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Nadin Argañaraz director del Iaraf da un duro diagnóstico sobre el sistema tributario: "En lo que respecta a impuestos, la Argentina es el reino del revés"
22/05/2018 - 07:35hs

Nadin Argañaraz director del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf) da un duro diagnóstico sobre el sistema tributario: "En lo que respecta a impuestos, la Argentina es el reino del revés, El argentino pretende recibir todo lo que pueda del Estado y darle lo menos posible".

Argañaraz cree que el Fondo Monetario Internacional (FMI) no le va a regalar nada al país, que las metas de inflación fijadas fueron muy ambiciosas y que la única forma de terminar con la suba generalizada de precios es reducir el déficit fiscal.

"Si se eliminan los subsidios se termina con el 90% del déficit fiscal. Claro que eso no puede hacerse con un shock", señala el experto en una entrevista publicada en La Nación.

-¿Era la única salida ir al FMI como lo hizo el Gobierno hace unos días?

-En un contexto internacional de volatilidad, con suba del costo de financiamiento para países emergentes (mayor para la Argentina, por su vulnerabilidad externa y su déficit fiscal y comercial), tomar financiamiento en el mercado a una tasa más alta que la del FMI sería poner en riesgo la disminución del déficit fiscal. El Gobierno opta por el FMI para tener un dinero disponible que le asegure sostener el gradualismo en 2018 y 2019 a una tasa menor a la del mercado.

-Esa es la parte buena. ¿Cuál es la mala?

-El FMI tiene historias de amor y desamor con este país. Ha sido un generador de decisiones acá, muchas veces con el fin de cerrar el hueco fiscal, sin pensar en el costo. Por ejemplo, la suba de la alícuota del IVA del 18% al 21% fue imposición del Fondo. ¿Qué veo ahora? El FMI avaló el gradualismo, pero hay que ver si esa opinión la valida con apoyo concreto.

-¿Qué significa la vuelta al FMI para el bolsillo de la gente?

-Si el Fondo avala el gradualismo fiscal, va a seguir el bolsillo soportando la suba de tarifas. Lo que puede cambiar es que el anuncio del Fondo genere menor volatilidad, que se vaya a una calma financiera. La incertidumbre del dólar, sumada a la tasa de interés, paraliza las decisiones económicas y lleva a una desaceleración, que complica el empleo. La clave es lograr la calma financiera al menor costo real posible.

-¿Qué debería haber hecho el Gobierno para no llegar al FMI?

-La quita de subsidios estaba clara. Pero debería haber aplicado una estrategia mucho más contundente al inicio de la volatilidad, cuando hubo una salida de Lebac (eso el Gobierno lo tendría que haber previsto). Debería haber tenido claro cuánto iba a dejar deslizar el dólar en un contexto en el que el resto de las monedas también se devaluaban.

-¿Por qué no resultaron acá las metas de inflación que sí fueron efectivas en otros países?

-Porque fueron muy ambiciosas. Cuando se la corrigió, a fines de 2017, siguió siendo ambiciosa. Lo relevante después de 10 años de inflación es que se vaya bajando genuinamente, sin pisar tipo de cambio y salarios, para evitar que cuando venga un sinceramiento del tipo de cambio se vuelva a tener un salto inflacionario.

El gran desafío del Gobierno es bajar la inflación genuinamente, pero para eso hay que bajar el déficit y parar de emitir. No hizo ninguna de las dos cosas, porque solo recortó un poco el déficit y siguió emitiendo.

-¿Por qué no se puede solucionar el rojo en el déficit en este país?

-Estamos en una situación fiscal muy compleja, porque llegamos a un peso del gasto público a diciembre de 2015 que es el más alto en 30 años, con la presión tributaria más alta de las últimas tres décadas, por lo que ya no tenés la vía de la creación de impuestos y tenés la presión de bajarlos (solo queda margen para recaudar más bajando la evasión, pero eso lleva tiempo).

Reducir el gasto público en 5 puntos del PBI con un shock es imposible, porque no tenés un paraguas social para sostener ese ajuste. Por eso, yo fui partidario en 2015 de un acuerdo político, social y económico para encarar el cambio fiscal y que los esfuerzos fueran compartidos por todos y no solo por el Gobierno.

-¿Por qué el Gobierno decidió no ir por ese camino del acuerdo?

-Eso no lo sé. Pero creo que era una oportunidad para encarar el cambio de la dinámica fiscal. Lo que tenía con posibilidad de bajar, lo más flexible, eran los subsidios económicos, porque no podía bajar jubilaciones ni sueldos, ni parar la obra pública.

En los subsidios está explicado el 90% del déficit, por ende, trabajar sobre ellos, ceteris paribus, te llevaba a un equilibrio primario. El tema es cómo bajabas subsidios: el Gobierno lo empezó a hacer, pero es un camino gradual, que depende del financiamiento. Sin financiamiento, tenés que hacer shock.

-¿Cómo bajaría los subsidios?

-Es muy complejo el proceso. Resulta que el déficit fiscal es lo que hace que emitas pesos, con lo que seguís teniendo inflación; entonces decidís eliminar el déficit con la baja de subsidios, pero justamente la baja de subsidios lo que hace es dar golpes en la inflación (vía aumento de tarifas).

Por eso, es muy difícil. Pero si querés solucionar el déficit tenés que pasar sí o sí por la suba de tarifas. Yo no hubiera puesto metas de inflación, sino que hubiera ido anunciando la baja a medida que la iba logrando.

-Los impuestos no se pueden subir, pero ¿qué se puede optimizar en esa área para recaudar más?

-Hemos subido tanto la carga tributaria legal que hoy quien está en blanco tiene una carga del orden de 50% del valor agregado que genera. Hay niveles de evasión enormes, que dejan de generar recaudación, pero además generan competencia desleal y mucha ineficiencia. Hay actividades en las que la rentabilidad está en la evasión.

-¿Qué propone usted para terminar con este problema?

-Ir a un esquema en el que lo que se recaude de más gracias a la baja de la evasión se traduzca en menor carga tributaria. Hay que hablar con los propios sectores de la economía y encarar un sistema conjunto. A la lucha contra la evasión la veo más como vía para mejorar la eficiencia de la economía que como mejora de la recaudación.

Pero el compromiso tiene que ser de todos. Porque, en lo que respecta a impuestos, la Argentina es el reino del revés. Por ejemplo, el Gobierno firmó un consenso fiscal con las provincias, donde uno de los ejes fijaba que se iba a bajar la carga de Ingresos Brutos y que se iba a compensar con una baja del gasto público: cumpliendo eso, en cinco años podrían bajar 3% del PBI el peso del gasto público, con lo que eliminarían el déficit consolidado de provincias. ¿Qué pasó? Doce provincias subieron Ingresos Brutos. Así no se puede.

-¿Por qué es tan grave el problema de la evasión acá?

-Porque el argentino pretende recibir todo lo que pueda del Estado y darle lo menos posible. Esto es racional en todo el mundo, pero en otras sociedades la gente paga igual sus impuestos, porque les funciona la educación pública, la salud pública, etcétera.

Un punto interesante es que en la Argentina hay muchos usuarios gratuitos. ¿Por qué amas de casa con poder adquisitivo reciben una jubilación que dio el gobierno anterior? Es una cuestión cultural: quien puede evadir evade, quien le puede sacar un subsidio al Estado se lo saca. Eso genera un déficit que se termina financiando con inflación, y los que más sufren la inflación son los pobres.

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