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Cada persona encuentra en su propio ámbito laboral factores que lo impulsan, pero algunos son más efímeros y endebles que otros de largo plazo
10/10/2017 - 14:08hs

El sueldo, un posible ascenso, un empleo en el que aprende cosas nuevas, planes de carrera atractivos, la relación con los compañeros, los beneficios del "home office"; cada persona encuentra un factor de motivación que lo impulsa a levantarse cada jornada e ir al trabajo. 

Pero incluso el día a día de un buen trabajo que hace feliz hoy al empleado puede convertirse en una situación frustrante, y viceversa.

La alegría de un ascenso o la de un aumento de sueldo es cada vez más efímera. Los expertos lo saben: son motivadores de corto plazo. 

Y no existe el jefe ni la empresa ideal, pero es posible que una persona construya una realidad profesional más que aceptable si reinventa cada día su puesto y trata de darle valor.

Es importante no idealizar las expectativas, ya que cualquier empleo tiene una cara amable y una cruz mucho más tediosa. Tampoco resulta sensato diseñar un puesto haciendo una composición de lugar que difiera de la realidad, ni hacer una interpretación demasiado positiva de un nuevo empleo.

Cuáles son, según un relevamiento de Expansión, los principales factores que impulsan la motivación laboral: 

El sueldo

El dinero no hace la felicidad, pero ayuda a conseguirla. Y la satisfacción laboral sostenida por una retribución más que aceptable no dura para siempre.

Si el sueldo es lo que lo anima cada mañana, recuerde que el elemento económico pronto se interioriza o se olvida.

El salario, más que una motivación, se considera ya un básico, y el impulso extra que proporciona un aumento de sueldo dura pocos meses. 

Un trabajo que le hace feliz

Lo que de verdad motiva son las nuevas oportunidades y el hecho de poder participar en proyectos innovadores. Es una buena forma de recompensar a los empleados y de conseguir que se sientan diferentes, otorgándoles nuevas responsabilidades y enriqueciendo su actividad habitual.

Las mejores son las recompensas intrínsecas, que son las que las personas se dan a sí mismos. Son las del tipo "siento que estoy aprendiendo"; "formo parte de un grupo exclusivo"; "soy útil en la organización, y me siento reconocido".

Pero sea prudente con los niveles de felicidad que muestra. Parecer muy satisfecho y alardear de ello en el trabajo puede ocasionarle problemas con sus compañeros o con su jefe, básicamente porque un exceso al manifestar satisfacción laboral se puede identificar con falsedad.

Perseguir cada día el ascenso

Si el objetivo es un crecimiento de carrera, es necesario dominar los tiempos y estar en el sitio adecuado en el momento oportuno.

Planificar esa estrategia puede tenerle ocupado, y tratar de tener ventaja sobre otros colegas o competidores que quizá aspiren al mismo puesto puede ser la motivación que lo impulse cada mañana.

Pero esto no augura una felicidad laboral eterna: igual que ocurre en el caso de un aumento de sueldo, escalar posiciones no implica que su trabajo sea relevante y satisfactorio. Es posible que se dé cuenta al cabo de poco tiempo de conseguir el objetivo que eso no es lo que desea realmente.

Ir para no trabajar... sin que se note

Tal vez lo que le haga feliz sea trabajar en una organización que tiende a valorar el hecho de que usted simplemente está en la oficina, aunque nunca mida su productividad ni sus resultados.

Puede ser feliz en una compañía que valora ante todo la cultura del alto rendimiento aparente. Así, se levantará cada mañana para interpretar su papel de agobiado permanente, manteniendo una pose de falsa actividad desbordante. Y será aún más feliz si su empresa se lo permite e incluso se lo recompensa.

Quienes logran esto suelen vivir a la sombra de un jefe que controla poco y mal. Mantener esta farsa profesional depende sobre todo de la organización en la que trabaja.

El jefe

Su jefe confía en usted y lo demuestra, le pone retos, le ayuda a desarrollarse profesionalmente, es un verdadero líder, preocupado no sólo de su desempeño, sino también de motivarle, no es de extrañar que esté deseando que llegue un nuevo día para ir a la oficina. 

Marca personal

Si le gusta lo nuevo y la creatividad, y su empresa le permite experimentar, también tiene otro motivo para levantarse cada mañana.

Se trata de un factor de motivación que implica novedad. Y esto también tiene que ver con la posibilidad de capitalizar la propia marca, incluso trabajando en una gran compañía. Pero debe tener cuidado con pensar que por eso tiene asegurado un puesto de trabajo.

Puede que estar excesivamente presente en ellas no sea la mejor estrategia, porque no todos los que presumen de marca personal son expertos sólo por frecuentar Facebook, LinkedIn o Twitter.

Ser muy visibles en el mundo 2.0 no convierte a una persona automáticamente en buen profesional. Si centra su branding personal en la visibilidad, se equivoca. 

Autogestión del tiempo

Quizá el tiempo libre sea una moneda común en su empresa cuando se trata de recompensarle de manera diferente y efectiva, remarcó Expansión.

Para que esto suceda, su organización debe crear un entorno laboral cada vez más flexible que huya del presentismo y de la idea de que hace falta estar en la oficina.

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