas, aunque tuvo que soportar tres días de profunda agonía antes de que el pez fuera extraído por el cirujano urogenital, Anoar Samad.

Al parecer, Samad le presentó fotos e incluso un vídeo de la operación, pero Spotte seguía dudando de ello.

Como ha afirmado en un trabajo posterior, la víctima asegura que el candirú había ascendido por su corriente de orina antes de aferrarse violentamente en su uretra.

Spotte indica que es bastante increíble, ya que “para nadar por la corriente de orina, el pez debe hacerlo más rápido que la fuerza del chorro y salirse del agua en contra de la gravedad”.

En definitiva, la idea del pez nadando y entrando por completo en un pene parece ir en contra de las propias leyes de la dinámica de fluidos, señala gizmodo.

Los informes verificados sobre ataques de candirú contra los genitales humanos son tan escasos que cuesta creer que un pez sea capaz causar tanto mal.

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