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Miraluna es un proyecto creado por una familia de Buenos Aires que encontró su lugar en el Norte. Allí alumbran vinos extremos pero de soberbia elegancia
24/10/2017 - 02:04hs

A casi 160 kilómetros de la ciudad de Salta se encuentra Cachi. Una localidad que, por más que venga ganando cada vez más terreno como punto turístico de esa provincia, no deja de ser un lugar remoto en el mapa. 

Hasta ahí llegó la familia Urtasún, gente inquieta que durante años hizo experiencia en el sector gastronómico porteño pero que se cansó de lidiar con el asfalto. 

Llegaron a Salta pensando en abrir un bar. Y así lo hicieron: le dieron vida a Café del Tiempo, uno de esos lugares acogedores que trepan rápido en las guías estilo TripAdvisor. 

Pero la inquietud los llevó más allá y en 2004 desembarcaron en Cachi, donde comenzaron a darle vida a Miraluna, un proyecto que conjuga turismo, cabañas y una pequeña bodega donde alumbran vinos extremos, con base de Malbec y Merlot, una cepa no tan común para el Norte argentino.

La pequeña finca, de menos de cinco hectáreas, está ubicada a unos 2.600 metros de altura. El proyecto nació a pulmón y mantiene esa esencia. Tras un período de pruebas, recién en 2010 se lanzaron al mercado, de la mano de partidas muy pequeñas, que hasta el día de hoy no superan las 20.000 botellas por año. 

"Es un proyecto espiritual", resume Lucas Artesún, uno de los que impulsó a su padre, Carlos, a poner más foco en la producción de vinos.

"Nos cansamos de Buenos Aires y encontramos nuestro lugar en Cachi", agrega en diálogo con iProfesional en un encuentro en la ciudad de Salta. 

La bodega es pequeña para los estándares de la industria, pero la familia no escatimó nada a la hora de ponerla a punto: cuentan con sistema de riego por goteo, diez tanques de acero de distintos tamaños, una sala con unas 40 barricas y hasta poseen una embotelladora, que adquirieron junto con otros pequeños productores de la zona, con los que conformaron una cooperativa, una relación asociativa que les permite acceder más fácilmente al equipamiento y hasta al asesoramiento técnico. 

"En un lugar como Cachi es importante trabajar en conjunto", sintetiza Lucas en un posterior intercambio de mails, en medio de un periplo que realizó por Londres y algunas ciudades de España, donde están empezando a hacer pie con su producción limitada. 

En un comienzo, el enólogo que les empezó a dar asesoramiento fue Luis Asmet, quien durante años supo llevar la rienda enológica en El Porvenir de Cafayate. 

Luego, se sumó al proyecto Daniel Heffner, un enólogo de la nueva generación pero que ya tiene un largo recorrido en la vitivinicultura salteña. 

El resultado es una pequeña familia de vinos (por el momento son tres etiquetas) que sorprenden, porque son ejemplares que nunca dejan de reflejar el impacto del terroir extremo, de la altura y de la amplitud térmica, pero que tampoco se alejan un centímetro de la elegancia. 

A continuación, por qué te recomendamos conocer alguno de sus tres vinos: 

Miraluna Malbec 2015 - Precio sugerido en Buenos Aires: $250

Es un ejemplar que premia con especias suaves, frutas rojas y negras suavemente maduras y una madera que acompaña, de manera clásica, pero sin llevarse por delante nada. Al paladar presenta un paso jugoso y una fruta que se vuelve voluptuosa en su medio de boca. Lo que más sorprende, sin dudas, es su frescura: es de esos Malbec que se muestran bien sustanciosos pero que, ante todo, se lucen con un paso ultra bebibles y que nunca cansan. 

Miraluna Merlot 2015 - Precio sugerido: $350

Es uno de los poquísimos Merlot de Salta. Y vale la pena descubrirlo. En nariz presenta cierta complejidad. En su paleta conviven toques de especias, fruta roja, trazos balsámicos y notas de crianza. En boca ofrece un paso carnoso, pero no sobreconcentrado, con muchas especias salvajes y un trazo herbáceo que refuerza la frescura. Sus taninos redondos y dulces le dan una estructura equilibrada. Cierra con un recuerdo sutil a cacao.

Miraluna Roble Malbec 2014 - Precio sugerido: $550

Es un ejemplar que se muestra estridente en la copa, con una paleta intensa que recorre la gama de especias, frutas rojas y negras y suaves dejos ahumados. Completa con recuerdos a cacao que aparecen en un segundo plano, sin ocultar la potencia de la fruta. En boca ofrece concentración y estructura pero nunca deja de ser balanceado. Su mejor arma es la soberbia fluidez. Sus taninos se muestran firmes pero domados, sin aristas. La acidez, al igual que en las demás etiquetas, está presente pero sin provocar sobresaltos, ayudando a estirar el final, que queda un largo rato en boca, premiando con un recuerdo a especias de repostería y más de esa fruta percibida al comienzo. 

En Buenos Aires es posible encontrarlos en la vinoteca El Ombú de la Esperanza, ubicada en Acassuso, partido de San Isidro. Vale la pena comprobar que, por un precio razonable, es posible llevar algo del espíritu de Cachi a la copa. 

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