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Un cronista de este medio viajó hasta el Pu Lof de Cushamen para conocer el proceso iniciado sobre 1.222 hectáreas que el Estado le reconoce a Benetton
26/09/2017 - 11:19hs

El viento pega fuerte de costado, sacude la tierra de pastizales secos y árboles ausentes. Obliga a apurar el paso en cuanto se desciende del vehículo. En el alambrado más próximo flamean dos banderas en paños blancos y negros. La oscura reclama a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, la aparición con vida de Santiago Maldonado, además de vincular la desaparición a la Gendarmería nacional y al mismo grupo Benetton. Sobre la tela clara, en cambio, se lee en letras anaranjadas: "Prohibido olvidar". Hay un tercer lienzo. Más pequeño que los anteriores, el aire en movimiento hace flamear las facciones del artesano que falta.

Estamos a algo más de una hora de Esquel, en la provincia de Chubut, sobre un tramo en recta de la ruta 40 tapizado de cráteres, banquinas improvisadas en el pedregullo y asfalto que se quiebra en cuanto se ejerce un poco de presión con el pie. La -tal vez- vía nacional más emblemática de la Argentina es una invitación al accidente fatal.

Los silbidos, el grito, llegan en cuanto este cronista se acerca a las banderas violentadas por el viento. Junto a las telas, una tranquera amarilla sujeta a los postes con alambres oxidados, cadenas y candados. El primer encapuchado asoma de entre una mata de arbustos y avanza con un pique corto hacia donde husmea este cronista.

Otro levanta un brazo desde más lejos y redobla el paso. Lo secunda una nube de tierra alentada por el permanente ventarrón patagónico. Acaba de abandonar lo que parece ser un puesto de vigilancia improvisado con palos y bolsas de consorcio. En cuestión de segundos, ambos extienden la mano para saludar el enviado de iProfesional.

"¿Todo empezó acá?", es la primera pregunta que surge, al tiempo que las miradas vuelven a la ruta frente al lote. "Sí, señor. Acá fue el corte en el que después desaparecieron al compañero Maldonado. Fue ahí enfrente, en esta parte de la ruta. Toda esta zona es la que atacaron los gendarmes a puro tiro", contesta uno de los recién llegados.

El Pu Lof en resistencia de Cushamen comprende la ocupación de algo más de 1.200 hectáreas que, aunque el Estado reconoce como propiedad del grupo Benetton y fracción clave de la estancia Leleque, integrantes del pueblo mapuche definen como territorio ancestral y asumen como propio dado el origen precolombino de la etnia.

El proceso de avance sobre este territorio comenzó en marzo de 2015, en una acción que sus promotores explicaron públicamente como el primer paso para conseguir "la reconstrucción política-filosófica de la Nación Mapuche". Los dos integrantes que se acercaron a dialogar con quien aquí escribe apenas si superan los 25 años. La retórica que utilizan devela que tienen objetivos por demás de claros más allá de lo breve de las edades.

"Esta recuperación que llevamos a cabo se inscribe dentro de un plan de autonomía que compartimos todos en una organización, el Movimiento Mapuche Autónomo Puel Mapu. Planteamos la liberación nacional del pueblo mapuche. No nos interesa, como dicen algunos, hacernos con el poder del 'winka' (no mapuche, en idioma mapudungún), el del argentino o el chileno", explica uno de los integrantes del Pu Lof.

Su compañero acota que el camino para la liberación del mapuche es alcanzar una autonomía derivada de la expulsión de la región de grandes terratenientes como Joe Lewis y el grupo Benetton.

"El Estado argentino hoy opera a favor de los intereses de estos empresarios, ha puesto todo su poder represivo para respaldar una colonización que a través de acciones como la nuestra se pone en entredicho. El Estado garantiza este sistema capitalista que mata de hambre a nuestro pueblo", argumenta.

El sitio exacto donde ocurrió el corte que, ya el 1° de agosto, derivó en el operativo de Gendarmería donde desaparece Maldonado:

Mientras el diálogo ocurre, este cronista aprovechará para tomar fotografías tanto de las banderas junto a la tranquera como del predio en general, en un intento por exponer las dificultades con las que convive a diario una comunidad instalada entre el viento, los pastizales secos y la piedra.  En un paraje apartado dentro de una geografía donde lo que predomina es la propiedad de Benetton.

"¿Cuánto de esta zona está bajo control del grupo?", consultó quien aquí escribe. "Bueno, ¿vio el aeropuerto de Esquel? Estará a unos 80 kilómetros de aquí. Bueno, desde ahí pasando por acá y hasta llegar a El Maitén -35 kilómetros más adelante, aproximadamente-, todo eso es de Benetton. Todo. Acá donde estamos parados. Y lo que ve del otro lado de la ruta. Todo se lo dieron a Benetton", explica el vocero.

Ante la consulta de si la intención es continuar avanzando sobre las superficies hoy bajo control del gigante de la indumentaria de origen italiano, la respuesta de los interlocutores es contundente.

"Esto que ocurre es algo que recién comienza. Nosotros así como hasta ahora, arrinconados, no vamos a vivir más. Ya tenemos control territorial de estas 1.222 hectáreas, construimos nuestras casas, y así seguiremos avanzando. A medidas que necesitemos más tierras, recuperaremos otros espacios. Nuestra idea es terminar con el capitalismo que reina acá para poder vivir en armonía", expone el segundo de los interlocutores.

¿RAM o no RAM?

En la charla a un lado de la ruta 40, los dos habitantes del Pu Lof evitan brindar precisiones respecto del número de integrantes de la comunidad en ese punto del departamento de Cushamen. "Somos muchas familias", se limitan a comentar. El viento acerca el canto de un gallo desde el interior del predio. Los gallineros son unas de las pocas alternativas de alimentación que permite un lote que es pura piedra suelta.

"Acá hay gente que está pasando hambre, pero es una zona que puede estar mejor porque tenemos el río cerca. Queremos poder producir, no es que estamos porque nos interesan los minerales o el petróleo como se dice. Eso es lo que les interesa a quienes avanzaron sobre estos territorios durante y después de las Campañas al Desierto. Los empresarios quieren la tierra para sacar todo lo que hay debajo", detalla uno de los entrevistados.

Ante la pregunta respecto de un potencial vínculo entre el Pu Lof y organizaciones como Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), denunciada por actores como Compañía de Tierras -propiedad de Benetton- por continuos incendios contra puestos de estancias y sustracción de ganado, la respuesta es negativa. Eso sí, ambos jóvenes respaldarán el accionar de la RAM.

"La RAM es un movimiento que existe en Río Negro, Chubut y Neuquén, es una tendencia dentro de algo más grande que es el reclamo mapuche. Pero todas las tendencias van a lo mismo: la autonomía y la libertad de nuestro pueblo. La RAM se radicalizó. Para nosotros, acá, todas las formas de lucha son válidas. Y si sufrimos una colonización violenta, entonces la descolonización que promovemos seguramente también será violenta. Reivindicamos todo lo que hacen nuestros 'peñis' (hermanos)", responde uno de los consultados.

"Y acá en el Pu Lof ¿hay integrantes de la RAM?", consulta este cronista. Ambos dirán que no. "Acá, en Cushamen, sólo usamos la violencia cuando nos toca defendernos. Y nuestra defensa es la honda al voleo y piedra. No tenemos armas, como dicen por ahí. Sólo la honda para enfrentarnos a la Gendarmería, los grupos especiales, que ingresan cuando quieren a nuestra tierra ancestral y no dudan en golpear, atar, maltratar a nuestro pueblo", argumenta un joven.

El mapuche accede al pedido de mostrar la honda en cuestión y permite que quien aquí escribe tome la siguiente fotografía:

"Acá ejercemos la autodefensa. Nos tildan de kirchneristas, de que somos de izquierda. No entienden que los mapuches tenemos una ideología propia, una estructura. Criticamos la visión occidental, la visión del Estado, nos oponemos al neoliberalismo. Somos personas conscientes, revolucionarias y nuestra fortaleza es ser consecuentes con lo que planteamos", añade.

Incendios y Maldonado

En el ingreso al Pu Lof, los mapuches que dialogan con este cronista se muestran renuentes a hablar de Santiago Maldonado. Aseguran que el acoso mediático de estas semanas, sumado al asedio policial, ha derivado en interpretaciones siempre negativas respecto de la comunidad en Cushamen.

Un vehículo desciende de la 40. Mediante señas, se le pide a este cronista que despeje el frente de la tranquera. Veloz, un auto atraviesa la madera de pronto abierta. Los entrevistados preguntan en qué habíamos quedado. Como si nada hubiese ocurrido hace apenas un momento.

"¿Qué recuerdan de los días que Maldonado compartió con ustedes?" Los jóvenes intercambian una mirada. Silencio. Pausa de al menos un minuto, sólo interrumpida por el ventarrón constante. Escueto, uno de ellos toma la palabra.

"Estuvo desde fines de junio. Era un luchador anarquista, ningún tranquilo. Antes de estar acá participó de luchas en Chiloé, Chile, junto a unos pescadores. Peleó en distintos lugares. Compartió con nosotros hasta que se lo llevó la Gendarmería", dice.
"¿Les hablaba, justamente, de esas luchas en las que había participado? ¿De qué manera se vinculaba con los mapuches en la cotidianidad?" Nuevo silencio. Este cronista percibe incomodidad en los entrevistados.
"Santiago era un luchador anarquista", se limita a responder uno de los mapuches. Acto seguido, señala un punto en tránsito por la 40. El joven se acomoda la capucha que apenas si permite verle los ojos. A pura velocidad, un patrullero de la policía provincial gambetea los cráteres de la ruta frente a nosotros.
"Así están todo el tiempo, van y vienen", comenta. Hace apenas un par de jornadas, los mapuches denunciaron públicamente haber sufrido el incendio de dos casas en la vecina comunidad de Vuelta del Río. Según los voceros del Pu Lof, durante la madrugada del jueves 14 un grupo de federales, cubiertos con capuchas, ingresó en el predio de forma furtiva y prendió fuego las viviendas de quienes pidieron el apartamiento del juez Guido Otranto.

"Nos quieren amedrentar, que no perdamos el rol de mano de obra barata que somos para esta sociedad. Acá, en la región, los mapuches ni siquiera alcanzamos a terminar la secundaria. Eso se va a terminar por el pensamiento crítico que incentivamos, porque lograremos la descolonización como ya ocurre en el Pu Lof. Esto recién comienza y no vamos a detenernos", anticipa uno de los jóvenes. Luego, aclara que él y su compañero ya deben retirarse la tranquera.

Quien aquí escribe agradece por el tiempo dispensado. Saluda con un apretón de manos. ¿Qué harán si la Justicia ordena nuevos procedimientos en Cushamen? ¿Y si Benetton se impone en la causa por usurpación de tierras que le abrió a la comunidad? "Nos darán palos, balas, nos matarán. Pero los que quedemos seguiremos firmes con nuestra propuesta. Vamos a dejar la sangre por este territorio. Por nuestro territorio", murmura el mapuche que minutos antes mostrara su honda.

Lo que sigue es el trote de ambos hacia esos mismos matorrales de los que emergieran previo a una charla que se extendió por algo más de 45 minutos. Hacia puestos de vigilancia que en los últimos años también han servido de refugio ante las nevadas, la lluvia, las heladas, el viento y las incursiones de las fuerzas de seguridad. Junto a una ruta que, hoy más que nunca, es testimonio literal de ruina y división. Humus para las desapariciones, el fuego, la violencia. Y escenario de una lucha por el territorio que, sin prisa pero sin pausa, se agiganta en el horizonte de la Patagonia completa.